La opresión de género es una de las características claves de la colonialidad. En las Américas, las victimas primarias de este sistema son las mujeres afrodescendientes e indígenas. Virginia Wolf había argumentado que las mujeres son el espejo reflector de los hombres, y Ann McGrath, ampliando esa idea, escribió que las mujeres [racializadas] funcionan como el espejo reflector del hombre blanco. En otras palabras, las mujeres racializadas son víctimas de una doble, triple… exclusión. Muchas autoras creen que las mujeres andinas, por ejemplo, son consideradas “más indias” que sus compañeros masculinos, algo que Yuderkys Espinosa llamó racismo de género y yo interpreto como una doble o múltiple racialización (por la colonialidad del ser y por la de género).

La escritora Manuela Laviñas Picq explica que las mujeres racializadas compartimos formas de marginalización sistémica más de lo que compartimos expresiones de etnicidad, y “el común denominador en [nuestras] vidas es la experiencia de la exclusión, la pobreza y las capas superpuestas de violencia”. Estas capas son el racismo, la pobreza y la feminización. A esto se refieran Kimberlé Crenshaw cuando acuñó el término “interseccionalidad” y María Lugones al hablar de una “matriz de opresión”. La desigualdad de género de las mujeres racializadas va mucho más allá del machismo y el racismo para fortalecerse con la concepción de los estados nacionales. Es decir, la fundación de la nación como proyecto parido a raíz de la colonia es, sin lugar a duda, una de las aristas que apoyan la matriz de opresión colonial y el sistema de género y para derrotar la violencia colonial es necesaria una política anticolonial. Sabiendo todo eso, tiene sentido no existir para un sistema creado a nuestra costa. Sin embargo, el feminismo (blanco) oye, pero no escucha.

Las mujeres racializadas, primeras víctimas de feminicidio en las Américas

Las mujeres racializadas (específicamente las indígenas del pueblo taino) fueron las primeras víctimas de feminicidio en las Américas, pero nadie parece mencionarlo. A pesar de ser la mayoría, las mujeres racializadas parecemos ser invisibles y nuestros asuntos ni siquiera son contados por el feminismo (blanco). Entonces nos encontramos en una disyuntiva que ha durado muchísimas décadas: el menor mal entre la misoginia de los movimientos de liberación y el racismo del feminismo hegemónico.

Lee: Sentimientos, parte fundamental para la creación de mundos

Entonces, ¿qué sucede cuando una mujer invisible es víctima de feminicidio por cuestión su raza y su género? Me atrevo a responder con otra pregunta: ¿qué pasa cuando una mujer negra muere en un sistema diseñado para matarla y destruir su sociedad? Pasa lo que tiene que pasar y nadie hace nada. Ni siquiera el feminismo (blanco).

Muerte imparable, el resultado de la explotación

Recuerdo hace unos días que una compañera, Valeria Angola, mientras escribía un artículo sobre los feminicidios, publicó en Twitter su desagrado con el sistema actual en el que los feminicidios a las mujeres racializadas por cuestiones de racismo de género no son contados como feminicidios. No faltó la feminista (blanca) que le espetara que “según la ley…”, como si el Estado moderno y sus leyes no se crearan justamente para explotarnos. El marxista negro Cedric J. Robinson creía que el sistema no se había creado para eliminar, sino para diferenciar y justificar la explotación. Pero el resultado de esa explotación sigue siendo la muerte imparable.

A todas las feministas (blancas) les encanta traer a la ley a la conversación cuando les conviene, es decir, a la hora de hablar de mujeres otras. Es importante llamar las cosas por su nombre: las mujeres racializadas no somos asesinadas solo por ser mujeres. Existe una causal de raza a la que al feminismo (blanco) no le gusta denunciar porque se beneficia de ella. Cuando Anacaona fue asesinada hace 500 años, el hombre blanco no pensó en que iba a matar un indio. Sabían claramente que era una mujer taino, que era una cacique, y la pensaban peligrosa. Fue un feminicidio. Fue una de las primeras víctimas de la llamada violencia de género en el “Nuevo Mundo”. Fue violada y asesinada, como muchas mujeres taino.

Lee: Feminicidios de indígenas, las muertes silenciadas

En el sistema moderno y colonial del género, ellas no son mujeres

Como bien explica Valeria Angola, “si bien no todos los crímenes perpetrados hacia las mujeres son feminicidios, no puede negarse que la construcción de la tipificación jurídica del feminicidio es limitada y sesgada. Esto porque la categoría de mujer se entiende como universal y se hacen homogéneas nuestras experiencias”. Como mujeres afrodescendientes, nos reconocemos humanas, pero somos conscientes de que vivimos en un mundo que nos deshumaniza. Una vez escribí una vez que sé que soy humana, pero parece que el mundo no. Sin embargo, hoy sé que el mundo sabe quiénes somos y por eso esté empecinado en hacernos desaparecer. El racismo no opera en la ignorancia sino en el reconocimiento del poder: el poder de redefinir, de apropiarse y hacer “desaparecer”. Muy literal si nos remitimos a Norteamérica, donde mujeres indígenas son secuestradas y asesinadas, y aun así no se les tipifica como víctimas de feminicidio y violencia de género. Eso es porque en el sistema moderno y colonial del género, ellas no son mujeres.

La violencia de género es una enfermedad contraída, esparcida a través de las estructuras de poder coloniales. No es una tradición, sino una herramienta del patriarcado y el colonialismo. Es una herramienta de genocidio. O como muchas autoras feministas lo llamaron, ginocidio. Me gustaría que comenzáramos a hablar de ginocidio racial a la hora de reconocer la violencia colonial en todas sus esferas. Es una realidad innegable que las personas racializadas son la diana de este sistema de muerte. Negarlo es racismo.

Jennifer Rubio, mejor conocida como Ciguapa, es una educadora y escritora dominicana. Divulga sobre antirracismo y feminismo a través de las redes sociales y ha trabajado como profesora de música en República Dominicana. Es parte de la colectiva AFROntera.

Twitter: @soyciguapa