Esta semana fue una concatenación de eventos desafortunados, un entramado de causas y consecuencias que derivaron en desastre. Empezando por el desatino de la Jefa de Gobierno que preparó o aceptó un discurso cuyo eje central fue la estigmatización: primero, de la toma de la CNDH y después la divulgación -desde el discurso de poder- de los datos de una mujer de la cuál solo sabemos por cierto que llevó víveres y fue oradora en la antigrita que se organizó en la Casa Refugio Okupa.

El resto fueron especulaciones y prejuicios en los que, por solo dar un ejemplo, menciona que el superior de esta mujer estaba ligado con el gobierno anterior; ¿somos, acaso, un apéndice de los hombres para los que trabajamos?

Exponer de esa forma a una persona ya tuvo el primer impacto: María Gasca fue despedida de su trabajo. Sin embargo, no hay pruebas ni investigaciones. Es más, si hubiera algún indicio de alguna actividad ilícita o conflicto de interés el Estado tiene la obligación -he aquí la importancia de la palabra-, de investigarlo. No, como se dijo en la conferencia, de “ponerlo a consideración de la opinión pública”.

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El encapsulamiento de las feministas

No hicieron falta ni 48 horas para que ocurriera el segundo evento desastroso. Durante las jornadas de movilización del Día de Acción Global por un aborto legal, seguro y gratuito, la marcha de mujeres se vio encapsulada cerca del Hemiciclo a Juárez por elementos del Grupo Atenea que contabilizaban aproximadamente tres policías por cada manifestante.

El cuerpo de seguridad pública afirmó “sólo llevaremos escudos, uniformes y extintores para apagar incendios”. Las mujeres gritaron “déjenos avanzar con nuestra marcha”.Pero los extintores se convirtieron rápidamente en un reemplazo del gas pimienta al ser arrojado sobre las mujeres que, estando encapsuladas por más de tres filas policiales, querían seguir su camino para unirse al contingente principal. Sí, también hubo agresiones directas en contra de mujeres policías y todos y cada una de ellas son absolutamente repudiables. Sin embargo, la acción individual de una persona no desacredita un movimiento entero, ni le otorga permiso a las autoridades para arrojar gas pimienta y cohetones contra quienes se movilizan, como lo documentó Rompe el Miedo y la Brigada Marabunta.

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La promesa incumplida

La jornada tuvo un saldo de 36 policías y 13 civiles lesionadas, las promesas rotas de una ciudad sin represión y la decepción de miles de mujeres que creyeron en las palabras de Claudia Sheinbaum que había prometido garantizar el derecho a la protesta.

La última semana estuvo plagada de descréditos por partes de agentes del Estado para con el movimiento feminista: han insinuado financiamientos misteriosos, han criminalizado la protesta, nos han estigmatizado y hasta el mismo Presidente llamó a que “las familias hablen con las mujeres, porque quizá no saben qué están haciendo”, como si fuéramos niñas, dependientes de hombres o, de plano, seres sin convicción que necesitan del regaño de sus responsables.

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El gobierno se la ha pasado peleando con molinos de viento a los que llama opositores. Y la estrategia ha funcionado porque del otro lado solo encuentran un eco eterno o un murmullo desarticulado. Por el contrario, el movimiento feminista los aterra y muestra de ello es el operativo agresivo y desproporcionado que se montó el 28 de septiembre. 

Si aquellas pintas de noviembre en el Hemiciclo le hicieron «lo que el viento a Juárez», como expresó vía Twitter el canciller mexicano, es momento de que Juárez se prepare porque no somos una brisa; aquí viene el huracán.

*Luciana Weiner feminista en constante aprendizaje, también es periodista del CIDE, colabora en ADN 40, escribe para La Razón y La Cadera de Eva.