VERACRUZ, VER.- A Irving Uriel Castro Carlín lo conocen como “El Pantera” en las fuerzas básicas del Atlas de Guadalajara. Es rápido, ágil y le encanta encarar a sus oponentes en el fútbol, cualidades que no solo le valieron el apodo, sino también un lugar en el equipo al que pertenecerá oficialmente hasta el 4 de agosto de 2025.
“El Velocirraptor” –como lo llamaban antes de que fuera fichado por las fuerzas básicas del Atlas– ha jugado fútbol desde los 3 años gracias a sus padres, aficionados al deporte que hoy le promete una carrera semiprofesional.
Entonces, recuerda su padre entre risas, Irving apenas coordinaba y perseguía el balón. “Al principio parecía que no le iba a gustar. Se distraía mucho, se entretenía en la cancha haciendo otras cosas y no jugaba fútbol. Pensamos que no era su deporte”.
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Sin embargo, diez años después, Irving fue fichado por las fuerzas básicas del Atlas de Guadalajara para formar parte de su equipo. Entrenará hasta que cumpla 14 años, cuando se renegociará su continuidad, posiblemente en la Casa Club.
Este es el primer año en que el Atlas selecciona niños de su edad, e Irving fue uno de los dos veracruzanos elegidos para iniciar una carrera futbolística en Guadalajara. El proceso, explican aún sin creerlo, duró solo dos meses.
Tras la segunda visoria, se lo comunicaron a Olga, su madre: “Lo queremos, nos interesa mucho”. Desde que recibieron la noticia a principios de abril, la felicidad, el orgullo y los nervios han invadido a la familia.
En agosto, el adolescente se mudará con su madre a Guadalajara, donde vivirá indefinidamente para desarrollar su carrera como futbolista semiprofesional apadrinado por el Atlas, que, además de los entrenamientos, le proporcionará su educación secundaria.
Irving es un chico tímido, pero cuando se le pregunta por el fútbol, su rostro se ilumina. Ha dedicado casi toda su vida al deporte y su objetivo es claro: ser como Cristiano Ronaldo.
Lo ha visto jugar por televisión y quisiera ser como él porque lo inspira profundamente. Hace años, cuando tenía entre 4 y 7 años, Irving también se sintió atraído por la natación, pero una conversación con un primo que practicaba fútbol lo hizo cambiar de opinión.
“Le dijo ‘ven’ y, gracias a su primo, fue a entrenar a esa escuelita de fútbol, donde empezó a tomar ritmo. Sé que quizás fue por su primo, pero desde entonces le empezó a gustar y ya no lo paramos”, dice con una sonrisa su padre, Uriel.
Irving era muy pequeño para recordar las palabras de su primo, pero estas surtieron efecto. Sus padres, quienes lo introdujeron al fútbol, lo hicieron bajo la premisa de que los niños deben practicar al menos un deporte.
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Como a la familia Castro Carlín le apasiona el fútbol, ese fue el deporte elegido para Irving y su hermana, de 10 años, quien también entrena en la liga filial del Atlas en Veracruz, a la que Irving pertenecía hasta ser fichado.
“Desde que su mamá y yo éramos novios, compartimos esa pasión. A sus hermanos también les gustaba mucho el fútbol, y siempre han tenido equipos en los mercados. Yo llegué y complementé”, explica Uriel.
Según Irving, sus primeros recuerdos son en la cancha de fútbol. Antes de que él mismo jugara, recuerda los partidos de su papá cada fin de semana. “Yo también tuve mi paso semiprofesional, y claro que al verme desde muy pequeño, le dieron ganas de seguir pateando la pelota”, dice sonriente Uriel.
Lo que ha mantenido a “El Pantera” en el deporte tantos años es la familiaridad y el compañerismo que encuentra en la cancha. “Me empezó a gustar muchísimo. Me sentía muy bien con mis compañeros. Le fui tomando el ritmo y, bueno, me encantó el fútbol”. Esto, para su padre, era primordial.
“Lo llevábamos a escuelitas donde todo era muy mecánico y jugaban sin los valores que hay detrás del fútbol. Entonces, busqué equipos donde pudiera convivir, jugar, relacionarse con niños de su edad y divertirse, no solo practicar el deporte. Eso es lo bonito del fútbol: el compañerismo. Muchas veces, la unión fuera de la cancha se refleja dentro de ella”, señala Uriel.
Para que Irving fuera fichado por las fuerzas básicas del Atlas, explica su padre, solo pasaron dos años y medio.
“Lo venían siguiendo desde que participó en un torneo en Guadalajara. Siempre le preguntaban al entrenador local cómo estaba, cómo progresaba, cómo iba su entrenamiento y cómo jugaba. Incluso, a veces lo grababan y enviaban videos para evaluar su progreso. Sinceramente, esperaban a que tuviera la edad adecuada”, explica Uriel.
La primera visoria fue en Veracruz en febrero. En esa ocasión, la filial del Atlas en Veracruz organizó un partido interno para evaluar a los chicos de las generaciones 2013 y 2014, donde observaron a Irving.
“El primer día, prácticamente no hizo nada; entró un ratito, lo sentaron y parecía que no les había gustado, no sé. Todos regresamos tristes ese día”, explica Uriel.
Sin embargo, una llamada esa noche, informándoles que Irving debía presentarse al día siguiente, les dio esperanza. “Nos dijeron que no faltara porque iba a ser importante y querían verlo con otros niños. Ese día jugó los tres partidos”.
Horas después, le comunicaron a Olga que Irving era uno de los seis niños seleccionados para la siguiente visoria, realizada en Guadalajara en marzo. Se emocionaron, pero permanecían expectantes.
Según Uriel, ellos financiaron ese viaje, no la filial ni el equipo del Atlas. Esto, explicó, fue posible porque tiene un trabajo estable que le permite apoyar el sueño de su hijo sin tantas restricciones.
“No te preocupes por el dinero; tu prioridad debe ser mantenerte, dedicarte y entrenar todos los días como corresponde o cuando se te requiera. De lo demás, tu papá y yo nos encargamos”, le dicen constantemente al niño de 12 años, quien, según ellos, es noble y se preocupa por los gastos familiares en los partidos de fútbol.
Gracias al talento de ambos niños, Uriel explica que sus hijos llevan meses becados en el equipo filial, lo que ha reducido la inversión en su pasión por el fútbol.
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Una carrera prometedora en el fútbol
Por motivos laborales, Uriel no pudo acompañar a Irving a Guadalajara, donde Olga, su madre, lo acompañó. Apenas llegaron, cuenta con una sonrisa, su hijo fue recibido con amabilidad por los directivos y los demás niños.
“Me sentí muy bien, tranquilo”, dice Irving con una gran sonrisa. Apenas llegaron al recinto del Atlas, la inmensidad del lugar los dejó sin palabras. Según Uriel, su esposa comentó que la seriedad y el profesionalismo se percibían en el ambiente, las paredes y las fotografías exhibidas.
“Aquí están los profesionales. Aquí puedes desarrollar tu carrera, te queremos aquí”, le dijeron a Irving durante el recorrido. Nervioso, no rindió bien el primer día. Sin embargo, los dos días siguientes, Irving ganó confianza y jugó como sabe: sin dudar, rápido y en equipo.
“El segundo día destacó porque hizo buenas jugadas y anotó goles. Desplegó su fútbol y, la verdad, captó la atención de inmediato. Tanto así, que un directivo bajó, lo apuntó y dijo que lo quería”, explica su padre con una sonrisa.
Cuando le comunicaron a Olga que Irving era uno de los dos veracruzanos seleccionados para las fuerzas básicas del Atlas, ella se emocionó y guardó la noticia para compartirla en privado con Irving.
Cuando se lo dijo, Irving saltó de emoción. Estaba tan feliz que, según cuenta, sintió ganas de llorar. Su sueño siempre ha sido ser futbolista y, ahora que está a punto de iniciar su carrera semiprofesional, apenas puede creerlo.
Su felicidad es tal que ni siquiera abandonar su hogar o separarse temporalmente de su familia lo entristece demasiado. “Teníamos la esperanza de que, si se mantenía, algún día lo descubrirían y podría destacar al máximo. Y lo hizo, lo logró. Nos sentimos muy orgullosos”, explica Uriel.
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Un camino lleno de retos
Lo que sigue, explica su padre, es firmar el contrato en julio y esperar hasta agosto, cuando Irving comenzará sus entrenamientos en la Casa Club del Atlas de Guadalajara, aunque sin residir ahí porque aún es muy pequeño.
Para ello, sus padres ya se preparan. Olga está buscando una casa o departamento para rentar y vivir con Irving hasta que cumpla 14 años. Aunque esperan que el equipo los apoye con esos gastos, mencionan, la estadía correrá por su cuenta.
Hasta ahora, explica Uriel, el equipo se ha comprometido a financiar los entrenamientos y la educación académica de Irving. Además, destaca que están satisfechos con el trato que los directivos, el entrenador y los demás niños le dieron a Irving, incluyéndolo y tratándolo de manera personal en todo momento.
Mientras sus padres organizan su nueva vida, que también implica cambios en la carrera de su hermana, Irving, con una sonrisa y los ojos llenos de ilusión, les dice a otros niños: “Échenle ganas y trabajen duro para que puedan cumplir sus sueños”.
LM