Contemplar el cuadro de Remedios Varo titulado La despedida me llevó a pensar en el tema del surrealismo en la vida cotidiana, cómo en una imagen, un hecho, una plática, un escrito, y en la vida misma se entretejen lo real y lo imaginario, lo racional y lo psíquico, lo cual nos hace a veces inentendible esas diferentes “realidades” frente a nosotras.

Los seres humanos tenemos un cuerpo, una forma de pensar, una manera de vivir y de sentir, la cual no nos pertenece del todo. Somos seres complejos, una combinación única e irrepetible conformada per se por nuestra propia estructura, combinada con el ADN y la historia de nuestra familia paterna y materna, aun cuando nunca la hayamos conocido.

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El registro del inconsciente

Desde la gestación, nuestro inconsciente comienza a registrar si fuimos deseados o no, o lo fuimos y al nacer dejamos de serlo, o no lo fuimos y al nacer lo fuimos, y así, muchas más variantes que nos van marcando de manera inconsciente. Esto de alguna manera es la antesala de llegada al mundo, y conformará ciertas características en nosotros. Sabemos que psicoanalíticamente nada es una regla y se manifiesta o expresa de manera particular en cada persona.

Un ejemplo de esto puede ser que no fui deseada, y eso, no en todos los casos, puede crear un sentimiento de abandono permanente, que si se suma a una pareja parental donde no existe un padre o una madre, y en algunos casos ninguno, se “valida” nuevamente este “abandono” y puede pasar entonces, que en la adultez no quiera “tener” pareja, ya que inconscientemente está el miedo a “volver a ser abandonada” o bien, desde el enojo albergado, se crea una omnipotencia de “no necesito de nadie”, o también piensa que no lo merece, o bien, si elige “tener”  pareja, puede convertirse en el conducto para “joder” inconscientemente a esa madre que “no la deseo”, entre otras variantes.   

La Ruptura, Remedios Varo

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El miedo a ser abandonada

La manera en que nos recibe el mundo es importante, aun cuando no es determinante. Siguiendo con el tema de “abandono” si tengo un entorno sostenedor, amoroso, amable, solidario, autónomo y cálido, seguramente aminorará en mucho el miedo a ser abandonada y la vida será diferente. Sin embargo, si el medio es además distante, violento, ausente, inseguro, codependiente, éste reforzará el miedo de origen. Estableciendo de alguna manera las pautas que el sujeto desarrollará en sus vínculos con ciertos rasgos de desconfianza, distancia, agresión, dependencia y menosprecio hacia el otro.

Es así que desde nuestra gestación hasta la vida adulta, todo el tiempo se entretejerá lo que pienso, lo que digo y lo que hago, darle coherencia a esto nos lleva un tiempo y seguro no lo logramos del todo, porque además el inconsciente siempre quiere expresarse, aun cuando yo me empeñe en no darle voz. Es tan astuto que siempre encontrará un camino para gritar lo que quiere. Se manifestará en la repetición de relaciones, en la somatización del cuerpo, en los lapsus, en un olvido, en un llegar tarde, en un dejar las llaves dentro del auto, en el no llegar a un lugar, en un dejar las llaves del gas abierta, y claro está en la forma que nos alejamos y decimos adiós. Psicoanalíticamente hablado nada es casualidad y todo tiene un porqué, por más surrealista que nos parezca. A veces esos porqué no son muy cómodos de asumir, por lo ominoso que conllevan, por el dolor que los sostiene, o bien, por la hostilidad que los representa.  

Mujer saliendo de psicoanalista, Remedios Varo

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Los adioses

Los adioses no siempre son falta de cariño, amor o estima, detrás de los mismos están muchos conflictos personales y a veces el amor mismo. Los adioses siempre formarán parte de nuestra vida, cuando pasamos de una etapa a otra, cuando cambiamos de trabajo, cuando nos independizamos de la familiar, cuando nos separamos de la pareja, de los amigos y amigas, cuando decidimos separarnos del padre y la madre simbólicamente hablando. Esto sin saberlo nos hace despedirnos y reencontrarnos para crecer.

Todo en la vida tiene un final, la vida misma tarde que temprano concluirá. A veces tendremos la oportunidad de hablar, de escribir y a veces las circunstancias nos negarán la posibilidad. Sin embargo, en la despedida nunca nos quedaremos con las manos vacías porque hubo una historia, porque doloroso, triste, fallido, amoroso, paralizante, frustrante, como haya sido, siempre mientras haya vida podrá tomar un nuevo rumbo aun con caminos diferentes. El aprendizaje puede ser muy valioso, nada hay escrito y a veces esa distancia nos da la posibilidad de valorar, entender, trabajar con nuestros propios demonios, y entender ¿de qué me despedí realmente?

Finalmente, consideren mirar un tiempo pertinente el cuadro  La despedida, mirar a esos amantes que físicamente tomaron caminos diferentes, y al mismo tiempo surrealistamente sus esencias, sus inconscientes permanecieron en el mismo lugar, mirándose con curiosidad, porque mirarse les ayuda a conocerse un poco más a sí mismos, el otro es el espejo para reconstruirse. Cada uno desde su caminar, tendrá que lidiar con sus laberintos y sus historias, para volverse a reencontrar en un lugar mucho más luminoso y menos hostil llamado adultez.

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr