Main logo

Violencia política contra la mujer

Inexplicablemente, las iniciativas presentadas por legisladoras de varios grupos parlamentarios siguen a la espera de ser dictaminadas.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en homenaje a las hermanas Mirabal, activistas políticas en República Dominicana quienes fueron arteramente asesinadas en 1960 por ordenes del dictador Rafael Leónidas Trujillo. En la declaración de la ONU emitida en 1993, se definió a la violencia contra la mujer como ”Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”.


Poco más de dos décadas después, la violencia contra la mujer sigue siendo una lacerante realidad que se manifiesta de muy diferentes maneras (física, sexual, psicológica, económica), pero hay otro tipo de violencia de la que poco se habla a pesar de su recurrencia, e incluso en muchas ocasiones las propias víctimas no son conscientes de ello.


Me refiero a la violencia política con elementos de género que comprende cualquier acción u omisión que atente contra el reconocimiento o el ejercicio pleno de sus derechos políticos por el hecho mismo de ser mujeres, como la postulación y acceso a los cargos públicos así como al desempeño de los mismos.


Algunas formas de violencia política son muy evidentes como las amenazas para evitar que una mujer participe en un proceso electoral o las agresiones físicas durante una campaña, pero también se presentan algunas conductas más veladas como la distribución inequitativa de prerrogativas y recursos o la asignación de distritos o municipios claramente perdedores para cumplir con el principio de paridad.


En este contexto y haciendo un poco de historia, vale la pena traer a la memoria un antecedente que se remonta al proceso de creación de la constitución de 1917 en el que se les negó a las mujeres la calidad de ciudadanas coartando su derecho a ver y ser votadas, bajo el argumento de que las mujeres debían concentrar su atención en el cuidado de la familia y por tanto no debían distraerse en asuntos políticos. Lamentablemente pareciera que no hemos evolucionado mucho y esto, hay que decirlo, es transversal a ideologías o partidos.


Otros casos emblemáticos son el de las “juanitas” al comienzo de la LXI Legislatura (2009), en que las mujeres que triunfaban en una elección eran obligadas a pedir licencia para que su lugar fuera ocupado por sus suplentes varones, o el incumplimiento de la cuota de equidad de género en 2012 al amparo de un párrafo del COFIPE que establecía una excepción tratándose de procesos democráticos, y que ameritó la intervención del Tribunal con su famosa sentencia 12624.


Recientemente se han realizado algunos esfuerzos para combatir este tipo de violencia como el protocolo de actuación elaborado por diversas instituciones (INE, Inmujeres, TEPJF, Fepade y Segob) e incluso el Partido Acción Nacional es el primer partido en contar con su propio protocolo, pero estos no son suficientes ya que se trata de un fenómeno que está muy presente en la vida pública. En este sentido, el Titular de la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales ha advertido de su incremento refiriendo que en 2015 se registraron 38 casos en tanto que en los procesos electorales de este año fueron 122 sin que quede claro si se trata de una mayor recurrencia o se ha fortalecido la cultura de la denuncia.


Inexplicablemente, las iniciativas presentadas por legisladoras de varios grupos parlamentarios para considerar la violencia política con elementos de género en la “Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia” siguen a la espera de ser dictaminadas. Dicha ley también propone establecer sanciones correspondientes.


El día de mañana, en que los políticos pronunciarán discursos grandilocuentes condenando la violencia contra las mujeres, es un momento idóneo para exigirles que por fin las palabras se traduzcan en hechos.