VERACRUZ, VER.-Cuando Jennifer nació, los médicos le dijeron a Constanza que su hija con síndrome de Down “tal vez” no viviría más de un año. "Tal vez no pueda caminar, tal vez no pueda hablar. Siempre va a estar enferma”, escuchó sin empatía hace 37 años. Hoy, en contra de todo pronóstico, Jennifer es una adulta sana que trabaja para sustentar a su familia.
Constanza, una mujer de ahora 63 años, se pasmó con la noticia. Nunca había escuchado del síndrome de Down, una discapacidad intelectual que tienen 7,500 personas en el estado de Veracruz, según estadísticas del INEGI proporcionadas por la Fundación de Síndrome de Down Veracruz.
El empleo de Jennifer como auxiliar en Grupo MAS es un sueño que su mamá no se había permitido tener por miedo. Miedo a que la discriminaran, a que no entendieran su forma de ser tan metódica y que, por ende, Jennifer “no pudiera” desarrollar las actividades que le indicaran a pesar de hablar y moverse sin dificultad.
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Pero no fue así. Tras una entrevista, realizada hace tres años y medio, Jennifer Casals Pérez logró conseguir el segundo empleo formal de su vida. Ahí, en la sucursal de Zaragoza, Jennifer se encarga de sacar copias, pasar sobres, monedas y comunicarse con las chicas de cajas, actividades que realiza sin problemas de 8 de la mañana a 2 de la tarde.
Antes de trabajar como auxiliar, Jennifer encontraba placer y entretenimiento en las actividades de danza, manualidades y limpieza que realizaba en su casa. Ahora que trabaja en una empresa debido a su programa de inclusión, Jennifer está feliz. De su nueva rutina, dice, lo que más disfruta es la interacción social y el poder ayudar económicamente a su madre.
Contexto: la inclusión laboral en personas con síndrome de Down
El síndrome de Down, conocido también como trisomía 21, es un trastorno genético que se origina cuando la división celular produce una copia adicional total o parcial del cromosoma 21, según información del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
De acuerdo con el Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad, esta condición, considerada también una discapacidad intelectual, influye en el desarrollo físico y cognitivo de quienes la presentan, pero no define sus capacidades ni su potencial.
Jennifer, por ejemplo, no pudo aprender a leer porque no tiene la capacidad intelectual para ello, según le dijo una psicóloga a Constanza hace años. Sin embargo, esa imposibilidad no ha sido impedimento para que Jennifer se desenvuelva con éxito en su empleo. Habla de forma lenta, pero entiende conversaciones y puede mantener una sin complicaciones.
Según reconoce Claudia Karime Vidaña García, directora de la Fundación Síndrome de Down Veracruz, esto se debe a que el trabajo de Jennifer se adapta a las habilidades que tiene.
“Jenni no labora todas las horas. Ella tiene un horario ajustado a sus necesidades. Tal vez pensemos que un trabajo promedio sería mucho pedir, ¿no? Pero si trabajamos en conjunto, yo creo que sí se puede hacer ese tipo de ajustes para que los chicos puedan desarrollarse bien”, explica.
Por ello, dice, en la Fundación están contentos con la integración de Jennifer a la vida laboral. Su ejemplo significa que, si las instituciones colaboran con las fundaciones y con los padres de familia, oportunidades para lograr un nivel de independencia más alto en los chicos y chicas con síndrome de Down son posibles.
Solo se necesita, dice, ciertos ajustes. Entre ellos, la capacitación de personal y “la apertura de mente y de corazón” de las empresas para ofrecerles a las personas con discapacidad intelectual otros trabajos además del área de limpieza.
“Todos los empleos son honrosos, pero, ¿por qué no pensar en otras áreas? Claro, de acuerdo a las habilidades y también a lo que las personas quieran o les agrade. Podríamos ver más allá”, dice Karime Vidaña, directora de Fundación Síndrome de Down Veracruz.
Para esto, a su vez, menciona que las empresas deben perder el miedo a lo desconocido, que en este caso es contratar a una persona con discapacidad y adaptar el puesto laboral a las necesidades de, en este caso, el trabajador con discapacidad.
De las 56 personas con síndrome de Down que forman parte de la Fundación, Jennifer es la única adulta que trabaja en un empleo formal, donde recibe prestaciones de ley y “condiciones justas”, según describió la directora.
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El cambio de Jennifer desde que comenzó a trabajar
Desde que Jennifer trabaja en Grupo MAS, donde es apreciada por sus compañeros y compañeras, se le ve más sonriente y motivada. Con alegría y compromiso, cada mañana se levanta a las seis, sale de su casa a las 6:40 y llega al trabajo, acompañada de su madre, entre 7:20 y 7:30 de la mañana “porque no le gusta ser impuntual”.
En muchas ocasiones, levantarse tan temprano le pasa factura a Constanza, quien tiene 63 años y actualmente no puede trabajar por tener su mano izquierda rota. “A veces le digo ‘ay, yo ya me cansé de pararme temprano y llevarte, ¿por qué no te vas sola?’ pero me dice que no (...) pero ahorita más bien la que paga todo es ella, o sea, con su trabajo”, explica Constanza.
Si Jennifer no tuviera trabajo, Constanza admite que no sabría cuál sería la situación económica de ambas. Desde que Jennifer cumplió 7 años, Constanza se hizo madre soltera.
Fueron los trabajos de limpieza en el hogar, de cuidados a adultos mayores, de tejido, de venta de productos de catálogo, de venta de gelatinas y tamales, con los que ella pagó los talleres de piñata, de cocina, de motricidad, de futbol y de folclor con los que Jennifer se hizo cada vez más independiente, hasta el punto de hacerla capaz de conseguir un empleo de medio tiempo.
Punto validado por el Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad, que afirma que “con los apoyos adecuados, las personas con síndrome de Down pueden acceder a la educación, el empleo y la vida independiente, al igual que cualquier otro individuo”.
La necesidad de inclusión en Veracruz
Jennifer es el ejemplo de que la inclusión en el ámbito laboral es posible. Karime Vidaña García, directora de la Fundación de Síndrome de Down, explica que la inclusión no consiste en tratar a las personas que tienen esta discapacidad como si no la tuvieran, sino en adaptar los espacios y actividades a ellas.
Karime relata que hace algunos años hubo una cafetería ubicada en Boca del Río llamada Chef Down, en la que trabajaron diversos integrantes de la Fundación; entre ellos, Jennifer. No duró mucho el proyecto, pero ahí Jennifer aprendió a preparar bebidas calientes y frías.
Explicó también que como Fundación han tenido acercamiento con otras empresas, sin embargo, al momento de querer incluir personas con discapacidad en su plantilla laboral, estas caen en el error de quererlas evaluar como personas neurotípicas (sin discapacidad) al pedirles certificados de estudios.
Esto, dice, porque ninguna de las 56 personas de la Fundación de Síndrome de Down Veracruz cuenta con certificado de bachillerato. “Es también parte como que de la falta de información al respecto, porque el hecho de que una persona con síndrome de Down o discapacidad intelectual tenga un certificado no garantiza que realmente, pues, tenga todo este conocimiento que como cualquier otro joven neurotípico”.
Como Fundación y como padres y madres de jóvenes con síndrome de Down, Karime explica que la lucha constante está en que ellos sean reconocidos como personas más allá de su discapacidad. Para eso, los chicos y chicas con discapacidad deben estar involucrados en la sociedad.
“Créeme que los chavos están ávidos de eso, de querer trabajar, de tener su dinero, de desenvolverse en esta área y de ser independientes. Claro, no lo serán porque necesitarán siempre una guía, dada la discapacidad intelectual. Pero dentro de lo que ellos puedan lograr, claro que pueden lograr mucho”.
Para Jennifer, disfrutar de un trabajo además de sus actividades favoritas, como lo son las actividades de limpieza y escuchar mambo, es divertido e importante porque se siente útil. “Me encanta trabajar, y más que yo apoyo a mi mamá”, explica con una sonrisa.
LM