OPINIÓN

El solitario comienzo

Nescimus quid loquitur

Créditos: La Silla Rota
Por
Escrito en VERACRUZ el

Los pensamientos se tornan en contra nuestra si les damos la mínima oportunidad; como organismos parasitarios, se alimentan de aquellos miedos e inseguridades que nos atormentan, se robustecen, aferrándose con más fuerza a nuestra espalda.

Entre tantas ideas, es difícil alejar ciertas preguntas; todo se complica cuando nos encontramos en momentos de vulnerabilidad, como lo es vivir un proceso. Sobre lo anterior, ¿cuántas personas en verdad son parte de la causa?, cuántos son sólo atentos mirones, o peor aún, atentos mirones en espera de que nos tropecemos.

Si hacemos cuentas de quiénes nos acompañan, sabremos lo cansado que es sentir la fría y pesada soledad; observar que no todos se emocionan con nosotros cuando hemos llegado a una nueva meta, después del sacrificio vivido; después de la insistencia, el desvelo y las escoriaciones en la piel.

No todos nos acompañan en los momentos difíciles, no todos nos ofrecen aliento o un vaso con agua, y en realidad no tienen por qué hacerlo, cada quien está viviendo sus propios procesos; sólo sería reconfortante sentir aquel apoyo que nos sirva de contención, acompañamiento o validación.

Estar desde el comienzo hasta el final es duro. Requiere un esfuerzo grande, un compromiso para compartir la carga, y es entendible que no todos lo soporten. Todos se amontonan cuando el final de la carrera ha llegado, pero muy pocos lo hacen durante el comienzo del comienzo.

A veces ese auxilio viene por compromiso consanguíneo o por nuestra insistencia, no llega como producto genuino del corazón, una manifestación pura y unilateral que busque nuestro éxito por una creencia fidedigna de la causa, de nosotros. En ocasiones ese apoyo sincero, viene de afuera de nuestros círculos más cercanos, en manos de aquella gente que le gusta tanto lo que hacemos que busca ser parte de ello; otras veces viene de quienes han vivido un proceso similar al de nosotros pero en distinto tiempo y buscan romper el ciclo de soledad.

EL COMIENZO DE COMIENZOS

Leyendo a Baudelaire me encontré con una serie de ideas sobre el trabajo creativo, que engarzaban naturalmente con la vida misma, y con aquellos procesos que llevamos a cabo entre comienzos y finales, finales y comienzos.

En unas cuantas líneas, el poeta francés expresaba que siempre que comenzamos algo, existe una carrera oculta, un comienzo o varios comienzos atrás que aparecen invisibles ante los ojos del mundo, pero que nosotros vivimos -sufrimos- para llegar a aquel comienzo visible que todo mundo ve y que algunos de ellos prejuzgan.

La mayoría de la gente no ve aquel esfuerzo grandísimo que se realiza para obtener un resultado, sólo vislumbran el resultado a secas, ese que significa de por sí un nuevo comienzo; no intuye que existe un comienzo del comienzo donde empezó a gestarse todo, un punto germinal donde nace la idea primigenia; no buscan saber, ni mucho menos involucrarse en el proceso.

Es solitario comenzar. Nos encontramos nosotros mismos trazando lo que vamos a hacer, haciéndolo. Escribir es solitario por lo mismo, somos nosotros y nuestras ideas contra el mundo; en ciertos momentos podemos dialogar con los demás, explorar nuevas aristas de un tema, pero el momento cuando confeccionamos un texto es un momento solitario, que refleja crudamente lo que significa el proceso.

Duro, solitario, cundido de dudas, con más errores de los que aceptamos, así como unos cuantos aciertos; entre bosquejos de ideas, atisbos de lo que será; así podría describirse esa etapa donde todo se encuentra en obra negra, donde el dolor se curte y el aprendizaje llega a raudales a través de la experiencia.

FINALES Y COMIENZOS

Los procesos son tan diversos como las personas que los viven. Ninguno es igual, aunque presenten ciertas similitudes. Entre constantes, se encuentra que todos cuentan con un principio y un final, pero la interconexión permite que el final se vuelva un nuevo comienzo, y el comienzo, se asiente como un nuevo final.

Asimismo, otro elemento es que los procesos no son lineales ni estáticos, están en constante movimiento desde la plenitud a la vulnerabilidad, ciclando emociones que se contraponen pero a la vez se complementan. Pese al dolor que cause sentirse vulnerable, pese a lo frustrante que sea encontrarse en un punto de crisis, se vuelven elementos indispensables e irrenunciables para aprender.

Aprendemos mientras vivimos, mientras nos tropezamos y caemos, mientras ganamos y subimos a la cúspide de nuestros deseos. Aprendemos a mirar atrás, y al hacerlo vemos todo lo que hemos hecho, entre lo que resultó y lo que fracasó. El cúmulo de todo lo observamos desde la distancia y el tiempo, nos permite leer las lecciones no escritas que nos ha dejado el proceso.

La mayor parte de nuestra vida avanzamos solos, soñamos solos, planeamos solos, no hace falta decir más al respecto, pero en ocasiones contamos con personas que nos quieren y nos acompañan en ciertos trayectos, personas que nos admiran y buscan ayudarnos. En ocasiones tenemos la fortuna de contar con estas redes que nos sostienen, otras no tanto; y cuando las tenemos, pese a que no ayuden a acelerar el proceso, aligeran la carga al escucharnos, contenernos, acompañarnos validando eso que sentimos, eso que estamos viviendo.

mb