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Y ahora con España

Parece el pretexto perfecto ante las comunidades indígenas para tratar de subsanar las deficiencias en la construcción del Tren Maya. | Rodolfo Aceves

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Escrito en OPINIÓN el

En un comunicado dirigido al rey de España, el presidente Andrés Manuel López Obrador solicitó que ese país extendiera sus disculpas por las atrocidades cometidas por soldados de la invencible armada española durante la conquista de hace 500 años.

En respuesta del Ministerio de Asuntos del Exterior del gobierno español señaló, que tales acontecimientos, no pueden juzgarse bajo consideraciones en los tiempos actuales.

Si bien es cierto que cuando Hernán Cortés partió de Cuba con sus soldados, emprendió la conquista de nuevas tierras en el nombre del rey Carlos I, obligado por la enemistad que tenía con el gobernador de Cuba, Diego Velázquez.

Al mismo tiempo en la gran Tenochtitlan, Moctezuma era enterado de los presagios de los sacerdotes, sobre la llegada del conquistador.

Pareciera que la conquista era algo inevitable, en el contexto de que en ese entonces España era gobernado por una monarquía absolutista, cuya casa real era descendiente de los Habsburgo, con un escaso conocimiento de las ciencias sociales, producto del lento avance del humanismo en el mundo, carente de ilustración y con prácticas políticas venidas de la antigüedad a la edad media, en donde predominaba la conquista del hombre por el hombre y el reclamo del derecho de conquista.

Para poder lograr la conquista de estas tierras, Cortés tuvo que aliarse con los tlaxcaltecas, enemigos de los aztecas; además que la posición de Tenochtitlan permitió a los españoles construir embarcaciones usadas para el ataque y asalto. Aunque las tropas españolas conquistadoras eran acompañadas por eclesiásticos con facultades inquisitoriales, los primeros frailes misioneros llegarían en 1524 con fray Martín de Valencia al frente.

Al término de la conquista siguió la evangelización forzada de los indígenas, quienes, en ceremonias multitudinarias, fueron convertidos al catolicismo y vieron con sorpresa cómo sus dioses fueron vencidos por los santos de la iglesia.

En el periodo del virreinato, los españoles redujeron a los indios y a la mayoría de los criollos, a un estado de esclavitud, que cada español se consideraba con derecho a servirse de ellos, sin que tuvieran valor para oponerse, menos aún, la capacidad para explicar el derecho.

Los conventos de los Dominicos y Carmelitas, poseían riquezas de mucha consideración: al menos tres cuartas partes de bienes rústicos y urbanos en todo el país eran de su propiedad. El resto de los bienes eran de los españoles.

Durante los 300 años que duró la Colonia, los vencidos no tenían ninguna noción de un estado de mejor vida. Sus deseos eran proporcionados a sus ideas y solamente conocían lo físico de la vida. Su existencia era triste y miserable, cuyo sentimiento forjó el carácter necesario para el alzamiento, con el inicio de la guerra de independencia de 1810.

En efecto, hubo excesos, abusos y crueldad del conquistador, del evangelizador y del español. Desde los cometidos por Beltrán Nuño de Guzmán hasta la resistencia española por reconquistar la Nueva España después del fin de la independencia.

Así las cosas, desde 1836 en que España reconoció a México como nación independiente y hasta nuestros días, la relación bilateral ha sido fortalecida por la mutua comprensión, en sus pueblos y gobiernos, que existe de las circunstancias de rodearon el encuentro de dos mundos hace 500 años.

Hoy las condiciones son distintas. España es gobernada por una monarquía constitucional de la casa Borbón y México es una República.

Ambos Estados han transitado por sus crisis internas: México en 1910 y España en 1939, en la que sus pueblos han encontrado apoyo mutuo en su sufrimiento.

La epístola del presidente de México vino a enrarecer un ambiente diplomático que, más bien, parece el pretexto perfecto ante las comunidades indígenas para tratar de subsanar las deficiencias en la construcción del Tren Maya, bajo una explicación histórica repetida en los últimos 150 años.


La transformación del páis


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