VIOLENCIA MACHISTA

Carmen estuvo al borde de la muerte por golpiza de trabajador del DIF, su pareja

Los primeros meses ella recibía flores, halagos, incluso el desayuno en la cama; sin embargo, un día los celos de Juan se empezaron a hacer presentes y, por ende, las discusiones

Carmen está en shock por la violencia que sufrió. De hecho, pasó casi una semana para que su rostro se desinflamara un poco, pudiera hablar y otras lesiones comenzaran a cicatrizar.
Carmen está en shock por la violencia que sufrió. De hecho, pasó casi una semana para que su rostro se desinflamara un poco, pudiera hablar y otras lesiones comenzaran a cicatrizar.Créditos: Especial
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TUXTLA GUTIÉRREZ.- Carmen conoció a Juan Moisés “S” en marzo del año pasado, en plena pandemia; luego de tratarse un poco, comenzaron una relación amorosa, pero el pasado 11 de agosto, el hombre la golpeó y la mandó al hospital, casi al borde de la muerte. Era la tercera agresión en menos de seis meses.

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Un poco recuperada, pues aún presenta hinchazón en cara y otras partes del cuerpo y le duelen las heridas en manos y piernas, la madre de dos niñas, una de 10 y otra de 11 años, explica a La Silla Rota cómo lo que empezó como un sueño, terminó en una pesadilla.

Carmen, nombre ficticio para proteger su integridad, estaba sumergida en una etapa de depresión, debido a que hace como seis años falleció su esposo, lo que la llevó a caer en el alcoholismo por un tiempo, hasta que conoció a quien sería, según ella su bálsamo, pero resultó ser su “verdugo”.

Los primeros tres meses de estar con él fueron alentadores: ella recibía flores, halagos, incluso el desayuno en la cama; sin embargo, un día los celos de Juan se empezaron a hacer presentes y, por ende, las discusiones. 

“Y pues luego se disculpaba, me decía que se ponía celoso porque yo estaba bonita, y yo pensaba que eso era normal”, recuerda la mujer de 33 años de edad, quien palpó más ese problema cuando intentó trabajar en una empresa, pues él le prometió que se encargaría de todos los gastos.

De hecho, el hombre, quien tiene una plaza laboral desde hace 15 años como empleado de mantenimiento en el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en Tuxtla Gutiérrez, les compraba algunos regalos a sus hijas e incluso las invitaba a pasear.

Carmen advierte que la situación a veces era más compleja porque él era alcohólico y drogadicto. “Pero me agradó el trato, porque me daba muchas comodidades”, acepta.

Juan, recuerda, también vivió violencia en su hogar, desde pequeño, debido a que su padre golpeaba a su mamá, y luego los abandonó. Esa situación, afirma, la conmovió para tratar de apoyarlo e incluso ambos asistieron un tiempo a una iglesia para buscar paz a través de Dios.

SE PRENDIÓ EL “FOCO ROJO”

En diciembre pasado, y en estado de ebriedad y bajo los influjos de la cocaína, él le propinó un golpe, producto de los celos, y le dejó un ojo morado. En esa ocasión, Carmen les mintió a sus seres queridos, a sus padres, a quienes les dijo que se había accidentado, y le creyeron.

En ese mismo mes, Juan la buscó y le pidió perdón; ella aceptó volver. Cuando la agredió por segunda vez, en marzo pasado, ella decidió dejarlo un tiempo más prolongado.

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Además, sus padres le sugerían que denunciara el hecho, y sí accedió e incluso se fue un mes a Tijuana, para olvidarse un poco del tema. El problema, cuenta la víctima, es que era ella quien ya no le dio continuidad a la demanda, y mejor regresaba con él.

La “gota que derramó el vaso” fue el pasado jueves 11 de agosto. “Como a su familia no le caigo bien, pues ahí él comenzó a reclamarme, y luego buscó otros pretextos, por celos, para que el reclamo aumentara de nivel”, refiere Carmen.

Fuera de sí, pese a no haber consumido alcohol o drogas, Juan empezó a tirar las pertenencias de su novia a la calle, luego la cacheteó varias veces y la insultó, mientras ella solo se defendía de manera verbal.

Para el viernes, el hombre de 44 años, y después de consumir cervezas, se montó encima de ella, y la golpeaba más, sobre todo en el rostro. Como pudo, ella se arrastró hasta donde estaba la madre de su pareja, una mujer de más de 80 años que ya no camina, y la abrazó, como para buscar protección.

“De hecho ese día ya no fue a laborar al DIF, solo hizo una chamba a un vecino, pero fue algo rápido, mientras yo estaba semidesnuda, porque toda mi ropa la había tirado. Luego, me dejó encerrada”, cuenta.

MINUTOS DE INFIERNO

Carmen aprovechó un momento para intentar escapar, pues Juan había cruzado, con un tubo de fierro en mano, a la casa de su hermana, tras romper una división de cartón. Sin embargo, un perro la atacó y le mordió sus piernas.

Por un momento, la víctima enseña cada una de las lesiones que le quedaron de ese día; “me pegó por mucho tiempo, me jalaba del cabello, me pateó, y luego el animal que me atacó”, cuenta.

Pero la situación se tornó más hostil, cuando su pareja le advirtió que no le importaba parar en la cárcel tras matarla a ella primero, a su papá, mamá e hijas y que hasta incendiaría su casa.

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Incluso, dice ella, el agresor le advertía que él era respetado porque sabía pelear y tenía amigos pandilleros, “en la calle, afuera, es una cosa, horrible, pero en su trabajo es otra cosa, se comporta, da otra cara”.

De vez en cuando, durante la entrevista, Carmen se toma de la nariz, pues no puede respirar de forma adecuada, y prosigue: en esa última agresión, buscó otra vez el apoyo de su suegra, y para ello se asió de su cintura, pero Moisés no paró de pegarle con el tubo a la altura de la espalda y costillas y finalmente la agarró del cabello y la arrastró hacia un cuarto.

La mujer fue liberada ante la insistencia de su cuñada y sobrina, quienes aparecieron en la escena para gritarle a él que la dejara; luego, se presentó un sobrino, quien estaba molesto por el desastre que el hombre había hecho y lo golpeó. En ese lapso, Carmen escapó.

“Aunque ya no veía muy bien, porque mis ojos estaban demasiado hinchados de tantos golpes”, dice la mujer, quien refiere que incluso, ya en la calle, nadie la quería auxiliar, por lo que tuvo que caminar hasta que una patrulla la interceptó y llamó a una ambulancia.

Sin apoyo, fue llevada a su casa, pero ante la gravedad de la agresión, sus padres no dudaron en canalizarla a un hospital público, donde incluso le inyectaron vacunas antirrábicas.

LA DEMANDARON POR LESIONES

Carmen está en shock por la violencia que sufrió. De hecho, pasó casi una semana para que su rostro se desinflamara un poco, pudiera hablar y otras lesiones comenzaran a cicatrizar.

Cuando pudo moverse de la cama del nosocomio, acudió a la Fiscalía General del Estado para presentar su respectiva denuncia, acompañada de sus seres queridos; ahí fue abierto el registro de atención 669-101-1104-2022.

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Sin embargo, el pasado 16 de agosto el agresor también acudió a esa instancia para denunciarla a ella por lesiones (también se inició un RA: 2177-101-0205-2022), por lo que Carmen se tendrá que presentar ante la autoridad el próximo 26 de agosto.

Ella sabe que está viva de milagro, pues inclusive un médico que la atendió le dejó en claro que pudo haber sufrido algo más grave. De hecho, aún está en riesgo de que le dé una convulsión.

“Y pese a todo ello, no quise estar en el hospital, solo deseaba recuperarme en la casa, y ahora me llega este documento de la Fiscalía, donde se dice que yo lo agredí a él; ¡no puedo creerlo!”, confiesa.

Lo único que demanda la joven madre es que las autoridades tomen este caso con seriedad, que lo analicen como un feminicidio en grado de tentativa y que Moisés, su “verdugo”, esté en prisión lo más pronto posible.

“Estaba ciega completamente, no valoré muchas cosas, como la vida de mis hijas, de mi familia, y ya desperté, porque sentí la muerte”.