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“La represión fue planeada en el marco de la completa impunidad"

Pablo Gómez, diputado federal, destaca que a medio siglo de la matanza estudiantil en Tlatelolco, está más vigente que nunca la exigencia por el esclarecimiento de hechos

Escrito en NACIÓN el

Han pasado 50 años y no hay acceso a la justicia, ni siquiera a la verdad, recrimina con indignación Pablo Gómez, actual legislador y líder de izquierda, quien con tan solo 21 años de edad fue protagonista del movimiento estudiantil de 1968, y víctima de la represión gestada por el gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Era estudiante de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y al mismo tiempo uno de los liderazgos más buscados por el Batallón Olimpia - grupo de choque integrado por militares para desactivar el movimiento estudiantil- que el 2 de octubre de ese año abrió fuego en Plaza de las Tres Culturas, dejando un número incierto de muertos, heridos y presos.

Pablo Gómez formó parte de este último saldo. Aquella tarde en Tlatelolco fue detenido por militares, enviado a una prisión militar y trasladado posteriormente a Lecumberri, donde pasó tres años.

En entrevista con La Silla Rota, el hoy diputado federal de Morena revive aquel día en el que, siendo un estudiante de 21 años, vio la fuerza del Estado volverse contra los estudiantes que exigían entre otras cosas, libertad de los presos políticos, supresión de los delitos de disolución social, indemnización a víctimas de los actos represivos y castigo a los funcionarios responsables de actos de violencia contra los estudiantes.


--50 años han pasado desde la masacre estudiantil en Tlatelolco, ¿cómo recuerda aquel 2 de octubre?

El 2 de octubre fue el día de la masacre, del ataque contra un movimiento que estaba realizando un evento político como otros y que es atacado por el ejército, ese es el 68.

Se inicia una balacera prácticamente de fuego a discreción que dejó una cantidad que nunca ha sido precisada de muertos, muchos muertos, muchos heridos y muchos detenidos, yo fui de los detenidos que llevaron a la prisión militar.

No recuerdo lo que pasó por la mañana. Sabía que tenía que ir al mitin y fui, y recuerdo también que fui al tercer piso, no por una decisión enteramente mía sino por la sugerencia de varios compañeros. Íbamos a dar a conocer una carta de los presos políticos donde anunciaban que iban a realizar una huelga de hambre, había que ver ese asunto, por eso estaba yo en la presidencia del acto y en ese momento vino el ataque.

Ahí ya no se pudo uno esconder por ningún lado, yo subí al quinto piso cuando vino el ataque, porque también por dentro atacaron, no solamente el ejército sino también los tiradores vestidos de civil, traían un guante blanco y estaban tomando el edificio por dentro.

Subí al quinto piso tratando de huir, lo cual era absurdo, ¿Quién huye hacia arriba?, solo en las películas, y entré al departamento de la novia de Gamundi, que es un veterano del 68 era miembro del CNH de la escuela de ingeniería mecánica del Politécnico, y ahí estuve durante toda la balacera porque entraba muchísima metralla por la ventana.

--¿Cuánto tiempo duró la balacera?

No lo sé, una o dos horas, no cesaba, era una cosa desesperante, entró mucha, muchísima metralla.

Teníamos las manos llenas de heridas por las esquirlas que rebotaban en las paredes antes de que nos metiéramos en los cuartos de atrás, donde ya no entraban las balas, el departamento se inundó porque el calentador fue completamente dañado con las balas de los soldados.

Estuve más de una hora escondido, pasaron a todos los departamentos y detuvieron a todos los que estaban adentro hayan sido inquilinos, residentes o como nosotros refugiados. Había la orden de detener a todo el mundo.

Algunos murieron arriba, yo los vi por la mirilla de la puerta bajar cadáveres por las escaleras, arrastrándolos.

Nosotros no supimos más balas que las disparadas por el ejército, así que no nos cuenten que no sé quiénes que disparaban contra los soldados, no, eso no, tan es así que no hubo bajas del lado de los militares, hubo algunos heridos, uno que falleció que no estaba ni siquiera cerca de la refriega principal.

A Hernández Toledo le entró una bala o un proyectil en un glúteo, era por atrás, no es cierto que venía dirigiendo un combate y que del otro lado fue el ataque, eso es todo mentira.

--¿Fueron los militares, entonces, quienes desde el edificio abrieron fuego?

Si, a algunos los vi yo, y algunos de ellos abrieron fuego desde ahí contra la multitud, contra la gente, no contra el ejército, entonces ellos llevaban armas más ligeras, pistolas reglamentarias 45, pequeñas subametralladoras, no llevaban armas de guerra.

--¿En algún momento del mitin, con la enorme presencia del ejército, imaginaron que la concentración terminaría en masacre?

Yo creo que si se podía imaginar una cosa de esas, pero eran los riesgos que se corrían. El uso del ejército para aplastar protestas, exigencias, movimientos, es la peor cosa que puede hacer un gobierno, es la cosa más cobarde, más despreciable, ese es el punto. La multitud estaba desarmada.

Esta es una de las cosas que más caracteriza, que más retratan lo que era el régimen despótico, este sistema de presidencialismo despótico del cual venimos. Costó mucho trabajo de irlo remontando, no hemos terminado por completo, eso hay que tomarlo en cuenta.

Persisten ciertos elementos, cuándo el presidente decide reprimir a alguien, o cuando la fuerza armada llega a algún lugar y dispara. Por ejemplo en Nochixtlán, en Atenco, o llega a fusilar a unos detenidos como en Tlatlaya.

Estamos hablando de esas cosas, de esta manera en que el poder se comporta, teniendo el llamado monopolio de las armas, teniendo y usando las armas contra la gente no para defender a la gente que sería su deber, sino para matar gente, eso ocurrió en Tlatelolco y no fue la única vez, en el 52 hubo una matanza en la alameda frente a una protesta post electoral, murieron muchas personas y el ejército disparó.

--¿Qué pasa por la mente de un joven de 21 años en medio de un mitin que termina en caos, en disparos?

Pasa por la mente el peligro inminente de ser herido, entonces se da una tensión muy grande.

Después claro que tenía la seguridad de que iba a ser detenido, yo tenía 21 años pero la policía me conocía muy bien, la dirección federal de seguridad y todo, éramos muy conocidos por ellos, estábamos muy fichados, aparecíamos en unos libritos que tenía el Batallón Olimpia con las fotografías de los dirigentes más conocidos del 68, estudiantes en general, entones yo sabía que eso implicaba la cárcel, si no una lesión o la muerte, por lo menos la cárcel si, eso era seguro en el momento mismo en el que suceden los hechos.

--¿Qué viene después de la detención?

Fuimos subidos en camiones del ejército a la prisión militar en el campo militar número 1.

A los que nos apartaron, porque nos reconocieron, nos metieron a unas pequeñas celdas donde había un catre sin colchón, completamente vacío, que yo creo que se usaban para los presos en visita conyugal o algo así, y una pequeña ventana con barrotes, entraba un poco de luz durante el día y eso era todo.

Ahí estuvimos solos, incomunicados, no recuerdo si 15 o 20 días.

--Después viene el traslado…

Si, nos trasladan a Lecumberri

--¿Hubo tortura?

En el campo militar si, un poco. Tampoco gran cosa pero sí muchos golpes, uno que otro dejó secuela. En mi caso por fractura de diafragma todavía lo tengo, no deja de ser molesto de vez en cuando, es un recordatorio.

Yo pienso que la represión, como se dio, tenía como objetivo principal a los miembros del Consejo Nacional de Huelga, a los dirigentes. Había sido así casi desde el principio, la toma en Ciudad Universitaria fue para eso, la toma en Zacatenco que fue unas cuantas horas, en las que el ejército entró y salió era para eso. El asalto en Tlatelolco era para eso y terminó en una masacre.

Ellos tenían todo esto calculado. Todos los cuerpos militares, todos los cuerpos policiales, hasta la cruz verde como se le llamaba entonces, la policía judicial, el distrito, servicios especiales, la policía judicial federal, la dirección federal de seguridad, todo, todo estaba unido en un solo operativo, de eso no hay la menor duda.

Claro, como era predominantemente militar, como en el lado de uniformados como los no uniformados, el Batallón Olimpia que eran guardias presidenciales, todos ellos tenían el mismo mandato.

--Perdió amigos, compañeros de lucha, perdió la libertad en el día que lograron desactivar el movimiento estudiantil, pero ¿cuál fue la pérdida más dolorosa y más sensible para Pablo Gómez?

Hubo un sentimiento de derrota que no solamente lo tuvimos las personas que estábamos en la cárcel, sino también los que estaban en libertad, ese sentimiento de derrota, de frustración, de rabia, de sentirse impotente frente a la fuerza militar, la violencia armada, el crimen de estado. Mucha gente padeció eso años, compañeros que eran entonces estudiantes.

Yo pienso que la derrota del movimiento, no significaba la postración de las reivindicaciones democráticas, al contrario el reto era mayor para retomar el mismo objetivo y así ocurrió.

--Cinco décadas han pasado y ni siquiera se tiene certeza sobre el número de personas que perdieron la vida…

La represión fue planeada en el marco de la completa impunidad. Cuando el poder del Estado decide reprimir, planea la salida, esa salida de impunidad. A veces a esos poderes no les funciona porque hay un relevo y entonces empiezan a sacar todo al conocimiento y los tribunales, toman los asuntos.

En México nada de eso pasa, en México los tribunales han callado durante 50 años. Es una de las grandes vergüenzas de México ante el mundo, yo creo que es el único país en dónde ha ocurrido algo como esto y donde nunca se ha activado el poder judicial para tratar de poner en claro algo.

Nosotros fuimos procesados en un juzgado, sentenciados a 16 años de cárcel, nunca ni siquiera se han puesto a esclarecer como se hizo ese proceso penal tan injusto, tan arreglado, con un juez de consigna y hubo otros procesos en muchos juzgados y todos recibían consignas, las apelaciones fueron también desechadas por consignas en el poder ejecutivo.

El poder judicial actual no parece tampoco tener la mejor intención de tratar de poner las cosas en claro pero es su obligación moral, ellos son jueces.

--¿Está vigente la exigencia de conocer la verdad?

Más vigente que nunca, aunque la mayoría de los represores han muerto, hay una obligación de la judicatura, incluyendo los ministros de ayudar a que esto se esclarezca.

El poder ejecutivo alguna vez hizo algo, una fiscalía para averiguar crímenes del pasado, Calderón la clausuró por incómoda. El PRIAN era la misma cosa.

Luego el proceso al que fue sometido Echeverría por los sucesos del 10 de junio del 71, en dónde estamos en la misma situación, fue declarado un proceso por delitos ya prescritos por un tribunal. O sea que por la vía de la prescripción perdonaron a un criminal de Estado, que era presidente de la República.

--A 50 años ¿hay perdón aunque no olvido?

Nosotros nunca hemos querido que se castigue físicamente a los responsables. En este momento qué caso tendría castigar a Echeverría, es uno de los responsables principales, que todavía vive, es un criminal sin duda. Nosotros lo que queremos es que haya un proceso sobre el cual se declare eso.

Pero no lo ha habido y no habrá porque los jueces siguen queriendo mantener su sueño profundo respecto a la historia.

Nunca hemos querido una venganza, a que nos podría saber la venganza, lo importante es que haya un esclarecimiento, que se diga quienes son, quienes fueron los responsables, pero no solamente de la masacre sino también de la intransigencia.