Main logo

La guerra draconiana contra las drogas

En Filipinas, como en México, los resultados de la lucha extrema sin estrategia y desmesurada son devastadores | Ulises Sandal

Por
Escrito en OPINIÓN el

Rodrigo Duterte, presidente de Filipinas, es conocido bajo los apelativos de “castigador” y “descuartizador”. Llegó al poder el 30 de junio del 2016. Su carta de presentación anunciaba, sin reparo, una lucha inclemente contra el crimen organizado. En este escenario, se otorgó amplió margen a las fuerzas de seguridad para actuar, de igual manera, contra consumidores como contra traficantes.

Los saldos de esta guerra homicida son verdaderamente trágicos, mueren más de 1,000 civiles cada mes. Un régimen cruel y sanguinario, es el calificativo otorgado tanto por sus defensores, como de sus más acérrimos detractores.

¿Quién fue Dracón?

Una autoridad de la antigua Grecia, quien se encargó de compilar normas de forma escrita, dando lugar al primer código que recogía una serie de leyes excesivamente severas, duras e inflexibles, incluso aplicando la pena de muerte contra personas cuyos delitos fueran menores o intrascendentes. En la actualidad contemplamos, no sin asombro, políticas de corte draconiano que son llevadas a cabo de manera rigurosa y metódica, concebidas y aplicadas discrecionalmente por gobiernos inmorales que efectúan prácticas criminales a diestra y siniestra, pero siempre, catastróficamente cobijadas por el manto de la impunidad.

El terror y el miedo se han instaurado a lo largo y ancho de Filipinas, los llamados “escuadrones de la muerte” siembran una espiral de violencia extrema y ejecuciones extrajudiciales, que son el trágico sello de su actividad.

En ese país, como en México, los resultados de la lucha extrema sin estrategia y desmesurada son devastadores: familias completas son asesinadas sin distingo; personas torturadas o desaparecidas forman parte de una práctica común y siniestra; la trasgresión de derechos fundamentales es una ola que solo promete extenderse indefinidamente.

Expertos como Jun Nalaugan, investigador de Derechos Humanos, señalan que este tipo de políticas lo único que hacen es provocar dolor, propiciando una generación de niños sin padres; y que para acabar con este fenómeno, primero hay que acabar con la pobreza. Su más reciente pronunciamiento es demoledor: las matanzas solo van a provocar más violencia y que la sociedad se torne indiferente. Por su parte Norman Dollaga, directora de la ONG Rise Up señala que “La guerra contra la droga es, en realidad, una guerra contra los pobres en la que también se incluye la privatización de servicios esenciales como la sanidad, la educación, o la vivienda protegida. Es más fácil eliminarlos que crear oportunidades para ellos”.

Rehenes de gobernantes obtusos

En Atenas, el efecto draconiano no resolvió, ni mucho menos corrigió el problema central de la criminalidad, todo lo contrario, la economía se deterioró y se acentuaron los problemas político-sociales atenienses. Entonces, habría que preguntarnos seriamente si no somos todos los ciudadanos de esos países rehenes de gobernantes obtusos que en lugar de atacar las causas de ese fenómeno criminal, atienden las consecuencias de manera brutal y sin consideraciones de ningún tipo.

Filipinas sin duda va a seguir por ese tenebroso camino, padeciendo la población consecuencias letales en todos los sentidos, todo ello a pesar de que su “guerra antidroga” es objeto de duros señalamientos por asociaciones locales y organizaciones internacionales, entre ellas Human Rights Watch, quien ha solicitado llevar el caso a la Corte Penal Internacional, acusando al presidente de crímenes de lesa humanidad. México, por su parte, tiene la posibilidad de dar un giro sin precedentes, es año electoral, esperemos que la oportunidad sea aprovechada para que la política criminal en este país sea asumida desde una óptica diametralmente distinta, además de humana y efectiva.

También lee: Esfuerzos por la paz en Colombia y la doctrina Rabin

@OpinionLSR | @lasillarota