Tu hijo tiene entre 11 y 13 años, no sabes si está viendo porno o no. Lo más seguro es que sí, incluso no sabe que los contenidos que los consumen lo son, porque se han vuelto cotidianos, señala la periodista Peggy Orenstein quien ha entrevistado a más de 100 adolescentes sobre sus experiencias con el sexo.

Sus amigos puede enviar un meme o una imagen que a él le parezca divertido. Pero no sabe qué es pornografía.

¿Cómo hablar con tu hijo?

Lo primero, tú -como padre o madre- debes asumir que hablar de la sexualidad no es algo extraño. Sino algo normal y sano.

“Lo ideal es que comencemos las conversaciones con nuestros hijos desde el nacimiento, cuando nombramos correctamente las partes del cuerpo. Pensamos en el sexo como algo aislado, separado de todos los demás aspectos de nuestra humanidad y ciudadanía, pero en realidad no lo es. Todo se conecta”, señala Peggy Orenstein.

Así como tuviste que enseñarle una y otra vez a dar las gracias en la mesa, a decir “por favor” y “gracias”, con esa frecuencia debes hablar con ellos sobre su sexualidad.

“Hablar de todas estas cosas sobre el sexo no puede hacerse en una sola conversación. Tienen que ser cosas diminutas que están como salpicadas por todas partes”, dice la periodista.

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Formas creativas para hablar

Quizá la forma de hablar con el o ella no es frente a frente, como las películas, en donde suena la frase trillada “tenemos que hablar “, la cual tensa la conversación.

Peggy Orenstein cuenta que una de sus amigas habla con su hijo fuera de su habitación, sentada en el suelo y él dentro. Otra opción es hacerlo mientras se está haciendo algo, con la finalidas de normalizar la “plática sobre el sexo”.

La periodista ha escrito dos libros uno sobre mujeres, Girls & Sex, y otro sobre hombres, Boys & Sex. En su segunda investigación, identificó que hay una posibilidad de evitar que los chicos desarrollen una masculindad tóxica, que está ligada con la limitación de las emociones de lo hombres.

En el contrato social, a los hombres sólo se les permiten dos emociones: la felicidad y la alegría. Esta falta de identificar qué sienten, va fomentando esta masculinidad tóxica.

En uno de los episiodios de "How To!", de Slate,, Peggy explica cómo tener una conversación productiva con su hijo sobre el sexo de una manera que no le hará a usted o a su hijo morir de vergüenza.

Peggy identificó dos cosas: “Por un lado, veían a las niñas como iguales en el aula, merecedoras de oportunidades profesionales educativas, etc. Pero, por otro lado, cuando les pedía describir al chico ideal, era como si estuvieran hablando de un hombre 1955. Los atributos que les daba era de dominación, agresión, atletismo y sexo como búsqueda de estatus. Y lo más grave, por supuesto, era la supresión emocional. Lo que decían más a menudo era que sentían que las dos emociones que se les permitían eran la felicidad y la ira. Así que la gama de emociones que podrían sentir como tristeza, traición, frustración... todo eso se canaliza en una sola emoción”.

Además, señala la periodista que les costaba decir qué les gustaba de ser chicos. Por lo que hace una invitación a los padres y madres a enseñarlos a ser más empáticos a empezar preguntarse, cómo creen que le gustaría al otro que fuera tratado.

Con información de Slate