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¿Y después del horror, qué?

Los grupos criminales saben que es muy poco probable que sean castigados y cuentan con la complicidad de servidores públicos y policías.

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Escrito en OPINIÓN el

43 jóvenes vidas han sido truncadas y 43 familias han quedado destrozadas. Esto puede parecer una obviedad a algunos, pero lo más grave y preocupante de lo que ocurre con la espiral de la violencia en México, es que hemos perdido completamente la capacidad para entender e indignarnos ante lo más elemental: Estamos hablando de vida humanas específicas, de proyectos de vida particulares que han sido nuevamente destruidos por la combinación de impunidad, crimen y colusión de autoridades.  

 

Ayotzinapa es cualquier cosa menos un caso aislado. Es un episodio más, tal vez ni siquiera el último, de la misma escalada de violencia y horror, que ha producido casos como San Fernando, Tlatlaya, Casino Royal o el Bar Heaven. Cualquiera de estos por sí sólo habría causado una crisis política profunda en otros países democráticos. En México esto se traduce en indignación pública temporal y luego en olvido generalizado, hasta que llega una nueva atrocidad y nuevas víctimas.

 

Estas masacres ocurren y seguirán ocurriendo porque por un lado existen grupos armados con la fuerza, capacidad de organización y voluntad para llevarlas a cabo, pero en realidad son posibles por la combinación de dos factores: Los grupos criminales saben que es muy poco probable que sean castigados y cuentan con la complicidad de servidores públicos y policías. En el centro de la espiral de violencia habitan la impunidad y la corrupción.

 

En el Congreso se ha debatido intensamente la masacre de Ayotzinapa y se ha creado una comisión especial de investigación y además se han declarado en sesión permanente. ¿Hablando con franqueza, alguien cree realmente que dichas comisiones servirán para algo? Los legisladores tienen funciones más importantes que cumplir en este momento: 1) Analizar por qué las múltiples reformas realizadas a la Constituciones y las leyes al parecer no tienen efecto ante nuestra crisis de seguridad y violencia; 2) Evaluar si el presupuesto se diseña y ejerce eficientemente en materia de seguridad; 3) Avanzar finalmente en la definición de un sistema más efectivo para detectar y sancionar la corrupción en todos los entes públicos y órdenes de gobierno.

 

Como en  ocasiones anteriores las fuerzas de seguridad federales se harán cargo de la seguridad en la zona. ¿No es momento de empezar a discutir con seriedad la corresponsabilidad de los gobiernos estatales y la destrucción de las capacidades institucionales en los municipios? El gobierno que presumía de capacidad para la coordinación necesita comenzar a preguntarse si la estrategia de seguridad puede funcionar cuando los gobiernos estatales no rinden cuentas y los municipales están colapsados o coludidos.

 

Para los partidos y el gobierno federal el ciclo reformista y los acuerdos se ha cerrado para dar paso a la competencia electoral y la venta de las reformas. Si revisamos lo que acordaron en el Pacto por México, lo cierto es que tienen una deuda enorme con los mexicanos, en especial en promoción y defensa de los derechos humanos, combate a la corrupción y modernización y reforma de los cuerpos policiacos. ¿Piensan cumplir estos compromisos en algún momento?

 

Más que escuchar sobre la profunda indignación que les provoca a los partidos la masacre de estudiantes normalistas, un mínimo sentido de responsabilidad tendría que llevarlos a poner sobre la mesa un plan de trabajo con plazos puntuales para avanzar de inmediato en la agenda pendiente en materia de seguridad y justicia, derechos humanos y combate a la corrupción.

 

La pregunta es qué sigue después de Ayotzinapa. ¿Nuevamente el olvido? ¿Entenderán el gobierno federal, los partidos y los legisladores que el problema de fondo es la debilidad institucional ante la impunidad y la corrupción generalizadas?, ¿que no pueden seguir defendiendo a sus sátrapas locales y apapachando a sus corruptos internos sin erosionar la vida institucional y alimentar a su vez la espiral de inseguridad y violencia? La indignación de autoridades y partidos no es suficiente ante la repetición cíclica del horror, se requiere un nuevo tipo de compromiso con la acción pública y la rendición de cuentas.

 

@ja_leclercq