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¿El estilo personal de comunicar?

En política, dar resultados era lo más importante; hoy, el paradigma ha cambiado. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

A tres años de haber asumido el poder, el presidente Andrés Manuel López Obrador mantiene altos niveles de aprobación, confianza y credibilidad. En otros tiempos o en otras circunstancias, si la evaluación de la opinión ciudadana se hubiera hecho considerando la percepción de los resultados alcanzados, los datos serían muy diferentes.

Muy raros son los casos de lideresas y líderes políticos en el mundo que han sido tan bien evaluados en escenarios multicrisis —y con problemas sociales tan importantes— como los que estamos viviendo hoy en México. El efecto era el surgimiento de nuevas crisis que derivaban en mayor conflicto, inestabilidad o ingobernabilidad por el descontento social.

En cualquier circunstancia, la relación entre la estrategia política y la de comunicación era clara.  Un buen gobierno con mala comunicación generaba percepciones negativas. Un mal gobierno con buena comunicación tampoco era bien calificado. La relación entre comunicación y resultados era una fórmula necesaria para subir los niveles de popularidad.

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La fórmula era útil, además, para resolver problemas de legitimidad. El caso del expresidente Carlos Salinas de Gortari fue significativo. Luego de los cuestionamientos que tuvo su elección, era muy difícil imaginar que gobernaría con el apoyo de la mayoría. El golpe de la llamada “caída” del sistema, y la percepción de muchos de que en realidad había ganado Cuauhtémoc Cárdenas, avizoraban un escenario político muy complicado.

Sin embargo, los resultados que dio durante los primeros años de su administración lo colocaron rápidamente como uno de los presidentes mejor evaluados de la historia. Tanto así, que en las elecciones intermedias de 1991 el PRI arrasó de una manera inédita, incluso rebasando las expectativas que él mismo tenía. Los registros que dieron las encuestas lo llevaron a los niveles positivos más altos de los que han tenido los presidentes del siglo XXI.

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En las democracias avanzadas, las crisis y escándalos siempre pasan factura a sus gobernantes. La buena gestión política y comunicacional de los casos contribuye a su solución, siempre y cuando los efectos adversos sean temporales para la población. También es indispensable que, después de haber pasado lo peor, la percepción de mejoría sea notoria y esté basada en hechos verídicos. 

Uno de los fenómenos más interesantes de la comunicación gubernamental está en que la sociedad perdona a sus gobernantes muchas irregularidades, incumplimientos de palabra e incluso ciertos ilícitos. La clave para comprender esta incongruencia tenía que ver con los beneficios y apoyos que recibían de manera directa en sus comunidades, colonias o familias. No era extraño ver en las encuestas que no había problema si los gobernantes se equivocaban o robaban, siempre y cuando dieran resultados.

También puedes leer: Ximena Mata Zermeño. "Clientelismo electoral", en Dinero bajo la mesa: financiamiento y gasto ilegal de campañas políticas en México. México: Integralia Consultores y Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, 2018, pp. 907-951. 

Por supuesto que no se puede generalizar. En Estados Unidos, por ejemplo, el caso Watergate acabó con la presidencia de Richard Nixon. Primero, por la presión de las evidencias. Luego, de los medios. Y finalmente de la sociedad, que hicieron insostenible su posición al frente del gobierno. En contraste, por el buen manejo de la economía, el escándalo de Monica Lewinski no le provocó un gran daño a la reputación de William Clinton y hasta logró la reelección.

En el México democrático no hemos visto aún que una crisis acabe con un presidente. El impacto negativo en la imagen viene después de que termina su sexenio. Esta era otra de las reglas no escritas de nuestro sistema. “El Rey ha muerto. ¡Viva el Rey!”. Incluso, los ataques a los expresidentes —de manera particular al último— lo entiende la población como algo normal e inevitable. También el castigo, por corrupción, a algunos de sus más cercanos colaboradores.

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En cuanto a los gobernadores, alcaldes y presidentes municipales, la historia es diferente. Cada lugar lo ha procesado de distintas maneras, pero la influencia que ejerce el presidente de la República es factor determinante. Por un lado, porque obedece a la defensa de los intereses que están detrás de las decisiones. Por el otro, porque estas acciones se pueden convertir en propaganda efectiva para fortalecer su legitimidad y autoridad.

A pesar de la transformación comprometida, el Jefe del Ejecutivo ha seguido la misma ruta, tal y como ha sucedido puntualmente desde la década de los setenta. Las acciones judiciales contra algunos funcionarios del pasado inmediato son envueltas por un simbolismo particular para demostrar que se cumple con la palabra empeñada desde la campaña. Cada uno tiene, además, su dosis de escándalo para que sirva de disuasivo y de acción ejemplar que contribuye a elevar los niveles de confianza en el presidente.

Entérate: María Amparo Casar, et.al. "El fuero en México. Entre inmunidad e impunidad". México: Revista Política y Gobierno (CIDE), Volumen 25, Número 2, Diciembre 2018, pp. 339-377.

Los analistas y consultores políticos solían decir, hasta hace poco tiempo, que en la política lo más importante es dar buenos resultados. Que el cumplimiento de los compromisos están por encima de cualquier propaganda. Y que no existe mejor estrategia de comunicación política que la que se basa en los hechos. Sin embargo, el paradigma está cambiando. El giro que dio el presidente de la República con su estilo personal de comunicar amerita un análisis profundo.

El gobierno de López Obrador ha enfrentado uno de los peores escenarios multicrisis de las últimas décadas. Si bien es cierto que su gobierno ha tenido buenos resultados cualitativos y cuantitativos, también lo es que muchas de sus promesas principales no se cumplirán cuando termine su administración. Habrá temas en que los rezagos podrían ser mayores que en el pasado y que con seguridad un alto porcentaje de la población no lo cuestionará.

Te recomendamos: “Tres años de López Obrador en México: aciertos, errores y reformas pendientes”. France 24, 1 Diciembre 2021.

Con base en los resultados de las últimas encuestas, el presidente logrará excelentes resultados en la consulta de revocación de mandato que se hará el próximo año. Tendrá también las mejores condiciones posibles para elegir y llevar al triunfo a su sucesor o sucesora. Lo hará aunque la corrupción persista como un fenómeno nacional. Lo hará con el incontrolable y grave problema de inseguridad que se vive en todo el país. Lo hará con uno de los mayores índices de pobreza que se han registrado en el país.

Pero eso no es todo. Los estudios objetivos y los datos duros que de estos se desprenden, demuestran que la economía no alcanzará los niveles que hacen falta para revertir la crisis que tuvo durante los primeros años de sus sexenio ni los estragos que provocó la pandemia del covid-19. El blindaje reputacional que tiene en su base de simpatizantes lo han hecho casi inmune (subrayo casi) a los diversos ataques de sus adversarios.

Lee: Beatriz Guillén. López Obrador agita de nuevo la carrera presidencial a 2024: "Apoyaré a quien gane la encuesta de Morena". El País, 17 Noviembre 2021.

El éxito se explica por la comunicación eficaz que ha tenido. También por la debilidad numérica y la crisis de liderazgos que enfrentan sus opositores. Pero todo esto no le quita la fragilidad, vulnerabilidad o riesgo a las que cualquier gobernante está expuesto. Con la estrategia adecuada, o con algún giro relevante de la agenda nacional, la caída podría ser rápida y estrepitosa. Los escenarios que enfrentaron José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari al final de su sexenio son “las barbas que se tienen que poner a remojar”. 

Sin duda, el presidente López Obrador pasará a la historia como un buen comunicador y como una persona con carisma que supo conectar con las emociones de millones de mexicanas y mexicanos. Los primeros estudios sobre el éxito de su estilo personal de comunicar arrojan hipótesis importantes que deben ser estudiadas, tanto para entender lo que está haciendo como para generar los contrapesos que le hacen falta a nuestro sistema político.

Recomendación editorial: Luis Antonio Espino. “López Obrador. El poder del discurso populista”. México: Editorial Turner Mx, 2021.