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Silencio sin quietud en calle Chihuahua

Los vecinos han visto como nunca cercenado su derecho a llegar a cualquier hora

Escrito en NACIÓN el

CIUDAD DE MÉXICO.- A las 7:00 de la mañana la calle Chihuahua parece la fotografía de un pueblo fantasma: no hay coches estacionados frente a las casas, no hay gente caminando en sus banquetas, no hay perros oliendo los árboles, no hay comensales en los restaurantes que flanquean –uno del lado de Insurgentes y otro del lado de avenida Monterrey–, no hay ruido pero tampoco hay quietud.

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Los vecinos han visto como nunca cercenado su derecho a llegar a cualquier hora. Están obligados a comprobar con su credencial del INE que son residentes de esta zona. Si el toque de queda tiene un primo hermano, éste ha pernoctado en este lugar de la colonia Roma Norte.

Hasta la curiosidad se ha inhibido ante las vallas metálicas, los uniformes azules de los policías auxiliares de la Secretaría de Seguridad Pública y las caras largas de agentes de lo que parece ser el Estado Mayor Presidencial. Muy pocos se asoman por la ventana para ver cómo va la prohibición de prácticamente todo.

“Es curioso, no hay casi nadie en la calle y nos sentimos más observados que nunca”, dice la dueña de una casona frente al número 216 que le ha prestado hasta los escalones de su vivienda a una veintena de reporteros, camarógrafos y fotógrafos que esperan captar la llegada de funcionarios estadounidenses al encuentro con el virtual presidente electo Andrés Manuel López Obrador.

Otro vecino, dueño de dos perros labradores que hoy tendrán que ocupar el patio y no la calle para hacer sus necesidades, cuenta que con la “petición respetuosa” de no salir entre las 12:00 y las 15:00 horas de este viernes hubo una advertencia “se van a cortar todas las señales de comunicación, no habrá internet, no habrá teléfono”.

Si el silencio tuviera denominación de origen, sería en este punto de la Roma Norte la mañana de este viernes previo al encuentro de “alto nivel” con Mike Pompeo, Jared Kushner, Steven Mnuchin, Kirstjen Nielsen y William Duncan.

El enrejado de la casona que se ha convertido en epicentro de “la cuarta transformación” es vigilado por dos uniformados pertenecientes a una empresa de seguridad privada. Entre ellos se miran absortos, caminan de un lado a otro como para combatir la impaciencia.

En los días previos en la casa que antes fue sede de una empresa de seguridad privada y antes de eso una escuela de teatro, camiones de una prestigiada tienda llegaron con muebles para reemplazar las sillas viejas y roídas en las que tuvieron lugar las primeras juntas del tabasqueño después de la elección del 1 de julio.

“La vida nos cambió de un momento a otro”, dice el dueño de un restaurante quien asegura que A raíz de que el tabasqueño comenzó A despachar en este lugar sus clientes incrementaron, los servicios de limpia comenzaron a ser puntuales y como por arte de magia la vigilancia se instaló en estas aceras las 24 horas del día.

“(¿Vale la pena tanta restricción?) Sí, porque el cierre de hoy nomás es un ratito”, dice conforme.

Afuera de la calle Chihuahua la vida parece transcurrir con normalidad: los cláxones de camiones manifiestan su inconformidad contra los semáforos; el tráfico es digno de un viernes de quincena; la gente camina por las calles de la colonia Roma en dirección a sus trabajos y el ruido lo cubre todo como una ligera manta de polvo.

Un vendedor de café y pan celebra que hoy ha acabado temprano.

“Los polis y los reporteros me compraron todo”, dice con la emoción de quien no conoce las mañanas libres.

Son las 9:00 de la mañana y dentro de la calle Chihuahua aún hay silencio.

lrc