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La vida después del smartphone

Sin exagerar, bien pudiera decirse que este parteaguas tecnológico creó una nueva división histórica. | Alejandro F. Basave Alanís

Por
Escrito en OPINIÓN el

In simple terms, the smartphone calmly outsmarted us.

Henry Waldo B. XIII

En su libro Los momentos estelares de la humanidad Stefan Zweig narra algunos sucesos históricos trascendentales que –en la opinión del autor– merecieron muchas más páginas de las que tuvieron en nuestros libros de historia. Si Zweig viviera y quisiera hacerle adendas actualizadoras a su obra, sin duda agregaría el discurso de Steve Jobs el 9 de enero de 2007 en San Francisco. En dicho discurso, el fundador de Apple anunció la llegada de una herramienta revolucionaria que cambiaría nuestras vidas. Se refería, claro está, al primer smartphone, el iPhone.

Nuestro nuevo sol

Jobs, como todos sabemos, no erró en su pronóstico. Desde la llegada al mundo del también llamado “teléfono inteligente”, la vida de millones de personas cambió drásticamente. El smartphone es, como lo apodó Benedict Evans, nuestro nuevo sol y todo gravita a su alrededor.

Sin exagerar (y sin ánimos de pecar de hereje), bien pudiera decirse que este parteaguas tecnológico creó una nueva división histórica: A.S. (Antes del smartphone) y D.S. (Después del smartphone)”.

En la era A.S., nos comunicábamos casi exclusivamente de manera verbal. Las redes sociales y la mensajería instantánea eran un tipo de pasatiempo todavía. Leíamos mucho en papel. Los negocios no necesariamente tenían que dar el brinco al plano digital. Y parecía un disparate imaginar un sistema económico en el que personas comunes y corrientes compartiéramos bienes y servicios a través de las TIC.

Ahora bien, en la era D.S., nos volcamos a la comunicación escrita. Las redes sociales dejaron de ser usadas en ratos libres y mutaron en sombras nuestras de tiempo completo. Decrecieron estrepitosamente los tirajes impresos. Negocios de diversos giros vieron como requisito sine qua non tener algún tipo de presencia web (algunos hasta con apps móviles), y floreció la economía colaborativa generando un boom de autoempleo.

¿Amar su esclavitud?

Quiero ser cuidadoso y no soslayar que el smartphone nos trajo una cantidad avasalladora de beneficios. Encontramos en él las soluciones a la mayoría de nuestras trivialidades humanas y con ello, se simplificaron nuestras vidas. Sin embargo, sostengo (tal y como lo escribí hace tiempo) que el teléfono inteligente nos esclavizó a pesar de la profesía que hizo Aldous Huxley en su libro A Brave New World publicado en 1932. Ahí, Huxley describió un futuro distópico en el que un método farmacológico generaría una especie de indoloro campo de concentración en el que la sociedad amara su esclavitud. ¿No hizo eso el smartphone con nosotros?

Sé que puede sonar exagerado, pero analicémoslo a detalle. El coctel molotov compuesto por redes sociales dentro de un smartphone nos ha generado una seria ansia por la hiperconectividad y esto a su vez ha aumentado la depresión en niños y jóvenes. En el libro Hooked de Nir Iyal se habla de que el tiempo promedio para volver a tomar un smartphone después de soltarlo es de solo 6 minutos. Además y gracias al big data, permanecemos atados al smartphone a través de los ríos de nuestra información sensible que vaciamos gustosamente en él y que difícilmente confiaríamos a alguien fuera de nuestro círculo cercano. Y si lo anterior no fuera lo suficientemente preocupante; hace apenas unos días Tim Cook (el CEO de Apple) reconoció que están tratando de combatir la adicción al iPhone. No quiero entrar en modo paranoico conspiracionista nivel “illuminatis y reptilianos”, pero seguramente algo más sabrán además de lo que vemos en las noticias.

No hay territorios prohibidos

Abundando más en el peso del smartphone dentro de la sociedad, vale la pena analizar a cuántos lugares lo invitamos a pasar. Sin temor a equivocarme y exceptuando desde luego a la ropa interior, nunca antes una cosa había gozado de un uso tan irrestricto en nuestra cotidianeidad. No hay territorios prohibidos para nuestro vigilante de tiempo completo (sí, sigo en modo paranoico). Lo llevamos a la cama, la oficina, el comedor y hasta el baño. Muchas veces es lo primero que revisamos al despertar y lo último que utilizamos antes de dormir.

Sé que este artículo puede parecer catastrofista. Sin embargo, creo que todavía hay mucho por hacer. Hace tiempo escribí que uno de los remedios para el uso exacerbado del smartphone lo podemos encontrar en el mindfulness. A mí me ha ayudado mucho pero no creo que sea la única solución ni que funcione para todos.

Descubrimos algo grandioso como el smartphone y nos volcamos sin mesura sobre él. Nos creamos un subterfugio a la realidad y nos gustó. Un universo virtual tamaño bolsillo en el que podemos brincar de mundo en mundo (o hasta tener omnipresencia en ellos) y en el que reina la diversión, la dopamina y la comodidad. El idilio de la sociedad con el smartphone está como el del niño Augustus Gloop en Willy Wonka con los chocolates. ¿Nos podemos moderar o vamos pensando en la abstinencia?

De fechas mundialistas y recuerdos fuboleros

@alejandrobasave  | @OpinionLSR | @lasillarota