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Violencia psicológica y física: así enfrentó Lili ser madre adolescente en Veracruz

A los 15 años, Lili vivió violencia obstétrica, física y psicológica durante su embarazo. Su historia expone las carencias en educación sexual y la falta de apoyos para adolescentes embarazadas en Veracruz

Violencia psicológica y física: así enfrentó Lili ser madre adolescente en Veracruz
Violencia psicológica y física: así enfrentó Lili ser madre adolescente en VeracruzCréditos: Especial LSR Veracruz
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VERACRUZ, VER.- El embarazo de Lili estuvo marcado por juicios y violencia. A los 15 años, edad en la que se convirtió en madre, sufrió violencia obstétrica por parte de médicos del IMSS, así como violencia física y psicológica de su novio, dos años mayor que ella. Durante casi tres años, esta violencia fue lo único que conoció.

Lili describe su embarazo y relación de pareja como un “20 por ciento bonita y un 80 por ciento fea”, lo que contrastan con las promesas del padre de su hijo cuando descubrieron el embarazo adolescente: una vida en familia sin carencias.

Según el estudio Violencia doméstica en adolescentes embarazadas: caracterización de la pareja y prevalencia de las formas de expresión” de Scielo, las adolescentes embarazadas enfrentan condiciones de mayor vulnerabilidad social que las hacen más susceptibles a experimentar violencia doméstica.

En Veracruz, la Dirección de Salud Pública de la Secretaría de Salud estatal (SS) reportó que, durante los primeros cinco meses de 2023, se registraron 9,436 niñas y adolescentes de 10 a 19 años embarazadas.

Una nueva realidad

El embarazo no fue una sorpresa total para la pareja adolescente, relata Lili, pues lo sospechaban desde el principio y lo confirmaron una semana después. Sin embargo, la maternidad y sus responsabilidades resultaron muy distintas a la experiencia de cuidar un huevo crudo en sexto año de primaria.

“La educación sexual se aborda de manera muy superficial en las escuelas. Te hacen cuidar un huevo o cosas así para darte una idea de lo que es tener un hijo, pero no se parece en nada”, dice entre risas. “Realmente no sabía, no dimensionaba lo que significaba tener un hijo”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que las madres adolescentes tienen mayor riesgo de eclampsia, endometritis puerperal e infecciones sistémicas. Sus bebés, por su parte, enfrentan mayores probabilidades de nacer con bajo peso, de forma prematura o con afecciones neonatales graves.

“Primero platicamos con la familia de él y, desde el inicio, descartaron el aborto porque son personas católicas. A mí me dejaron claro que no podía hacerlo porque era algo malo, así que ni siquiera lo consideramos”, explica Lili.

En ese momento, Lili no tuvo oportunidad de reflexionar. Mientras se preguntaba “¿quiero tenerlo?”, su pareja le expresó alegría por la noticia, asegurándole que estarían juntos y que “lo sacarían adelante”. Él tenía 16 años; ella, 14.

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Detrás de ellos estaban los adultos. Algunos ofrecieron techo y apoyo económico; otros, los padres de Lili, plantearon el aborto y la posibilidad de elegir dónde vivir. Con la ilusión de una niña de 14 años, Lili decidió formar una familia en la casa de su novio.

En abril de 2007, la Ciudad de México se convirtió en la primera entidad en reconocer los derechos de las mujeres y personas gestantes con la despenalización del aborto y la creación de la interrupción legal del embarazo (ILE) hasta las 12 semanas de gestación.

En Veracruz, esta medida se aprobó en julio de 2021. Hasta el 31 de enero de 2023, se habían realizado 369 ILE en 23 hospitales del estado, según datos obtenidos por La Silla Rota mediante solicitudes de información. Entre las solicitantes había adolescentes desde los 14 años hasta mujeres de 48, con una edad promedio de 26 años.

Chantajes, celos y golpe

La emoción inicial de estar embarazada y formar una familia se desvaneció rápidamente. Durante el periodo de inscripciones escolares, por vergüenza, Lili decidió no cursar el tercer año de secundaria en su escuela habitual, sino en una nocturna meses después.

Temía las burlas y críticas, por lo que eliminó sus redes sociales y se alejó de su familia y amigas. Según explica, la manipulación de su novio comenzó ocho meses antes del embarazo, cuando él, que ya estudiaba preparatoria, la incitaba a faltar a clases, descuidar sus estudios y desafiar a sus padres.

“No sabía poner límites ni decir que no. No sabía cómo contarle a alguien porque sentía que me juzgaban. Incluso la orientadora de la escuela, a quien le conté mi situación, me hizo sentir juzgada y no me apoyó en absoluto. Eso me llevó a cerrarme cada vez más”, relata.

“Lo veía como algo normal. Pensaba que lo hacía porque me amaba, porque se preocupaba por mí”, añade. Según el estudio de Scielo mencionado, las adolescentes embarazadas enfrentan vulnerabilidades como el abandono escolar, la reducción de oportunidades educativas y la falta de apoyo de redes familiares o sociales.

A los pocos meses de vivir con el padre de su hijo, los celos comenzaron a controlar su vida. Con quién hablaba, a dónde iba y cuánto tiempo pasaba fuera de casa se convirtieron en motivos de conflicto que la aislaron del mundo exterior.

Esto se sumó a las miradas que recibía en el transporte público, en la calle y por parte del personal del IMSS, que en cada consulta le decía: “¡Estás muy chiquita!”. Pronto, la manipulación emocional dio paso a la violencia psicológica y verbal.

A los ocho meses de embarazo, ocurrió la primera agresión física. “Salimos a comer y él pensó que estaba mirando a alguien porque me quedé viendo a una persona. Al llegar a casa, me acorraló en una esquina y comenzó a golpearme en la espalda y las costillas. Yo solo lloraba”, recuerda.

Media hora después, el padre del adolescente, entonces de 17 años, intervino diciendo: “Ya cálmense, ¿no? No sé por qué están haciendo escándalo”. Aunque Lili pensaba recurrentemente en salir de esa relación, no lo lograba.

En el 2016, cuando Lili rompió fuente y estaba en labor de parto, describe la situación como incómoda y extremadamente dolorosa. La razón, explica, fue que su bebé defecó dentro de su vientre, lo que derivó en una complicación médica.

"Estaba ahí toda expuesta, era muy incómodo. El doctor me estaba revisando la dilatación porque ya tenía que nacer, y me dolía mucho. Yo me quejaba, sentía como que me moría. Entonces me gritó '¡Ya cálmate! Y para otras cosas sí estabas buena, ¿no?'. Hasta con el doctor me sentí juzgada en ese aspecto", recuerda.

La violencia obstétrica, de acuerdo con la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres, es el maltrato que sufre la mujer embarazada al ser juzgada, atemorizada, humillada o lastimada física y psicológicamente.

“Cuando mi mamá decidió dejar a un lado su orgullo y fue a buscarme, se dio cuenta de que estaba sufriendo violencia. Me convenció de regresar a casa. Creo que vino con un psicólogo, hablamos y dije: ‘Sí, estoy mal, necesito ayuda. Me voy a regresar’. Pero al día siguiente, él habló conmigo, me convenció de volver con promesas y le creí”, narra.

En ese momento, su hijo tenía poco más de un año. Sin embargo, al regresar, la situación empeoró. Lili estaba agotada de criar sola, aunque vivía en pareja. Limpiaba, lavaba, cuidaba al bebé, cocinaba y atendía al padre de su hijo, quien, acostumbrado al apoyo económico de sus padres, trabajaba de forma intermitente.

Sus sueños se habían desvanecido. Ya no aspiraba a ser modelo porque, al mirarse al espejo, apenas se reconocía. Entre cuidar a su bebé, la casa y su pareja, se olvidó de sí misma.

A los 17 años, cuando el padre de su hijo tenía casi 20, no tenía sueños ni metas, ni sabía quién era. “Finalmente decidí salir de ahí porque él empezó con problemas de alcoholismo. Cada fin de semana se la pasaba tomando y gastando dinero que no teníamos”, explica.

“Llegaba al punto de que, borracho, peleaba, gritaba y despertaba al niño. Un día llegó y, desesperada, le arrojé un jarrón de cristal. Hicimos un escándalo. Entonces dije: ‘No, esto tiene que parar’. Al día siguiente, tomé al bebé y, sin nada más, me fui”

La oportunidad de una nueva vida para Lili

Para romper el ciclo de violencia, Lili tuvo que negarse a escuchar al padre de su hijo. “No, si lo escucho, me va a convencer otra vez”, se repetía. Según cuenta, el problema del alcohol de su pareja era compartido con su padre, ya que ambos salían y regresaban ebrios.

Tras tomar la decisión de empezar de nuevo, Lili cambió. Denunció al padre de su hijo para exigir una pensión alimenticia —que, asegura, aún no recibe—, comenzó a ir a terapia y retomó sus estudios. Primero terminó la preparatoria, luego tomó clases de inglés, encontró un trabajo gestionando redes sociales y, finalmente, lanzó su propio emprendimiento.

Descubrió su amor por el arte, el dibujo y la pintura de paisajes en acuarela, actividades que la hacen feliz. Con su emprendimiento y talleres creativos, ahora mantiene a su hijo, que hoy tiene 9 años, y a sí misma, en lo que considera su mejor versión.

Según el Consejo Nacional de Población, la tasa específica de fecundidad de adolescentes (TEFA) en México se redujo un 16.7% entre 2015 y 2023, lo que equivale a una disminución de casi 100 nacimientos diarios.

En marzo de 2024, Veracruz ocupó el tercer lugar nacional con más casos de embarazos en niñas de 9 a 14 años, una situación que afecta los derechos sexuales, reproductivos, de salud y educación de niñas y mujeres.

Actualmente, México cuenta con la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (ENAPEA), implementada en 2015, que busca erradicar el embarazo en niñas y adolescentes, un fenómeno multifactorial.

Para Lili, aceptar y perdonarse por el ciclo de violencia que vivió durante años sigue siendo un desafío. Sin embargo, con apoyo psicológico y una red familiar —que antes no tenía—, hoy se reconoce como una mujer valiente, decidida y “con más sueños que nunca”.

Según expresa, todo habría sido más fácil si, desde el principio, alguien hubiera confiado en ella. “Solo eso, alguien que confiara en mí sin juzgarme por los errores que pude haber cometido. No sé, un maestro, una enfermera, quien fuera que se cruzara en mi camino y me diera el respeto que merecía”.

LM