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Vulneración a la intimidad

Nuestro uso en redes sociales y nuestro esquema digital de gustos y disgustos, hace que lo invisible se vuelva visible. | Sandor Hernández

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Escrito en OPINIÓN el

La vida es tan cómoda por el uso de las redes sociales y la habitual conexión digital, que suele distraer nuestra atención para la revisión de la información que hacemos pública y la reflexión de si dicha acción nos resulta perjudicial. Ese confort dificulta en gran medida la identificación de nuestros derechos en el plano digital, bien por la compleja conceptualización con relación a los tradicionalmente conocidos, o bien porque su demanda también resulta complicada ante presuntas violaciones.

El uso de las redes sociales conlleva riesgos y vulneraciones como: la seguridad personal y patrimonial, la violencia y bullying a los usuarios, la determinación de conductas por la manipulación de figuras públicas o influencers como recientemente sucedió en Dinamarca con un intento de suicidio y la manipulación electoral, categoría a la cual referiremos.

La facilidad y naturalidad con que se navega en las redes sociales y la rapidez con que se procesa la información, suele desviar nuestra atención de los datos personales que publicamos, para derivar en riesgos en la seguridad de nuestra privacidad. Las redes sociales se han convertido para la sociedad en un artículo de primera necesidad que adopta extremos: por un lado, el uso básico que alcanza apenas la conectividad; y por el otro, el uso excesivo con marcada tendencia a ser patrón de conducta social, con fuerza terapeuta en el desahogo de las emociones que dificulta la desconexión del usuario. Un extremo más vulnerable que el otro, sin embargo, ninguno exento de los riesgos que arroja verter información personal en la red.

Suele no percibirse, que ante cada me gusta, cada comentario y cada expresión visual plasmada en las publicaciones y comentarios de terceros, y el engrose de la publicidad que hacemos a nuestras actividades cotidianas básicas de trabajo, de estudio y preferencias, en automático nos volvemos aptos del mercadeo, por ser visible nuestro marco de vida y nuestro esquema digital de gustos y disgustos, apatías y simpatías, derivándose al respecto, la etiqueta de sujetos “persuasibles” o “influenciables” para determinado tema. La información procesada hace que lo invisible se vuelva visible.

En relación con la categoría de análisis, resulta enriquecedor y reflexivo el documental que transmite Netflix denominado “Nada es privado”.

-Alerta, spoiler acerca de las generalidades del contenido del documental en cita-

El filme contextualiza las elecciones de EU en 2016, en las cuales la empresa británica Cambridge Analytica, como empresa asesora en la campaña de Donald Trump, señala conocer el perfil de la totalidad de votantes en el país en un esquema de 5000 caracteres alusivos a su personalidad, proceso obtenido mediante la colaboración con la red social Facebook, y a cuyos hechos recae un reclamo ciudadano. La narración anterior, es una mera referencia a la categoría referida de violaciones a la intimidad en redes sociales en el plano político, y representa la invitación a la visualización y desenlace del documental como fuente del tema.

-Fin del spoiler-

Actualmente el marketing político, persuade y explota los sentidos de las personas con videos, memes, noticias falsas y contenidos personalizados por territorio de acuerdo con la personalidad digital del electorado. El afán de los publicistas, es captar votantes para las candidaturas, sin importar si existe o no el convencimiento de la ciudadanía.

De las reflexiones anteriores, se deriva la siguiente interrogante: ¿se violenta la autonomía personal y el ideal democrático al hacer detonantes poblacionales a gran escala a partir de la manipulación publicitaria? Posiblemente no tengamos la convicción para una respuesta científica certera, pero sí la presunción de la existencia de elementos mínimos para considerar que la voluntad de los votantes ha dejado de ser autónoma y se logra dirigir a determinado rumbo según la oferta construida por algoritmos y sistemas a partir de sus propios intereses y manifestaciones. En días pasados, Andrés Ortega publicó en el diario El País, la columna titulada “Erosión del libre albedrío”, en ella refiere el aforismo “conócete a ti mismo”, y cuestiona si en la actualidad las máquinas acaban por conocernos mejor que nosotros mismos.

Hoy que al parecer la planeación de las campañas políticas ha salido de la sede de los partidos políticos y candidaturas independientes y se ha trasladado a las grandes empresas de marketing político que actúan con la colaboración de las empresas de redes sociales, quizá sea el momento para revisar su actuar y analizar la regulación más allá del plano fiscalizable y que al igual que las casas encuestadoras, se verifique si sus esquemas atentan contra la autonomía de las personas, y si sus procesos tienden a vulnerar la intimidad y trasgredir con ello los derechos de las personas.