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Venezuela, el país donde todos pierden

La reciente elección presidencial con la que el gobierno de Nicolás Maduro se afianza, no hace más que agudizar la crisis política

Escrito en MUNDO el

“No importa que andemos desnudos, no importa que no tengamos ni para comer, aquí se trata de salvar a la revolución”, decía Hugo Chávez como si su voz fuera de profeta.

El domingo 20 de mayo pasado, el ausentismo y la apatía fueron la constante en las elecciones para Presidente de Venezuela. Al final, el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció el triunfo de Nicolás Maduro con 68% de los votos, mientras que los candidatos opositores apenas y lograron juntos el 32%. La abstención se situó por arriba del 50%.

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Para Tulio Hernández, columnista del diario El Nacional, el panorama es el de un país en el que todos pierden. Pierde la oposición dividida, pero el gobierno ganando también pierde.

“Primero, porque la abstención mayoritaria —la más alta en la saga de las elecciones presidenciales desde 1958— es evaluada como una acto político de desobediencia civil. Y, además, porque a diferencia de los comicios presidenciales anteriores validados por todos, esta vez los resultados —y por lo tanto la próxima presidencia de Nicolás Maduro— no son reconocidos por un gran número de gobiernos democráticos de América y Europa”, de acuerdo con artículo publicado en The New York Times.

(Fotos de EFE)

El sociólogo y experto en cultura y comunicación, asegura que el otro dilema se les viene encima a los ciudadanos comunes y los activistas políticos con convicciones democráticas: dejar que el gobierno, a la usanza de las casi seis décadas de dictadura comunista en Cuba, se perpetúe en el poder, convocando periódicamente a elecciones blindadas para no perder; o aprender a convivir con las otras salidas propuestas y en desarrollo: la asonada militar, la insurrección popular de calle, la intervención extranjera o una mezcla de las tres.

Alberto Barrera Tyszka, escritor y colaborador de The New York Times, tiene un panorama desolador. “Nada cambia y todo va a empeorar: el único destino político posible de la oposición está en pensarse y organizarse desde las angustias y las luchas de los ciudadanos. Hay un país que ya no cree en el voto pero que sí cree en la esperanza, que sí está desesperado por salir de la crisis. Un país que anda urgido de política”.

¿QUÉ DICE LA GENTE?

En un país con una hiperinflación de 13 mil 500%, los testimonios son desgarradores.  The New York Times recopiló algunos de ciudadanos venezolanos.

“EL ÉXODO”

Nora Morrison lamenta la división familiar, pues los jóvenes se van del país en busca de un mejor futuro, mientras los adultos se quedan en Venezuela tratando de cuidar lo poco que les queda.

“Para conseguir lo que está regulado, uno termina recorriendo la ciudad por varios supermercados. Los estantes están llenos de productos no primordiales, pero el aceite, harinas, café y arroz son escasos. Los precios suben semanalmente y, como no hay efectivo, se paga todo con transferencia bancaria.

“El transporte público prácticamente ha desaparecido. No hay agua, pero sí apagones diarios de electricidad. Todos los días debemos rogar que cualquier enfermedad tenga remedio. Es un calvario buscar medicinas y, si se consiguen, están a precio de dólar. Muchos centros comerciales no tienen luz en los estacionamientos. Solo se prenden las escaleras automáticas de subida para ahorrar electricidad y repuestos”.

Para ella “el plan B está en el exterior. No hay una esperanza de cambio en el país. No está en nuestras manos lograrlo”.

“PAGAR POR TRABAJAR”

Luis Bersani dice que tiene una pequeña empresa y va todos los días a ver cómo el tiempo, el trabajo y el esfuerzo de mis empleados no valen nada. “Lamentablemente, al día de hoy, la canasta básica está en 100 millones de bolívares (unos mil dólares) y el salario mínimo integral en 2 millones 555 mil bolívares (alrededor de 25 dólares). La mayoría de la gente prácticamente paga para ir a trabajar”.

“NI 24 HORAS DURA EL SALARIO”

Luis Hernández inicia su vida a las a las 6:00 de la mañana, cuando se levanta para ir al trabajo. Tiene que ir a pie, porque desde hace dos meses no toca un billete en efectivo. Para su fortuna, el trabajo queda cerca, pero cuando necesita ir a otros lugares a hacer diligencias no puede porque no consigue efectivo.

“La quincena no me dura ni 24 horas, la última que cobré, 1 millón 100,000 bolívares (alrededor de 11 dólares), se fue. Ni mi hijo, quien vive con su mamá, ni yo teníamos nada para comer entonces. Compré dos tortas de casabe, dos plátanos y dos cambures, mitad para él y mitad para mi casa, en donde vivo con mi hermana, mi mamá y mi tía. Al día siguiente fui a un supermercado en donde trabaja mi hermano, quien me consiguió dos docenas de huevos reguladas baratas (en 371 mil bolívares cada una, que son aproximadamente 4 dólares). Con lo que me quedaba compré dos y mi hermano me completó para el resto. En eso se fue mi quincena: 2 casabes, 2 plátanos, 2 cambures y 2 docenas de huevos. Y, otra vez, sin un solo bolívar en el bolsillo a trabajar todos los días”.

“MORIR DE HAMBRE O LUCHANDO”

Jhon Martínez dice que la única razón que tenía para quedarse en Venezuela era culminar su carrera universitaria. Pero, en vista del alto costo de la supervivencia, ha desechado la idea. Dice que no se ha podido ir por falta de pasaporte, que hace meses pagó.

“No me han entregado el pasaporte ni otros documentos esenciales para migrar por la maldad, ineficiencia e incompetencia del presidente y su gabinete de ministros. Estos son estratagemas que usan para seguir disimulando la crisis humanitaria y frenar el éxodo masivo de los venezolanos”, relata.

Dice que lo que es más doloroso e indignante es que en las escuelas y secundarias solo les enseñan a los estudiantes la ideología política que el gobierno predica para envenenar las mente de los jóvenes, quienes son el futuro de un país ya en ruinas.

“A corto plazo espero salir del país para trabajar y ayudar a mi familia, madre y abuelos. Quedarse en Venezuela implica morir, ya sea luchando o de hambre. Nadie quiere ser el peón de este juego, donde la ventaja es casi nula para la mayoría. A largo plazo, quiero ayudar a reconstruir el país que, todos prometen, puede llegar a ser Venezuela”, agrega.

Por eso la frase de Hugo Chávez parece ser una profecía, Maduro sigue defendiendo su revolución, sin importar que la gente ande desnuda, sin importar que no tenga qué comer.