Main logo

Palacio Nacional no tiene timbre

Entre porras Andrés ha atravesado los 30 metros que separan a Palacio Nacional, y especialmente a sus moradores, del México de todos los días

Escrito en NACIÓN el

A las 17:45 se ha abierto de par en par la histórica puerta de la fortaleza que resguarda al “poder del poder”, como lo ha llamado Andrés Manual López Obrador (AMLO), para que pueda pasar a su segundo encuentro con Enrique Peña Nieto.

La residencia no tiene timbre pero si una cincuentena de malencarados hombres del Estado Mayor Presidencial que manipulan con impunidad una muralla metálica para agilizar el paso del Presidente electo.

Entre porras Andrés ha atravesado los 30 metros que separan a Palacio Nacional, y especialmente a sus moradores, del México de todos los días. A bordo de su sedán blanco el político tabasqueño recorre ese espacio delineado por prepotentes vallas verdes, una metáfora de la distancia entre el pueblo y el poder casi monárquico del que históricamente han gozado los presidentes mexicanos.

Es un día seminublado y al volante del sedán un hombre llamado Cuauhtémoc conduce al próximo presidente a las entrañas del gigante con rostro barroco y colonial, quizá el monumento más resguardados del país.

Con sobriedad política, pero también como alguien que se pasea en su casa, López Obrador se da el lujo de salir y levantar los brazos para desbordar el ánimo de su feligresía. Luego entra definitivamente para la cita de las 18:00 horas con el político mexiquense.

El 8 de noviembre de 2014 un grupo de manifestantes intentó incendiar la puerta principal de Palacio, pero este jueves nadie luce fúrico, más bien, quienes transitan por fuera del recinto lo hacen con prisa o hasta con indiferencia política, ni siquiera el fastuoso palco presidencial los obligaba a voltear la mirada.

“En mi interpretación, la mayori´a de los ciudadanos mexicanos están hartos de la prepotencia, el influyentismo, la deshonestidad y la ineficiencia, y desean con toda el alma poner fin a la corrupción y a la impunidad”, dijo Andrés tras recibir el “diploma” que lo acredita como presidente electo. Este palacio podría parece ser el símbolo de todo eso a lo que se ha referido AMLO.

Mientras la vida política del país contiene la respiración ante lo que pase dentro de las paredes de Palacio, sobre Moneda cientos –aunque también podrían ser miles– de comerciantes le entonan una serenata a la economía informal con ofertas a punta de gritos que se transforman en silbidos cuando hay indicios de alguna autoridad delegacional merodeando la zona.

Ropa, accesorios electrónicos y bisutería se mezclan con el olor a elote asado e inciensos usados por nostálgicos danzantes prehispánicos que prometen su propia transformación con yerbazos en el cuerpo.

Frente a Catedral una mujer con un altavoz habla de otra conversión, se refiere a una espiritual a la que se llega sólo si se obedece “la palabra de Jesús”. Cada quien su propio cambio.

La política tiene sus propias leyes y la de Andrés Manuel ha sido en el último mes la de guardar silencio, pero al mismo tiempo gritar con un lenguaje atiborrado de simbolismos. Hoy ha adelantado la entrada al lugar donde despachará 5 años 10 meses a partir del 1 de diciembre.

Cortesía aparte, López Obrador adelantó que pedirá –la cosmología mediática prefiere usar el verbo “ordenará”– a Enrique Peña que presente como iniciativa preferente la iniciativa de Reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal para crear la Secretaría de Seguridad Pública.

De la respuesta de Peña, y más, informaría más tarde en el lujoso Salón Tesorería una vez concluido el encuentro con el que empieza formalmente la etapa de transición. En tanto, unos minutos después de la entrada de AMLO, la bandera monumental del Zócalo ondea frente a Palacio.

AJ