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No basta pensión del Bienestar, falta sensibilidad en empresas: Michelle

Michelle es beneficiaria del programa de Pensión del Bienestar para Personas con Discapacidad; la cantidad que le dan cada dos meses la reparte en pagar el transporte a la escuela para ciegos y el resto tiene que elegir entre ir al doctor o comprar despensa

No basta pensión del Bienestar, falta sensibilidad en empresas: Michelle.Créditos: Inés Tabal G.
Escrito en VERACRUZ el

Después de perder la vista, Michelle Rodríguez aprendió varias actividades; desde tocar la guitarra, la flauta y la melódica, hasta computación y  el oficio de la masoterapia. Pese a todos esos conocimientos tiene dificultades para encontrar un trabajo formal por su discapacidad, por lo que sobrevive con la pensión para personas con discapacidad de la Secretaría de Bienestar, aunque a veces no le alcanza para cubrir sus necesidades.

La joven de 22 años recibió el primer pago de la Pensión para el Bienestar de las Personas con Discapacidad que otorga el gobierno federal a finales del 2021. La cantidad que le dieron en ese entonces fue de 2 mil 200 pesos, actualmente el apoyo subió a 2 mil 900 cada dos meses.

La mitad del dinero lo ocupa para pagar sus transportes a la escuela de ciegos a la que va en el puerto de Veracruz. Debido a que se le dificulta andar en camiones urbanos prefiere tomar taxis; al mes gasta un promedio de 900 pesos y el resto lo tiene que repartir entre comprar comida o ir al oftalmólogo cuando su salud lo requiere.

“A veces es complicado, porque a veces toca priorizar. O sea, por ejemplo, decir este mes la ayuda va a ser para cubrir tales gastos y este otro para cubrir lo de la comida o despensa, hay que estar viendo qué priorizar y dejar de lado otras cosas”, cuenta.

En su casa viven cuatro personas. Su papá es el único que aporta un ingreso económico, trabaja en la fontanería y debido a que su empleo es esporádico tampoco cuenta con un sueldo fijo. Las temporadas donde el empleo es constante puede obtener 2 mil pesos quincenales y cuando no, es Michelle quien ayuda para pagar algunos gastos del hogar.  

No tiene trabajo fijo

Michelle padece ceguera total, ella nació con fragilidad en las retinas lo que hizo que poco a poco perdiera ese sentido. A los siete años perdió la vista del ojo derecho y a los 16 su mundo quedó en completa oscuridad. Para sus padres enfrentar el diagnóstico fue difícil, pero para ella no tanto, pues lo había asimilado.

“Mis papás se deprimieron, pero yo lo venía asimilando desde hace tiempo, porque la pérdida de vista no fue instantánea, fue poco a poco y lo fui asimilando y llevando bien; primero dejé de distinguir formas, colores y la profundidad de las cosas”, cuenta.

Después de ocho meses de perder el sentido de la vista, un amigo de su mamá le recomendó la escuela para ciegos: el Centro de Educación Especial de Trastornos Visuales (Ceetvac) en el puerto de Veracruz.

Esa escuela ayuda a personas con discapacidad visual a aprender distintos oficios y talleres para que puedan tener las herramientas y desempeñar un trabajo en empresas. Michelle aprendió braille, a tocar diferentes instrumentos, computación y estudió dos años masoterapia que es el uso de distintas técnicas de masaje con fines terapéuticos.

A pesar de todos estos conocimientos afirma que es difícil conseguir un trabajo estable en alguna empresa, pues no quieren contratarla. Gracias a un proyecto que una de sus maestras les presentó, logró conseguir empleo dando masajes en un negocio; sin embargo, solo va una vez al mes. 

El único pago que recibe por cita es de 500 pesos, esta cantidad la ocupa para pagar los servicios que hagan falta en su casa, aunque estas acciones los benefician, siguen sin ser suficientes para cubrir la brecha laboral que hay para este sector, afirma la joven.

“Aunque nuestra maestra lleva propuestas a diferentes empresas no le abren campo, como que no nos creen capaces, hasta que no nos ven ahí trabajando y presentándonos profesionalmente no creen en nosotros y no hay mucho campo en donde desarrollarnos”, lamenta.

El Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indica que en el país hay 7 millones 168 mil 178 personas que tienen alguna discapacidad o condición mental. De esta cantidad solo 38 por ciento, (2.4 millones) formaban parte de la población económica.

La población que tiene alguna discapacidad y que trabaja, también sufre la desigualdad salarial, según un informe emitido en julio del 2022 por la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami), pues en México este sector gana 6.6 por ciento menos a comparación del resto de los trabajadores.

Leyes para contratar a personas con discapacidad no se cumplen

En febrero del 2022, el Pleno del Senado de la República aprobó reformar el artículo 132 de la Ley Federal del Trabajo, que tenía como efecto reducir y remover las barreras que las personas de este sector tienen en el ámbito laboral.

En esta nueva reforma se estableció que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, en coordinación con autoridades de trabajo del país, debían desarrollar programas y políticas públicas para fomentar la inclusión laboral de las personas con capacidades diferentes.

También deberían de regular los temas de contratación, capacitación, formación profesionalización de los trabajadores que tienen alguna discapacidad, otro de los aspectos relevantes de esta reforma era que las empresas con más de 20 trabajadores deberían ofrecer más del cinco por ciento de sus bacantes a personas de este sector.

Norberto Pavón Sánchez, representante estatal de la Red Nacional de Ciegos México (RENAC) señala que pese a estas reformas las empresas siguen sin contratar a las personas con discapacidad, por lo que el avance es poco.

“Los apoyos económicos son muy buenos, nos ayudan, pero no nos alcanza. Lo que nos hace falta es sensibilizar el aspecto laboral y educativo. Lo que nos ayudaría más es tener un buen trabajo, un buen sueldo o más oportunidades laborales en las empresas”, añade.

Norberto estudió la carrera de Fisioterapia, sin embargo, debido a que padece de ceguera ninguna universidad pública lo admitió en su plan de estudios, por lo que emigró a Sinaloa, ahí concluyó su preparación y regresó a Veracruz para su servicio social, y aquí se enfrentó a la desigualdad laboral, pues no había plazas para que él trabajara.

Lo mismo le pasó a sus compañeros de otros estados, pues asegura que de su generación ni la cuarta parte de los 30 egresados tienen un trabajo estable. Él tuvo que poner su propio consultorio en su casa para poder trabajar.

“Las empresas mejor prefieren donar o aportar dinero a tener una persona con discapacidad trabajando con ellos, aunque haya leyes falta mucho por mejorar. Los dueños piensan que contratar a personas con discapacidad serán una carga”, dice.

Michelle y Norberto concuerdan que para mejorar su situación de las personas con discapacidad se deben de implementar más apoyos en cuanto a trabajo, por lo que las ayudas monetarias solo ayudan a cubrir una pequeña parte de sus necesidades.

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