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OPINIÓN

¿Más vale solo?

La elección presidencial de 2024 la volverá a ganar el Presidente López Obrador. | José Antonio Sosa Plata

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Si las tendencias de las encuestas se mantienen durante los próximos dos años, Morena triunfará de manera contundente en 2024. Pero solo lo hará con un personaje que esté directamente vinculado con el presidente Andrés Manuel López Obrador. En las condiciones actuales, no hay oportunidad para un personaje que se le rebele, mucho menos para que gane un candidato o candidata independiente.

A pesar de los diversos problemas que tiene país, la confianza mayoritaria de la población en el primer mandatario es inobjetable. Si bien ha habido un desgaste en los niveles de popularidad y aprobación que logró en 2018, el modelo parece indestructible, hasta ahora. En política, dos años es en realidad mucho tiempo para cambiar las percepciones. Pero siempre y cuando haya contrapesos y una oposición competitiva, que no es el caso.

El sistema que se ha instaurado en los últimos cuatro años dificulta mucho que una fuerza política apoye a un inconforme, como sucedió con Felipe Calderón en 2004. Tampoco para que el “destape” se dé en las condiciones que se hacía en los tiempos que gobernaba el PRI. Mucho menos en los términos que decidió en noviembre de 2017, cuando el expresidente Enrique Peña Nieto dio a conocer que el candidato de su partido sería José Antonio Meade.

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El control que el presidente tiene hasta ahora sobre el proceso de sucesión es muy grande. Solo un evento extraordinario podría cambiar la ecuación. Ha podido “superar” hasta ahora la crisis de partidos que enfrenta el país en su beneficio. Aunque también ha reducido al mínimo los factores de competitividad e incertidumbre que requiere una democracia moderna. Desde cualquier punto de vista, él se ha convertido en el factor decisivo de lo que sucederá en la elección de 2024, más allá de lo que digan las encuestas que encargará Morena.

En este escenario inédito, el senador Ricardo Monreal y otros u otras posibles aspirantes no tienen, entonces, ninguna posibilidad de llegar a la Presidencia de la República. De hecho, nadie podrá hacerlo solo, aunque cuente con una parte significativa de las bases de su partido. Tampoco se podrá conseguir desde un partido o coalición de oposición. Para que los números y las tendencias cambien, las palabras no bastan. Se necesita un verdadero golpe de timón.

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Aunque parezca increíble o inaceptable, el acompañamiento del presidente López Obrador es indispensable e insustituible para quien en verdad quiera ganar. Este hecho determinará, por lo tanto, las características y alcances de las estrategias de comunicación política de todos y cada uno de las y los aspirantes, incluidos los opositores. Competir con los actuales procedimientos solo le dará ventajas y beneficios al plan que está operando el Jefe del Ejecutivo.

En consecuencia, los actos anticipados de campaña que ya se están llevando a cabo son un riesgo más o menos bien calculado que están corriendo los personajes que ya eligió, en una primera ronda, el presidente. Las variables, indicadores y preguntas que definirán el resultado final de las encuestas se podrá modular, adaptar o corregir de acuerdo con sus intereses. A final de cuentas, él es quien sigue imponiendo la mayor parte de la agenda nacional.

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Con base en estas consideraciones, sería también poco probable pensar que quienes han optado por la vía libre —sin el apoyo del presidente— no hayan calculado bien los riesgos que entrañan sus decisiones. La ingenuidad es impensable en políticos con tanta experiencia. Por lo tanto, si las y los aspirantes no quieran equivocarse en el proceso de sucesión tendrán que considerar en sus análisis que tal vez existan otras misiones que cumplirán los que hoy aparentan ir solos. En otras palabras: serían ganadores, perdiendo.

En contraste, las o los candidatos que surjan desde la oposición no deberán ignorar que el adversario principal en 2024 no serán Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum o Adán Augusto López. Será el presidente. Y esto cambiará la ecuación de los argumentarios y, seguramente, los objetivos del proyecto de nación que presenten. Sin embargo, las tácticas para confrontarlo implicarán diversos riesgos adicionales, los más importantes relacionados con atacar a un líder con un carisma hasta ahora insuperable en nuestro país.

Consulta: Leszek Kolakowski. "Líder carismático, maestro carismático", en Letras Libres, 31 Julio 2008.

En el marco de una elección que tendrá a una oposición débil, la legitimidad del resultado final es un objetivo a cumplir. La esencia de una campaña electoral es el conflicto, la diferencia y el contraste de opiniones y propuestas. Por eso, no es lógico descartar que algunas confrontaciones estén siendo creadas como auténticos artificios. La premisa de la que se parte es clara: no se logran consolidar grandes liderazgos sin dignos adversarios.

Uno de los problemas más importantes que tendrán las y los aspirantes elegidos por el presidente es que no tienen fuertes rivales. En las historias de ficción —y también en las de la política real— los héroes necesitan vencer no solo obstáculos y adversidades. Tienen que luchar contra ogros y enormes dragones que echan fuego, que provocan temor y que, al mismo tiempo y en forma paradójica, resultan esperanzadores para una parte de la población que piensa que llegó el momento de un cambio.

Lee más: Gastón Souroujón. "El nuevo Prometeo. Algunas reflexiones en torno al liderazgo carismático en el contexto de las democracias modernas", en Temas y Debates, número 19, 2010, pp. 93-110.

Por otra parte, no le convendrá a quien resulte ser el candidato o candidata de Morena llevar una relación tersa, armónica y sumisa con el presidente. Conociendo lo que dicen las encuestas hoy sobre el humor social, una actitud así no le favorecería tampoco al presidente. Está claro que él debe ofrecer que su proyecto denominado la 4T seguirá adelante. Pero también no hay duda que el sucesor o la sucesora necesitarán un amplio margen de independencia y hasta de ruptura con el gran elector.

El hecho de ir acompañado/a es estrictamente indispensable para ganar. Pero el nuevo jefe o jefa del Ejecutivo también tendrá que construir y consolidar un perfil de imagen apropiado para uno de los momentos más difíciles que tendrá el país en las últimas décadas. Ofrecer total continuidad será inadecuado e insuficiente, porque los problemas económicos, de pobreza e inseguridad requerirán de un personaje muy fuerte, autónomo, echado para adelante y que inspire confianza a la mayoría.

Recomendación editorial: Felipe González. En busca de respuestas. El liderazgo en tiempos de crisis. Madrid, España: Editorial Debate, 2013.