La recién estrenada película Contraataque en Netflix, la cual se adentra con crudeza en las entrañas de un México herido, corrompido y enfrentado, podríamos decir que su narrativa no es complaciente, pero tampoco fantasiosa. Es, en muchas formas, un espejo. Uno que, como los corridos, refleja la violencia, la desesperanza y la sobrevivencia de quienes habitan este México fracturado.
A muchos en el gobierno seguramente no les gustará y dirán que promueve al narco. Porque Contraataque retrata lo que preferirían ocultar bajo los discursos en conferencias de prensa: la colusión entre fuerzas del orden y crimen organizado y la impunidad. No es una obra propagandística, sino casi testimonial. Como los corridos, no crea la violencia, la canta; no inventa el caos, lo documenta; no fabrica los muertos, los honra con historia.
Y es aquí donde la ironía alcanza niveles surrealistas, justo cuando el país se ve desbordado por la violencia y la estrategia de "abrazos no balazos" se muestra insuficiente, el ejército mexicano anuncia la creación de la "Banda FX", un grupo musical que compondrá corridos... sí, corridos, pero esta vez para enaltecer a las Fuerzas Armadas, hemos pasado del "abrazos no balazos" al "tamborazos no balazos".
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La idea raya en la burla, mientras en muchas regiones del país los cárteles ya tienen su propio soundtrack, los corridos, ahora el Estado quiere competir en la misma arena. La Banda FX no combatirá el crimen con música, pero sí intentará construir una narrativa heroica que contrarreste la percepción pública de un ejército que ha sido cada vez más criticado por sus excesos, por su opacidad y por asumir funciones que deberían corresponder a autoridades civiles.
No se trata de si el ejército tiene buena banda o buenos vocalistas, se trata de qué papel queremos que juegue en una democracia, mientras el país se llena de retenes, de cuarteles y de patrullajes militares, la cultura se convierte en un nuevo campo de batalla simbólica. Tanto “Contraataque” como los corridos, lo retratan con una crudeza que no necesita adornos.
Haciendo zoom… Y así, entre balas y tamboras, México sigue atrapado entre la violencia que niega el gobierno y la narrativa que intenta imponer. Pero ni la banda del ejército puede cambiar una verdad incómoda, en este país, la realidad siempre supera la ficción y lo peor es que nos estamos acostumbrando a ello. Porque cuando el Estado responde a los gritos de justicia con redobles de tambor, lo que suena no es música: es resignación.
ys