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La soledad, lo peor después de la pena de muerte: José Mujica

El ex presidente uruguayo recordó su odisea como preso político, detenido en 1972 por pertenecer a la guerrilla de los Tupamaros

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“Las ratas siempre llegaban a la misma hora, sobre la una de la madrugada. Visitaban la celda cada noche, con idéntica misión: cazar migas”, dice José Mujica, expresidente de Uruguay y ex prisionaro quien asegura que le servía para sentirse menos solo.

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El político uruguayo dijo en entrevista al diario El País que ese tipo de acciones le servían para tener contacto con la realidad. “Ahí tenías una referencia. Otra era el cambio de guardia. Se va generando el oficio de ser preso”.

Pepe Mujica habló sobre las dos películas que se presentaron en el festival de cine La Mostra y que hablan sobre él: “La noche de 12 años”, que recrea su odisea como preso político, detenido en 1972 por pertenecer a la guerrilla de los Tupamaros, y liberado en 1985. “El Pepe, una vida suprema”, documental que habla sobre el expresidente de Uruguay y aquella manera de ser y pensar que ha conquistado a más de uno en el mundo  entero. 

“Después de la pena de muerte, la soledad es uno de los castigos más duros”, dice.

Mujica mencionó en la entrevista que con la soledad se pasó desde los 37 años hasta los 50. Sufrió torturas, comió jabón, perdió los dientes por los golpes que le daban, y a menudo la lucidez. “Eso que nos pasó a nosotros es liviano. Hay muchísimos que quedan por el camino”, agrega.

Pepe tiene una hipótesis de como sobrevivió: “Cada uno se agarra a una canaleta. Cuando fui muy joven leí mucho. Y en esos años de soledad rumié. Repensar cosas y darle vueltas no es lo mismo que leer, es reconstruir. Creo que el hombre aprende mucho más de la adversidad, siempre que no lo destruya, que de la bonanza” y agregó que la venganza de nada sirve: “No sé si perdono. Pero la naturaleza nos puso los ojos hacia adelante, y hay cuentas que nadie paga, ni se debe intentar cobrarlas”.

Fiel a sus pensamientos, el político uruguayo solo vio en una ocasión “La noche de 12 años”. Mejor no “remover los sentires” que le evoca hacia su madre, y a sus otros compañeros encarcelados y aquellos que ya no están. 

Otra de las lecciones que le dejó el aislamiento fue forjar su actitud de hoy: “Cuando tenía un colchón estaba contento. O una taza de agua. O si podía orinar. Descubrí que nos hacemos unos líos bárbaros por nada”, asevera

jamp