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¿Y si Trump gana un segundo mandato?

Un nuevo triunfo para Trump será para él la confirmación de que está haciendo bien las cosas, y llevará al extremo sus ideales. | Alicia Fuentes

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Escrito en OPINIÓN el

Después de una semana de Convención Nacional Republicana de cara a las elecciones presidenciales en Estados Unidos, no puede ser más claro lo que sería un segundo mandato de Donald Trump: la potenciación de la agenda “America First”, cuya práctica a lo largo de casi cuatro años puede resumirse en una nación enferma de supremacismo blanco y en un lobo estepario del mundo.

A diferencia de la Convención Nacional Republicana de 2016, en la que durante el discurso de un entonces candidato presidencial resonaba al unísono la petición de “construye ese muro” y se escuchaban mensajes racistas y xenófobos por parte de los oradores, durante la Convención de 2020 los republicanos trataron de acallar con poco éxito las voces que los tachan de supremacistas. La semana pasada se escucharon los discursos del senador afroamericano Tim Scott y la ex embajadora de la ONU Nikki Haley, de ascendencia india, junto con oradores no blancos, así como también se realizaron ceremonias de indulto y naturalización en la Casa Blanca para demostrar tolerancia e inclusión de grupos minoritarios.

Pero estas acciones podrían resultar insuficientes para convencer a los votantes que ni el partido republicano ni su candidato son racistas; sólo basta recordar algunos comentarios del propio Trump y las políticas implementadas por su administración, tales como calificar a los mexicanos de narcotraficantes, criminales y violadores aunque después se retractara para referir que algunos mexicanos eran buenas personas; prohibir a los musulmanes entrar a Estados Unidos; exigir a cuatro mujeres congresistas de color regresar a su país de origen y pedir el fusilamiento de manifestantes pacíficos que buscaban justicia racial, así como la implementación de políticas como la separación de familias en la frontera con México, y encerrar a niños migrantes en jaulas

Si estas acciones de Trump y su gobierno no tienen el poder de cambiar la opinión de los estadounidenses sobre lo que es el racismo, lo observado durante casi cuatro años continuará, pero ahora de manera exacerbada, y hará más difícil la lucha contra la injusticia racial sin omitir un severo impacto en personas de otras regiones del orbe, pues esta agenda de intolerancia está ligada a la política exterior de Estados Unidos con Trump en la Casa Blanca. 

Las políticas de inmigración como la prohibición a los musulmanes ingresar a Estados Unidos; la negativa de admitir a la mayoría de los solicitantes de asilo, muchos de ellos varados en la frontera norte de México, así como la suspensión en la emisión de visas de trabajo y permisos de residencia a inmigrantes altamente capacitados contribuyen no sólo a violentar derechos humanos fundamentales y a perjudicar a empresas estadounidenses, sino también a consolidar el aislacionismo estadounidense que el presidente Trump ha fomentado.

Con Trump en la Oficina Oval, Estados Unidos continuará en pro de los acuerdos bilaterales en lugar del multilateralismo. Hasta ahora, Trump ha cumplido las promesas de campaña de 2016 de abandonar la Asociación Transpacífica, solicitar el retiro del Acuerdo de París y cuya salida oficial será el 4 de noviembre próximo, terminar la participación estadounidense en el acuerdo nuclear con Irán, renegociar el acuerdo comercial con Canadá y México y boicotear a la Organización Mundial de Comercio. Recientemente, el presidente Trump recortó los recursos económicos que su país da a la Organización Mundial de la Salud, a pesar de que esta institución lidera los trabajos contra la pandemia de covid-19 y de que Estados Unidos es el epicentro mundial de los contagios. 

Por si fuera poco, al amparo del lema “Estados Unidos primero” Donald Trump tensó las relaciones con la Unión Europea no sólo en términos comerciales, también por un abierto apoyo a la Gran Bretaña en su proceso de salida del bloque europeo y por su constante retórica intimidatoria de retirar a Estados Unidos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). 

En Asia, Trump deterioró las relaciones con Corea del Sur y Japón, países a los que pidió aumentar sus contribuciones financieras para mantener las bases militares estadounidenses en la región, omitiendo que éstas son de valor estratégico para su país en una zona dominada por China y Corea del Norte. En el caso específico de China, los ataques del actual inquilino de la Casa Blanca no sólo han llevado a lo que muchos analistas califican como la Guerra Fría del siglo XXI, sino también han dificultado consensuar acuerdos comerciales constructivos en favor de Estados Unidos y otros países. 

Muchos de los discursos de Donald Trump que en la campaña presidencial de 2016 atrajeron a gran cantidad de votantes se convirtieron en acciones con un abierto corte de supremacismo blanco y abandono deliberado de los compromisos estadounidenses a nivel internacional. Después del revés que el partido republicado recibió en las elecciones intermedias de 2018, es claro que Trump desea mantener a sus seguidores más férreos y atraer nuevos votos a través del miedo; basta escuchar su discurso repleto de frases dirigidas a la extrema derecha estadounidense que recuerdan las promesas de 2016 y la retórica sobre una imaginaria amenaza socialista que atenta contra el “estilo de vida estadounidense”. 

La forma en que el presidente Trump se expresó durante la Convención Republicana, hace pensar que un nuevo triunfo será para él la confirmación en su psique de que está haciendo bien las cosas y llevará al extremo sus ideales. Si Trump gana nuevamente la presidencia, su visión de “America First” se verá fortalecida en las urnas y exacerbada en la práctica, y continuará en su intento por imponer su propia visión de Estados Unidos y del mundo, y de cumplir a toda costa sus promesas de campaña. En contra de los cálculos de muchos optimistas, la reelección de Donald Trump no será “más de lo mismo”.