Lo que puede hacer la desgracia de un banquero es prestar dinero a quien lo necesite.
En dos ocasiones, durante la semana pasada, la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo solicitó al sector financiero del país una reducción en las tasas de interés con objeto de mejorar la actividad económica.
La primera solicitud la formuló el 14 de abril durante su conferencia matutina. En dicha ocasión afirmo que las tasas son muy altas, sobre todo considerando que el Banco de México ha bajado la tasa de referencia con la que otorga recursos a la banca. (Esto ocurrió el 27 de marzo cuando ubicó su tasa de referencia en 9%). La presidenta informó que había instruido al Secretario de Hacienda y Crédito Público para que negociara con los banqueros sobre el tema.
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La segunda ocasión en que se refirió al tema, fue en su conferencia del 16 abril. …“tienen que bajar las tasas de interés para poder acceder a créditos —y ahí la banca de desarrollo va a hacer su parte—, para que estas ideas que se generan, esta inteligencia, esta creatividad que tenemos las y los mexicanos pueda traducirse en un pequeño negocio, en el desarrollo de estas actividades; porque hoy, hay tasas muy, muy altas, que a veces, para el primer año de un negocio no son suficientes”.
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Los especialistas financieros opinan que las tasas de interés no se pueden bajar por decreto y que no es una buena señal que desde el poder se interfiera en aspectos relacionados con la autonomía del Banco de México.
La Presidenta ha confirmado su asistencia a la 88 Convención Bancaria que se realizará en Nayarit los días 8 y 9 de mayo próximo, donde seguramente uno de los temas a tratar será la solicitud de reducir las tasas de interés a las pequeñas y medianas empresas “PYMES”.
En el epígrafe anoté una frase que leí hace más de 5 décadas, cuando me iniciaba en el estudio formal y sistemático de la ciencia económica. Significa simple y llanamente que los banqueros deben ser cuidadosos en el otorgamiento de créditos. El dinero que prestan no es de ellos, sino de los clientes que les han confiado sus ahorros.
Es decir el dinero que prestan los bancos es de las personas que depositan en ellos su confianza. Lo que reciben de sus clientes significan para ellos un pasivo sobre el que deben responder. Sus activos son los préstamos que otorgan y deben ser cuidadosos sobre el destino de dichos créditos.
Actualmente los bancos pagan una tasa de interés entre 9 y 11% en sus operaciones pasivas, lo que les depositan sus clientes, mientras que lo que cobran, varía según el tipo de crédito.
Por los créditos hipotecarios que son de bajo riesgo, por la garantía que ofrecen, (la casa queda hipotecada), las mayores tasas fluctúan alrededor del 12%. Por idéntica razón los créditos para comprar un automóvil, también son bajas, inferiores al 14%, según mis últimas observaciones. La razón de la baja tasa es evidente. La factura del auto se entrega al cliente hasta que el crédito sea liquidado.
Pero hay un renglón en el que la tasa es muy elevada, pudiendo ser superior al 30 si se considera el CAT (Costo Anual Total). La razón de esta elevada tasa de interés también se explica fácilmente. Las tarjetas de crédito son prácticamente créditos a la palabra, es decir sin garantía, con altos porcentajes incobrables. Dicho con otras palabras, los clientes cumplidos pagan por los incumplidos.
Sin embargo un requisito indispensable para que tanto en la banca comercial como en la de desarrollo puedan reducir las tasas, tiene que ver con mejorar el Estado de derecho y darle seguridad jurídica a los bancos para facilitarles la cobranza y ejecución de garantías en forma rápida y eficiente.
Es alentador que la Presidenta CSP se preocupe por la tasa de interés que pagan las Pymes y trate de que se reduzca para estimular la actividad económica en el país, sobre todo en este su primer año completo de gobierno cuando según diversos indicadores apunta a una recesión igual o peor a la que sufrimos el sexenio anterior.
Pero uno se pregunta si la tarea de CSP debería enfocarse en asuntos como Estado de derecho, es decir reducir extorciones, secuestros y derecho de piso, etc., etc., etc. ¿Estas medidas estimularían mucho más la actividad económica?
Otra pregunta que queda en el aire es si la presidenta en lugar de apuntar al sector financiero, que funciona relativamente bien, ¿no debería enfocar las baterías a lograr mayor eficiente en las obras que heredó como Tren Maya, Aifa, Dos Bocas, Mexicana de Aviación etc., etc., etc.?
¿No debería la Presidenta tratar de mejorar la administración del sistema de salud, en particular la compra de medicinas para que no ocurran fraudes como el de Birmex?
¿Por qué el gobierno insiste en usar los recursos estatales para actividades empresariales que se ha demostrado desde los años 70s, no pueden realizar con eficiencia?
¿Qué ocurrirá cuando la seguridad jurídica dependa de intereses populares el próximo 1 de junio? ¿Se generará incertidumbre con lo que esto supone en inversión, empleo y crecimiento?