Jubilarse hacia los 40 años y vivir a su antojo. El ex meteorólogo Lars Hattwig cumplió, a costa de bastantes sacrificios, el sueño de los "frugalistas", una corriente que aboga por una vida sencilla y gana adeptos en una Alemania envejecida.
"Pasó hace cuatro años: comprobé que ya no necesitaba mi sueldo. Ya no tenía que trabajar. Así que dejé mi empleo", cuenta este berlinés de 47 años.
La decisión le costó importantes esfuerzos. "Durante un año o dos he sido muy tacaño", reconoce. "Evitaba encender la luz en casa, vigilaba a menudo el contador, compraba la comida más barata", recuerda este soltero. "Pero esa fase ya pasó".
Hattwig tomó su decisión en 2004, pero necesitó una década para alcanzar su objetivo gracias a ahorros drásticos y una estrategia de inversiones financieras acertada, sobre todo tras la crisis de 2008, cuando las bolsas cayeron y el valor de sus acciones se hundió temporalmente.
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Hattwig asegura que recibe a menudo mensajes negativos en su blog, que atribuye a cierta "envidia".
"Es cierto que habré cotizado menos para la jubilación, pero no quiero una pensión pagada por el Estado", argumenta Oliver Noelting.
Tras abandonar su empleo, la mayoría de los "frugalistas" suele dedicarse a labores de voluntariado, recuerda Enders, para quien el debate debería centrarse en otra cuestión: "Deberíamos pensar en la calidad de vida que ofrece hoy en día nuestra sociedad para que jóvenes de 25 años lleguen a pensar: quiero dejar de trabajar a los 40 años".