Las mujeres hemos sido configuradas para apelar a lo masculino como la única fuente de conocimiento, hemos sido relegadas de esa habilidad, como si se tratase de algo prohibido. El androcentrismo se ha encargado de posicionarnos como las educandas en todo momento; para el hombre, nosotras necesitamos ser educadas por ellos.

Sin embargo, las mujeres también nos aprendemos y nos enseñamos, de muchas formas —verbal, corporal, escribiendo—, tenemos saberes que vamos traspasando de generación en generación, ahí está nuestra existencia. Es así, que nosotras compartimos conocimiento, porque sí tenemos la habilidad de enseñar-nos, a través de nuestro ser mujer.

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Desde el feminismo, lo que buscamos, es reconstruir nuestra mente colectiva, aquella en la que no figuramos, porque se nos ha dicho —a través de la simbología patriarcal— que las mujeres no podemos compartirnos conocimiento, que eso es solo la tarea de los hombres. La historia de la mujer es contada por el hombre y, por supuesto, no es contada como las mujeres la conocemos y la sabemos.

Leer-nos, compartir-nos y reconocer-nos entre mujeres, es una de las formas de construir nuestra historia en un sistema que tiene en el centro lo masculino. Cuando nos damos la oportunidad de escuchar, leer, sentir a otras mujeres, nos transforma el lenguaje, tomamos ideas que nos sirven a nosotras, fomentamos la erradicación de machismo y misoginia, a través de nuestras compartencias.

Nosotras podemos rescatar del olvido a las mujeres que el mismo sistema se encargó de acallar, recuperamos la memoria colectiva mujeril, nos necesitamos para reivindicar-nos, para perdurar en el tiempo. Compartir con mujeres que han sido rebeldes, que desafiaron el sistema con sus vivencias, experiencias, sobrevivencias, mujeres que están contando historias que nadie conocía, pero, no nos confundamos, no todas las mujeres piensan como mujeres, porque siguen apelando a lo masculino, utilizando la lógica masculina y el notorio amor romántico que las encasilla como aliadas al sistema.

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Es por eso que todas las mujeres necesitamos des-patriarcalizar nuestra mente, para darnos cuenta de que sí existimos sin lo masculino a cuestas, tenemos habilidades, capacidades, talentos y, sobre todo, que podemos tener modelos referentes para identificar la vida que merecemos y resignificar nuestra existencia.

Reconectar con nuestra genealogía mujeril, identificar a nuestras ancestras en cada una, de eso va reconocer nuestra mujerilidad, somos todas las que fuimos y las que seremos, nuestro linaje está impregnado en nuestras cuerpas, en la sangre, en nuestra genética. Reconocer-nos, va a ayudarnos a valorar nuestros saberes, que no solo están en un sitio, sino en muchos y en muchas mentes mujeriles, que pensamos como mujeres y priorizamos mujeres.

Existimos y resistimos.

Tessa Galeana

Twitter: @GaleanaTessa

Periodista y escritora con perspectiva feminista. Madre lesbiana. Autora del libro digital: “La Mujer que vivía a través de mí”. Responsable del blog de Luna, Escuela de Pensamiento Feminista, donde imparte el módulo de Escritura Autográfica. Escribe para Revista Politique y Revista Las Libres. Forma parte de Tallercitas Feministas, impartiendo talleres que fomentan el pensamiento crítico feminista.