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Yalitza

Yalitza es el ejemplo vivo de que todo puede suceder, de que el universo es mucho más generoso que nuestra imaginación. | Pamela Cerdeira

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Escrito en OPINIÓN el

Debo confesar con cierta vergüenza que formo parte de ese grupo de personas que se quedaron dormidas viendo Roma. Eso no dice nada de la película, y sí mucho sobre mi vaga apreciación por el cine y falta de descanso. No me gustó Roma (celebro todos sus premios y nominaciones), y amo a Yalitza.

Olvidémonos de lo que hace Cuarón, poner el nombre de México en alto, y tomemos la herramienta de zoom para acércanos al segundo estado más pobre del país: Oaxaca. Aquí, el 70.4% de la población vive en situación de pobreza (CONEVAL 2016). La Heroica Ciudad de Tlaxiaco, de donde Yalitza es oriunda, está en mejores condiciones que el promedio estatal, el 57.5% vive al menos con una carencia social. Su madre, de origen indígena, no le enseñó a hablar mixteco por la misma razón por la que miles de personas esconden su lengua materna: el temor a ser discriminados. Yalitza era una educadora desempleada que acudió a un casting, temerosa de que en realidad fuera un asunto de trata, y se quedó con el papel que le daría una nominación a los premios Oscar.

Yo no sé si Yalitza actúa o no bien, francamente no me importa. Porque no puedo quitarme de la mente una situación que vive sólo en mi cabeza. Imagino cinco años atrás a un brujo, un lector de tarot o un charlatán con caracoles, leyendo el futuro a una joven educadora de Oaxaca: “veo en tu futuro fama y fortuna, te veo en la ceremonia de los premios Oscar, estás ahí porque estás, espera, deja veo bien… no lo puedo creer, estás ahí porque estás nominada como mejor actriz.” En este guión que corre en mi mente, Yalitza suelta una carcajada que alcanza a oírse en la misma colonia Roma, agradece al zascandil por sus buenos deseos y regresa a casa pensando que fue timada.

Puedo oír su risa porque es idéntica a la que hizo cuando se enteró de que estaba nominada, sólo que en esta ocasión la acompaño un llanto posterior, el de la felicidad, ese que viene cuando la felicidad supera nuestra imaginación.

Estoy convencida de que la equidad la alcanzaremos el día en que dejemos de ser “las primeras o primeros en algo”: la primera mujer en ocupar la Secretaría de Gobernación, el primer hombre abiertamente homosexual en una presidencia municipal, la primera mujer indígena mexicana nominada como mejor actriz a los premios Oscar. El “la primera de Yalitza” nos recuerda todas las razones por las que estaba en desventaja, por la que una predicción así hubiera sido absurda: ser mexicana, ser mujer, ser indígena.

Yalitza es el ejemplo vivo de que todo puede suceder, de que el universo es mucho más generoso que nuestra imaginación. ¡Felicidades Yalitza y gracias por recordárnoslo!

Entender a AMLO

@PamCerdeira@OpinionLSR | @lasillarota