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Washington

Estados Unidos en sus inicios fue una idea y una aspiración que hicieron los fundadores a imagen y semejanza del poder.

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Escrito en OPINIÓN el

Tras otro aniversario de la independencia de Estados Unidos, es pertinente recordar el origen de su proyecto. George Washington, su primer presidente, fue un gran hombre de Estado que supo estar a la altura de los retos y las circunstancias históricas de su sociedad.

Después de la Guerra de Independencia, logró dar estabilidad al naciente país y dotarlo de instituciones sólidas y permanentes. Tal vez su legado más importante, fue instaurar el principio republicano sobre la base y costumbre de que los presidentes no podrían estar más de dos periodos en el poder.  Esa costumbre únicamente fue interrumpida por Franklin D. Roosevelt, quien fue electo en cuatro ocasiones. Sin embargo y a consecuencia de ello, se realizó una enmienda a la Constitución para limitar el periodo de los presidentes a sólo ocho años, tal como le previó Washington.

En la cima del poder, tal vez cuando más se le necesitaba, Washington decidió retirarse para dar paso a su sucesor, John Adams. Se trató de un gesto histórico que refleja la responsabilidad de un líder y el entendimiento de la institucionalidad del poder, con el fin de fortalecer la figura presidencial y al poder mismo. Se trató en suma, de la aceptación del Estado de derecho por encima de cualquier persona y, sobre todo, de crear las bases sociales y políticas para un gobierno de leyes e instituciones y no de hombres.

La capital de Estados Unidos fue nombrada en honor a su primer Presidente, en territorios que Maryland y Virginia cedieron a la federación para ese fin. Fue fundada oficialmente en 1791 y se encomendó al arquitecto de origen francés Pierre Charles l´Enfant, su diseño y construcción.

La idea de la ciudad de Washington sigue al propio Washington y a sus ideales. Crear una nación y una sociedad cuyo proyecto era gobernar sobre el mundo. Para ello, era necesario tener una capital imperial, que reflejara el poder y el destino de la nueva nación. De ahí, que el arquitecto l´Enfant diseñara la ciudad a semejanza de las grandes capitales de imperios europeos.

Se trataba de crear una ciudad que diera sustento a los proyectos e ideales de la nueva nación, que fuera imponente y que representara el poder en pleno. La intención era tener una capital que diera sentido y tal vez significado al destino manifiesto y a la doctrina Monroe. Es decir, se buscó la majestuosidad que representara el poder, no porque lo tuvieran, sino porque su proyecto político y social era tenerlo.

Un proceso histórico invertido: primero la imagen o la forma y luego la sustancia y el poder real. Pero había que tener esa forma en la capital, para dar justificación a los proyectos de los fundadores y sus sucesores.

Basta recorrer la zona conocida como el “National Mall”, para darse cuenta de la intención de grandeza de los estadounidenses desde sus inicios. Sus edificios no tienen más de 200 años, pero hacen recordar las construcciones de los grandes imperios de la historia y a héroes míticos y trascendentes.

Como su ciudad, Washington quiso crear una sociedad cuyo destino fuera gobernar sobre los demás e influir en el mundo. Para ello, era necesario inventar instituciones sólidas, como la presidencia y como la arquitectura clásica de Washington, para dar bases sólidas a la nueva historia de Estados Unidos.

Era en fin, crear una mística e incluso la ilusión y apariencia de un pasado glorioso, que aportara sentido y justificación al proyecto de Estados Unidos. Washington lo hizo en su persona, como líder y creador de instituciones, sobre todo al no reelegirse para un tercer mandato; l´Enfant lo hizo creando una ciudad imperial.

Estados Unidos en sus inicios fue una idea y una aspiración que hicieron los fundadores a imagen y semejanza del poder y para eso, fue necesario un Presidente que renunciara para fortalecer al Estado y una ciudad que inventara ese poder.

 

@gstagle