Main logo

“Me llaman el loco”

¿Quién le cree a López Obrador y sus locuras convertidas en actos de fe? | Ricardo Alemán

Por
Escrito en OPINIÓN el

No, no nos referimos a la clásica “El loco” de Javier Solís. En realidad hablamos del discurso del ya candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, quien hizo alusión a los motes de “loco”, “necio”, “tozudo” y “terco” que lo han acompañado a lo largo de los años.

Y es que en su discurso de aceptación de la candidatura presidencial por Morena, López Obrador trató de convertir sus mayores defectos en virtudes electorales y de gobierno. Dijo, por ejemplo, que perseguiría la corrupción con tozudez y hasta niveles de locura. También dijo que sería necio contra la corrupción y se reconoció intransigente para ayudar a los pobres.

Te sugerimos: Ratifican candidaturas de AMLO, Anaya y Meade a la Presidencia

No escucha razones

Está claro que todos aquellos que han tratado a López Obrador, que lo conocen, que han acordado políticamente con él y que son parte de su grupo político, entienden que el tabasqueño es un político enojón, grosero, necio, terco y que, en no pocos casos, es tildado de “loco”.

En efecto, López Obrador no escucha razones. Por eso, en dos ocasiones previas a la presidencial de 2018, se quedó en el camino. En los dos casos, sus cercanos le pidieron cambiar el discurso, le exigieron prudencia, le recomendaron calma y nunca hizo caso.

Pero tampoco hoy –en la presidencial de 2018–, parece entender que el mayor enemigo de López Obrador es la locura, la tozudez, la necedad y su carácter irascible.

Y esos defectos, que le han costado serias diferencias y escandalosas derrotas, hoy quieren ser presentados como virtudes políticas.

Dicho de otro modo, López Obrador vincula sus promesas de gobierno, su preocupación por los pobres y su repudio a la corrupción con su mal carácter, su terquedad, su necedad y, en el extremo, con su locura.

Defectos convertidos en virtudes

Pero no, que nadie se escandalice. En la historia universal y en la de México abundan los casos de mesiánicos del poder que pretenden engañar con sus defectos, convertidos en virtudes.

Todos o casi todos los dictadores ocultan su desmedida ambición de poder, sus afanes dictatoriales, son la supuesta preocupación de equidad a los que menos tienen, de proveer a los débiles, de garantizar la estabilidad del Estado.

El problema para López Obrador, sin embargo, es saber si los ciudadanos en su calidad de potenciales votantes, se van a dejar engañar.

¿Quién le cree a López Obrador y sus locuras convertidas en actos de fe?

¿Quién votaría por un político que supone que la locura resolverá los grandes problemas nacionales?

Al tiempo.

Lee también: Nada para nadie

@RicardoAlemanMx | @OpinionLSR | @lasillarota