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El fracaso del enviado de AMLO

Jiménez Pons no tiene la certeza de que las bondades del proyecto del Tren Maya sean mayores a las dificultades de su construcción y operación. | Areli Quintero

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Escrito en OPINIÓN el

A Rogelio Jiménez Pons, próximo titular del Fondo Nacional del Fomento al Turismo (Fonatur), le atribuyen un triunfo y un fracaso: ser quien convenció a Andrés Manuel López Obrador de desarrollar el proyecto del Tren Maya y, al mismo tiempo, ser incapaz de explicar sus bondades.

Hoy un importante grupo del sector turístico muestra más miedo que entusiasmo con la idea de invertir en el proyecto más importante del sexenio.

Jiménez Pons es uno de los personajes con los que López Obrador convivió desde los tiempos en los que su mentor, Leandro Rovirosa Wade, era gobernador de Tabasco.

Rovirosa Wade impulsó políticamente a AMLO. En 1977 le dio su primer empleo en el servicio público cuando lo recomendó con Ignacio Ovalle Fernández, en ese tiempo titular del Instituto Nacional Indigenista, para que lo designara titular del Centro Coordinador Indigenista en Tabasco (en términos prácticos era el delegado federal del INI). En esos años, Jiménez Pons era secretario de Turismo del estado. De eso ya casi cuatro décadas.

El ex gobernador Rovirosa murió en abril del 2014. Los otros dos personajes permanecen cercanos a AMLO: Ignacio Ovalle será, a partir de diciembre, el encargado de Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) y Jiménez Pons el encargado del Fonatur y es, desde ahora, el enviado de AMLO para convencer a los empresarios de las bondades del proyecto del Tren Maya y de la necesidad de invertir en él.

Su primera reunión importante la tuvo hace unos días en Isla Mujeres, durante el foro Cancún ciudad Futuro, a la que asistieron los 100 empresarios más fuertes del sector. Entre ellos, los representantes de Apple Leisure Group la empresa turística de mayor peso para México.

De acuerdo con testigos del encuentro, Rogelio Jiménez Pons no dio argumentos en defensa del proyecto. Respondió sin solidez, repetía sumamente nervioso el discurso anticorrupción de López Obrador y asumió, como salida fácil, compromisos para los que tendría que hacer una revisión profunda. Uno de ellos fue la posibilidad de que haya una tercera vía para un tren rápido que separe al turismo del tren de carga.

Ante el reproche por destinar los recursos del Fondo de Promoción Turística al tren y dejar el resto del turismo sin fondos, su respuesta fue poco seria: no se preocupen, ya hablamos con Marcelo Ebrard (próximo canciller) para que las oficinas diplomáticas se encarguen de promocionar el turismo mexicano sin necesidad de más recursos, les dijo.

Después de una hora de conversación, los empresarios quedaron boquiabiertos ante el desconocimiento que mostró el futuro funcionario. Salieron con más dudas de las que llegaron.

Las preguntas más importantes siguen sin respuesta: cuál es el marco jurídico con el que trabajarían gobierno y empresarios y, la que podría ser decisiva, la tasa de retorno de sus inversiones.

Faltan 25 días para que empiece la construcción del tren maya y aún no se sabe de dónde saldrán los 150 mil millones de pesos que costará. Jiménez Pons -el funcionario que contagió a López Obrador la nostalgia por una vía ferroviaria como la tuvo México en el porfiriato- no tiene la certeza de que las bondades del proyecto sean mayores a las dificultades de su construcción y operación. 

El hijo político de AMLO

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