Si uno camina entre las calles de la Ciudad de México, es imposible no mirar las cafeterías, establecimientos que lograron ponerse de moda en las últimas décadas y que cada una de ellas tiene un sello y una vibra característica, ya sea para leer algún libro o revista, charlar con amigos o familia, tener primeras citas e incluso hacer juntas de trabajo.
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Aunque la gran mayoría de estas cafeterías son propiedad de los grandes corporativos estadounidenses como Starbucks o Tim Hortons, otros locales han sobrevivido gracias a sus diversas temáticas que pueden ir desde el terror, Disney hasta juegos de mesa, creando una experiencia única e irrepetible para cada usuario.
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Con anterioridad te hemos platicado de la cafetería más antigua de la Ciudad de México que se encuentra justo en el corazón del Centro Histórico o de la cafetería que está abierta las 24 horas del día, que se encuentra cerca del Eje Central Lázaro Cárdenas. Ahora, te contaremos de este lugar que tiene más de 100 de existencia y se ha convertido en uno de los lugares favoritos de los capitalinos.
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¿Cuál es la historia de la cafetería mexicana que cumplirá 110 años?
Se trata de la cafetería La Blanca, establecimiento fundado en 1915 por el empresario español Higinio Gutiérrez Peláez; inicialmente este lugar fue un expendio de leche ubicado en el número 38 de la calle 5 de Mayo, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Sin embargo, con el pasar de los años, el giro comercial fue cambiando; pasó de ser una lechería a una cafetería.
Este negocio llevaba el nombre de su rancho en Texcoco, Estado de México: La Blanca Asturiana, la cual era la fuente original de este producto lácteo y que todos los días sin falta transportaba desde el oriente de la capital mexicana hasta el corazón de la ciudad. Con el paso del tiempo, el expendio de leche comenzó a diversificar su oferta, incorporando otros alimentos para satisfacer las necesidades de sus clientes.
Para 1943, Marciano Diez y Diez adquirió el negocio con la visión de ampliarlo y mejorar la calidad de su producto, provocando una serie de modificaciones; la más importante fue el traslado de La Blanca al número 40 de la misma calle, ocupando un edificio histórico construido en 1870 que anteriormente albergaba al Hotel Comonfort. Gracias a esta decisión, el local creció y se convirtió en un referente dentro de la zona.
A partir de entonces, la fama de La Blanca creció notablemente, convirtiéndose en un punto de encuentro para locales y visitantes que buscaban disfrutar de una comida de calidad en el Centro Histórico. Su popularidad se debió en gran medida a la calidad de sus productos y al ambiente acogedor que ofrecía a sus comensales.
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A lo largo de los años y gracias a su privilegiada ubicación, La Blanca ha sido testigo de innumerables eventos históricos, además de recibir en sus 4 paredes a políticos, deportistas, artistas e intelectuales como Andrés Manuel López Obrador, Ricardo “El Finito”, Edith González y Carlos Monsiváis, entre muchos más.
Con el pasar de los años, el menú de la cafetería ha ido evolucionando; sin embargo, siempre han mantenido su esencia tradicional y su sabor original en diversos platillos como lo son los chilaquiles, cochinita pibil, carne asada y enchiladas, así como una variedad de panes y postres. Su famoso café "lechero" es una de las bebidas más solicitadas, caracterizado por ser un café cargado acompañado de leche hirviendo y espumosa.
La cafetería ha logrado mantenerse vigente a lo largo de más de un siglo, adaptándose a los cambios sociales y culturales de la ciudad, pero conservando siempre su esencia y tradición. Este equilibrio entre innovación y respeto por sus raíces ha sido clave para su permanencia y éxito continuado.
Hoy en día, La Blanca sigue siendo un punto de referencia en el Centro Histórico de la Ciudad de México, ofreciendo a sus clientes una experiencia que combina historia, tradición y gastronomía. Su longevidad y relevancia la convierten en un testimonio vivo de la rica herencia cultural y culinaria de la ciudad.