"Lo físico es más fácil de alcanzar

Una frontera dibujada para separar personas

Los Navajo dicen que no existe palabra

que le establezca forma al aire que respiramos".

—Esther Belin, “On Relocation” (traducción de la autora)

Los sentimientos son una parte fundamental de la política de creación de mundos y toda acción política se hace según todo lo que somos. Las prácticas cosmológicas de los indígenas africanos Bantú del Kongo nos enseñan que cada une de nosotres está cortade de le otre, que todes pertenecemos a la misma tela de comunitaria como parientes de la humanidad, y nuestros sentimientos son parte de nuestras formas de comunicación. En general, algo común en toda la filosofía intergeneracional de los pueblos indígenas es que la humanidad es un nudo interminable de entes vivientes.

Algo en lo que estamos de acuerdo todas las personas racializadas, es que sentimos nuestras historias de la misma manera en que las pensamos, tal como lo explicó Dian Million. Sin embargo, como la misma Million explica, la academia cuestiona nuestras formas de conocimiento “porque el conocimiento emocional de nuestra experiencia es una verdad alternativa”. Las formas alternativas de pensar (parte crucial de las cosmovisiones no occidentales) son menospreciadas debido a algo que conocemos como la colonialidad del saber: “la creencia eurocéntrica de la superioridad europea, superioridad que legitima la imposición del proyecto moderno al resto del mundo”. Terminar con el silencio que se nos ha impuesto es una acción política.

Mujeres pigmeas de Momboyo, en la zona occidental de la República Democrática del Congo (RDC)

La experiencia emocional

Según la lógica eurocéntrica y colonial, la experiencia emocional no es una herramienta válida. No fue sino hasta el surgimiento de un movimiento feminista organizado que la academia comenzó a considerar a la emoción, un atributo feminizado, como algo sociológico y se habló de lo privado como una esfera política. Mucho de esto lo podemos ver ilustrado en los textos más tempranos del feminismo radical, donde autoras como Kate Millet y Andrea Dworkin. Sin embargo, tal como lo explica Million, “mientras que el movimiento feminista blanco abrió la caja de Pandora cuando politizó con éxito lo ‘privado’, mostrando que era un espacio totalmente político, proporcionando modelos discursivos para ‘relatar’, […] resistieron la verdad en el contenido emocional del conocimiento sentido: colonialismo tal como lo sienten aquellos que lo experimentan”. De esta manera, el feminismo es cómplice de la modernidad en el borrado de las filosofías del sentir y las relaciones comunales. En estas relaciones no existía una interpretación del género tal como lo conocemos hoy.

De hecho, no existía tal cosa como el género. Siguiendo las aportaciones de la maestra María Lugones, el género es una cosa de blancos y blancas. Durante la época colonial, las personas esclavizadas no eran humanas y, por lo tanto, no eran de ningún género. A tal grado el género les fue impuesto como forma de evangelización: las mujeres indígenas ya no podían utilizar sus atuendos tradicionales; ahora tenían que vestirse a la moda de las esposas de los amos españoles. Y así subsecuentemente las mujeres raptadas desde el África. En este contexto, no había tal cosa como un espacio privado del que las mujeres negras e indígenas participaran, ya que ellas eran la propiedad. Como mercancía, las personas racializadas no tenían derecho a su sentipensar ancestral.

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En La cosmología africana del Bantu-Kongo, Kimbandende Kia Bunseki Fu-Kiau explica uno de los pilares del saber de les Bantu: “Wa i mona, ye mona i sunsumuka” (oír es ver, y ver es sentir). Como seres humanos, somos parte de un nudo interminable de comunicaciones y estamos rodeados de sentires/ondas/radiaciones. Claro, cuando Kia Busenki Fu-Kiau habla de esto lo hace para retratar las teorías del sueño como forma de comunicación ancestral, pero yo lo interpreto también como una forma de ejercer la memoria y me remito, como muchísimas otras veces, a la figura de la Ciguapa.

La Ciguapa

La Ciguapa, ni hombre ni mujer, solo Ciguapa (aunque según el sistema moderno y colonial del género es una mujer), camina con los pies al revés, dejando huellas en dirección contraria, algo que Yuderkys Espinosa llamó “desandar”. En su desandar, la memoria activa la consciencia de la Ciguapa y la sitúa en un tiempo y espacio fuera del sentido lineal occidental del progreso. Ella es parte de un continuo espacial, donde el pasado es eterno y vivo. Por eso, la tierra crece y muere para volver a nacer. La Ciguapa no desanda solo para regresar a una tierra originaria donde se eliminan, como explicaba Million, “las capas del tiempo, la geografía y la historia como un cuento lineal, sino como forma de mediar entre múltiples relaciones y navegar formas del ser”. Un ser que no tiene fronteras y está conectado infinitamente a otros seres a través de, entre muchas otras maneras, sus emociones. La Ciguapa deja la huella al revés, y no importa si las sigues: la encontraras a la orilla del camino porque no está atada a las formas modernas del espacio.

Sin embargo, la corporalidad racializada ha sido objeto de un litigio definitorio en el que “hombres y mujeres pasaron por un proceso de género, que también les alejó de formas culturalmente significativas de relacionarse con la tierra y la comunidad”. Hay un estrecho vínculo entre la «”conquista de América” y las relaciones del sexo y raza. Como explica Ochy Curiel, en el imaginario occidental las mujeres son las reproductoras de la cultura y la nación, por lo que se les impone un régimen heterosexual y racista. Como reproductoras de la cultura del amo, las mujeres esclavizadas no tenían derecho a sentir su propia cultura. De esta manera la razón occidental fue impuesta. La modernización y el progreso formaron parte de las claves de supervivencia de estos pueblos. La modernidad y su razón sistematizada demeritan y condenan a la otredad a las formas de filosofía no blancas. La razón cimarrona, no obstante, consistía (y consiste) en rebelarse: hacer y pensar lo que se siente. Es decir, el conocimiento sentido o sentipensar.

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Las emociones y su existencia etérea

Me gustaría citar a Peter B. Armitage en su libro Relación política y conocimiento narrativo:

“Las emociones han tenido una ‘existencia etérea’ en sociología porque la racionalidad occidental las ha excluido como formas no objetivas de conocimiento y han sido feminizadas por una filosofía masculina y una cultura histórica. Las emociones son ‘cosas sociales’. Son respuestas a situaciones. … Están encarnadas y provienen ‘de’ un cuerpo en lugar de tratarse de un cuerpo … Una emoción como la ira … tiene un lenguaje para describirla. … Las emociones son diferentes de las sensaciones porque el mundo conocido solo puede expresarse en un lenguaje que incluya el lenguaje de la emoción. … Son parte de nuestra cultura y tienen un aspecto ‘socio-relacional’. … Las emociones son comprometidas, profundamente sociales y relacionales. … Se pueden gestionar. … Las emociones se conectan con la agencia social. … Por tanto, sin un concepto de emoción, el análisis cultural es insuficiente. … El ámbito emocional es un ámbito ‘público’. … Una vez que las emociones se aceptan en la sociología, las divisiones entre lo privado y lo público, lo micro y lo macro se rompen. … La estructura social en sí misma es a la vez ‘medio y resultado’ de ‘prácticas encarnadas emocionalmente’”.

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En la lógica patriarcal, colonial y capitalista, el conocimiento sentido y narrado es infantil, primitivo y salvaje. Las fábulas son para niñes y no hay prueba científica que valide las experiencias sentidas. Somos parte de un orden social que ridiculiza y menosprecia las formas de conocimiento “alternativas”. Cuestionar el este orden supone también retar su forma de generar conocimiento. Audre Lorde ya lo había escrito una vez, cuestionando la lógica descartiana: “Los padres blancos nos dijeron: ‘pienso, luego existo’. La madre negra que todas llevamos dentro, la poeta, nos susurra en sueños: ‘Siento, luego puedo ser libre’”. Ahora nos toca a nosotres.

Jennifer Rubio, mejor conocida como Ciguapa, es una educadora y escritora dominicana. Divulga sobre antirracismo y feminismo a través de las redes sociales y ha trabajado como profesora de música en República Dominicana. Es parte de la colectiva AFROntera.

Twitter: @soyciguapa