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Raúl fue secuestrado por “Los Zetas” y sobrevivió

Por error, miembros de “Los Zetas” levantaron a tres jóvenes estudiantes en Nuevo León, fueron horas de torturas hasta que se dieron cuenta de la confusión

Escrito en NACIÓN el

Raúl se había peleado con su hermano Pablo, las razones: éste último había comenzado una amistad con un “narcojunior” de Nuevo León.

“Eres un pendejo, Pablillo, por más buen pedo que sea ese güey, te puede meter en un problema, te puede pasar algo”

Era 2008, hace un poco más de un año que la llamada guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón había comenzado. Raúl y su hermano eran originarios de Sinaloa, pero se mudaron a Nuevo León para estudiar, junto con Erik, su primo, y Alejandro, uno de sus amigos.

Aquella tarde decidieron ir a un bungee en Cola de Caballo, una cascada que se encuentra al sur de Monterrey. Pablo se negó a ir, argumentando que ya había ido.

Los tres subieron al carro de Alejandro: un Vectra negro, con vidrios polarizados y placas del estado de Sinaloa. Erik no quería irse en ese carro, pues las cosas “estaban calientes”, propuso mejor su vehículo, una Jeep con placas de Nuevo León.

Esos años eran los más violentos en la disputa entre el Cártel de Sinaloa y “Los Zetas”, mucha sangre se había derramado tanto en tierras mochitecas como en las regiomontanas.

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Ni Alejandro, ni Raúl hicieron caso, mientras que Erik no insistió más en el tema, por lo que partieron del lugar.

Era alrededor de mediodía, viajaban en la carretera 85 rumbo a Cola de Caballo cuando Erik insistió que se desviara del camino para comprar algo que le quitara la cruda, pues se había ido de fiesta la noche anterior.

Alejandro hizo caso y se desvió de la carretera hacia un pueblo cercano al municipio de Santiago. No encontraron nada, ni una tienda o farmacia, así que regresaron a la carretera, donde se encontraron una camioneta Lobo color negra con varios hombres armados arriba.

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El vehículo les cerró el paso, mientras otra camioneta, una Explorer negra, se paró detrás. “¡Son Zetas!”, gritó Erik; “¡Pélate, pendejo!”, le añadió Raúl. Alejandro aceleró, esquivó la camioneta Lobo dejando las camionetas atrás.

Incorporados en la carretera 85, y debido al tráfico, el grupo de estudiantes fue alcanzado por “Los Zetas”.

(Foto ilustrativa/tomada de la web)

Bajaron los vidrios, sacaros las manos y les dijeron que eran estudiantes. Sin embargo, los hombres armados los bajaros del vehículo. A Erik y a Raúl los tiraron con el pecho al asfalto, mientras que Alejandro era golpeado entre cinco sicarios.

Mientras todos veían los hechos, Erick y Raúl fueron subidos a la camioneta Lobo, donde había un hombre esposado con una camisa roja envuelta en su cabeza al que llamaban Aureliano. Alejandro fue llevado a la Explorer.

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Durante las horas de viaje en las camionetas, “Los Zetas” les hacían comentarios y preguntas asegurando que eran Sinaloenses: “¿A los de Sinaloa no les gusta esta música, loco?”, “¿Cómo están las viejotas de Culiacán?”.

(Foto ilustrativa/tomada de la web)

Llegaron a un lugar perdido en el monte, donde sólo había una casa rodeada de hombres armados. A Aureliano se lo llevaron dentro de la casa, a los tres los bajaron del auto y los dejaron en la terracería.

”¿A qué se dedican ustedes, muchachos?”, preguntó uno de los sicarios y antes de que pudieran contestar, escucharon un balazo proveniente de la casa.

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“Somos estudiantes, güey, nosotros nada que ver con esta onda”, contestó Erik, uno de los sujetos armados se molestó por llamarlo “güey” y le dio un cachazo en la cabeza. Otro de los sicarios vio a los ojos a Raúl y dijo: “Este güerito es mío”.

El interrogatorio fue por separado y duró dos horas, por cada respuesta que no fuera bien recibida por los sicarios, los jóvenes eran golpeados.

(Foto ilustrativa/tomada de la web)

Raúl y a Erik fueron puestos de rodillas y vendados. Raúl preguntó ¿Qué está pasando?”, uno de los sujetos armados respondió: “Sht, sht, sht, ya se va a terminar esto”.

De repente sonó un teléfono, el cual fue contestado mientras el resto de los sicarios “jugaban” con sus víctimas, les ponían las armas en la cabeza, cortaban cartucho y gritaban “¡pum!”.

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El hombre colgó el celular y se acercó a los jóvenes: “¿Quién es Raúl?”, preguntó, “¿Que quién vergas es Raúl, pendejos?”, gritó ante el silencio de las víctimas.

“Yo soy”, respondió con miedo Raúl. Le quitaron las vendas, las esposas y lo levantaron. Uno de los sicarios más jóvenes, el mismo que los había vendado, le dijo: “Ya relájate, loco, ya la libraste, ¿te gusta la mota?”.

(Foto ilustrativa/tomada de la web)

Raúl comenzó a forjar porros con una bolsa de mariguana que le dio el joven sicario, mientras le decía: “Qué bueno que no se quebraron, morros, porque cuando se ponen de llorones, estos cabrones hasta un huevo les hubieran cortado a la verga”.

Alejandro fue sacado de sacado de la cajuela del Explorer totalmente golpeado. El último que liberaron fue a Erik, quien todavía fue visto vendado y de rodillas por Alejandro.

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Incluso, Alejandro pensó que le iban a disparar por la espalda o que lo iban a arrodillar junto a Erik para ejecutarlo, sin embargo, se calmó cuando vio a Raúl forjando mariguana.

Los tres jóvenes fumaron mariguana con los miembros de “Los Zetas”, para luego subirlos de nuevo a la camioneta de Alejandro, los regresaron a la carretera 85 y ahí los dejaron: “Órale, putos, en cuanto nos bajemos uno se pasa para adelante y maneja, no se paren, directito a su casa”.

Alejandro era el menos golpeado, por lo que él decidió manejar, en el camino se preguntaban la razón por la que habían sido liberados y reflexionaban sobre lo cerca que habían estado de la muerte.

Al llegar a su casa, Alejandro tomó el primer vuelo a Culiacán, mientras que Erik y Raúl se quedaron en el lugar asimilando lo que había sucedido.

De pronto sonó el teléfono de Raúl: “¿Te sirvió el favorcito que te hice recabrón?”, dijo alguien del otro lado de la línea. “¿Quién es?”, preguntó. “Ordené que los soltaran”, dijo.

Se trataba del “narcojunior” que se había hecho amigo de su hermano Pablito y por el cual se habían peleado.

Raúl relató su historia a Vice, medio a quien contó que cuatro meses después de los hecho, este hijo de narcos fue levantado por los enemigos de su padre y asesinado.

Diez años después, “Los Zetas” son considerados un cártel en declive condenados a una guerra interna, de acuerdo con la Administración para el Control de las Drogas (DEA, por sus siglas en inglés).

Actualmente muestran presencia más por el robo de combustible en los estados de Puebla, Veracruz y Guanajuato, que por el tráfico de drogas a Estados Unidos desde Tamaulipas.

Con información de Vice

rgg