El Día Internacional de la Mujer en México sorprendentemente ha ido un día más allá, el 9 de marzo, fecha que propuso la colectiva feminista de Veracruz, Brujas del mar, para hacer un paro nacional a fin de visibilizar la participación y aportación de las mujeres en el trabajo, el hogar, la economía, política y la vida pública, y, sobre todo, manifestarnos en contra de la violencia hacia la mujer. 

La iniciativa ha marcado agenda en muchos sentidos, llevamos una semana discutiendo, haciendo más propuestas, resistiendo el oportunismo y las descalificaciones. La periodista Nuria Varela, en el libro Feminismo 4.0, señala que cada ola viene acompañada de una fuerte reacción patriarcal que pretende echar atrás las iniciativas feministas y es justo lo que estamos viviendo.

Sin embargo, todavía no es 9 de marzo y ya se vislumbran destellos esperanzadores en nuestra sociedad. De entrada, la fuerza que ha venido tomando el paro, el cual ha provocado que simplemente comencemos a hablar de temas incómodos y dolorosos como los feminicidios y la violencia.

Hay hombres, pocos aún, que genuinamente están abiertos a escuchar, que se están cuestionando sus privilegios, que se han dado cuenta que el feminismo no los ve como enemigos. Hace unos días, un joven chofer de una aplicación me preguntó si haría paro, le respondí que sí, y se emocionó, me preguntó que cómo los hombres pueden colaborar con la causa, me contó de sus amigas violentadas y de cómo los niños sufren cualquier cantidad de abusos por parte de quienes se supone los deben cuidar, su familia y amigos cercanos, a él mismo lo había tocado un primo y apenas ahora es que tiene la fuerza para contarlo.

En Facebook, me invitaron a un grupo llamado Un día sin mujeres y muchas chicas se han animado a contar sus historias de violencia, a pedir consejo y ayuda, las respuestas son alentadoras, las animan, les dicen que no están solas, si hay alguna que juzga, de inmediato sale otra a poner orden exigiendo no emitir juicios. En medio del horror esos detalles son alentadores.

Hace unos días, María Elena Ríos, la saxofonista oaxaqueña que fue quemada con ácido por orden de su expareja, concedió una entrevista a un diario nacional, entre lágrimas narró cómo vio caer pedazos de su piel el día del ataque, cómo con su piel se iban sus sueños. Su cuerpo y su vida cambiarían irremediablemente.

El relato es fuerte y conmovedor, María Elena sostiene que, para mala suerte de su agresor, ella está viva y el amor de su familia, especialmente de su hermana que se ha convertida en activista para defenderla, le dan fuerza para seguir adelante, Chopin le da paz y reconoce que en todas las mujeres que la han apoyado con mensajes de aliento, tiene amigas, aunque no conozca sus caras.

Estamos en medio de la revuelta, la crisis de violencia y feminicidios nos tiene al límite y por primera vez, hay de todo menos indiferencia. Escuchar y leer estas valiente voces provoca empatía y compasión como seres humanos. 

Falta mucho por hacer, después del paro nacional, lo importante será la agenda que marquemos a partir del día 10 de marzo, no debemos bajar la guardia, vamos lento, pero avanzando, juntas, de la mano.