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Vidulfo, el miserable

Abogado sostiene que no fueron los normalistas quienes prendieron fuego a la gasolinera.

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Escrito en OPINIÓN el

En una más de las epónimas asesoradas a Peña Nieto, las puertas de Los Pinos se abrieron apresurada y acríticamente a los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, sus abogados, asesores y acompañantes. Todavía no se tenía claro qué había pasado en Iguala, gracias a los lentos reflejos y atrofiados instintos del gobierno federal, de cara a lo truhanesco e imbricaciones en el tema de los gobiernos local y municipales de Guerrero involucrados. Tal fue la prisa, el desaseo y la falta de oficio, que en la bola se colaron guerrilleros del EPR y vaya Usted a saber si alguien del crimen organizado a la residencia oficial.

 

Al recibirlos sin mayor propósito ni estrategia, Peña Nieto asumió personal y directamente la suerte del asunto, deslindando a cualquier otra autoridad municipal, estatal o federal involucrada. Aunque en la cárcel enfrenten sendos procesos penales el entonces Presidente Municipal de Iguala y a su esposa, y el otrora Gobernador se haya visto forzado a renunciar, sin que a la fecha se sepa la responsabilidad que en derecho le asista, nadie se acuerda de ellos, ni de su filiación y socios políticos. Peña Nieto hoy pregunta cómo es que ligan al gobierno federal con los hechos de aquella noche, cuándo debiera cuestionarse quién diablos lo metió aquella tarde en la cueva de lobos. Curiosamente 20 días antes a esa reunión alertamos los riesgos de andar de nalgasprontas, pero despreciaron el aviso.

 

Pero no fue solamente Peña Nieto quien se posesionó ante la opinión pública con relación a los terribles hechos; con él se entronizó a dos personajes más: Vidulfo Rosales, abogado, y Felipe de la Cruz, asesor. Ellos se asumen como Lucio Cabañas pero no pasan de Muñoz Ledos: no son revolucionarios, son vividores del sistema.

 

Si Peña Nieto fue responsabilizado directamente de Ayotzinapa; abogado y asesor se adueñaron de la marca, los padres, el movimiento y la investigación.

 

Lo primero que impusieron fue no criminalizar a las victimas. En otras palabras, castrar a la procuración y a la impartición de justicia, de suerte que nada, ni la duda Cartesiana, pusiera en tela de juicio la acción angelical de los chamacos. Que se investigue todo, excepto a los muchachos, su escuela y contexto.

 

Y cada vez que las evidencias topan con el muro de qué hacían allí, quién los mandó, quién coordinaba la acción, por qué en camiones secuestrados, por qué ese día y a esas horas, así como la posible infiltración entre ellos de algunos narcotraficantes, arde Troya y el mismísimo cielo.

 

Exigir quese investigue todo excepto algunas de las personas y acciones involucradas, no puede más que autoincriminar a quien así lo demanda. Autoexculpación reclamada, autoincriminación manifiesta.

 

Pero las ¡ exitosas negociaciones! no pararon allí, ahora el Estado mexicano no puede hacer nada en el cumplimiento de su obligación constitucional de procurar e impartir justicia en el caso, si previamente no obtiene la autorización y aval expresos de Vidulfo Rosales y sus secuaces nacionales e internacionales.

 

Ahora Vidulfito se opone airadamente a que siquiera se valore la posibilidad de otorgar la medalla Belisario Domínguez a Gonzalo Rivas Cámara, muerto al apagar un incendio en una gasolinera vandalizada por normalistas de Ayotzinapa en diciembre del 2011.

 

El abogado alega que dicho reconocimiento sería ¡criminalizar! a los angelitos normalistas (otra vez la burra al agua), que el incendio no fue provocado por los estudiantes (seguramente, dirá, fue el Estado) y que, en todo caso, Gonzalo Rivas tendría que compartir la presea con los 43 desaparecidos de Ayotzinapa.

 

Con el mayor de los respetos a los familiares de los 43 muchachos desaparecidos en Iguala, a su dolor y reclamo de justicia; México es mucho más que su duelo y movimiento.

 

En el caso concreto, Gonzalo Rivas dio su vida por salvar a un número significativo de vidas humanas que hubiesen perecido de explotar los depósitos de combustible de la gasolinera, entre ellas, las de los normalistas de Ayotzinapa que frente a ella bloqueaban la carretera federal tras prender fuego a una bomba expendedora de gasolina, en represalia a habérseles impedido saquearla para fabricar bombas molotov. La acción de Rivas, en sus méritos, es más que suficiente para ser reconocido por el derecho premial mexicano sin taxativa alguna.

 

Honrar a Gonzalo Rivas no priva de nada a la causa de los desaparecidos, ni quita densidad a su reclamo de justicia, pero, repito, no todo en México gira en torno a la pena de sus deudos ni a la agenda política de sus asesores.

 

Vidulfo Rosales en este caso peca, lo menos, de miserable. La presea en favor de Gonzalo Rivas no incrimina a nadie, son las acciones y responsables de su muerte las que incriminan a quienes, por cierto, siguen hasta hoy impunes. No sería de extrañar que por los buenos oficios del propio Rosales.

 

Sostiene el abogado que no fueron los normalistas quienes prendieron fuego a la gasolinera, sin aclarar quién lo hizo. Si lo sabe y quiere desligar a los ayotzinapos de sospechas, ¿por qué no presenta las pruebas que acrediten su dicho?

 

El derecho premial es la antípoda del penal; éste castiga a quien viola la ley y transgrede la convivencia pacífica, civilizada y constructiva en sociedad; aquél reconoce, prima y premia a quien la honra.

 

Gonzalo Rivas no sólo amerita la Belisario Domínguez, bien merece se instituya una presea con su nombre.

Si ello a Vidulfo le produce escorbuto, podemos instaurar otra con su nombre y ver la suerte que corre.

 

@LUISFARIASM

@OpinionLSR

 

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