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Vestido para matar

Y los videojuegos, algunos buenos y educativos; otros, extremadamente peligrosos. | Joel Hernández Santiago

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Escrito en OPINIÓN el

Es trágico el evento ocurrido en Torreón, Coahuila el viernes 10 de enero apenas pasada las ocho de la mañana. Ya se sabe: un niño de 11 años fue a la escuela primaria Cervantes donde cursaba el sexto grado. Salió al baño con permiso de la maestra. La profesora de inglés nota su tardanza y lo va a buscar…

…Ahí, la maestra María Assaf Medina se encuentra con un pequeño transformado en un asesino disfrazado de ‘Selección natural’, que es el nombre de un video-juego violento: playera blanca con la leyenda y pantalón obscuro con tirantes…

José Ángel tiene dos armas que hoy se sabe que pertenecían a su abuelo; una de alto calibre 40, calibre que requiere capacitación previa para su uso por lo pesado y complicado del arma (¿Quién lo capacitó?). La otra arma es de bajo calibre-22. Al ver llegar a la maestra el menor le dispara, y dispara a diestra y siniestra para impactar en otros compañeros. Lo consigue en cinco de ellos y en un maestro de educación física… Él se quita la vida: tenía once años y mucho odio… ¿odio?

El ambiente general dentro de la escuela es de conmoción. De histeria. De miedo. De tragedia. Nadie puede dar crédito a lo que ocurre: un niño de once años asesino. Nada más esto faltaba en la galería del terror en el que ya vive México.

Un pequeño que apenas comienza a vivir, impactado ¿por qué? Influido ¿por qué o por quién? Dispuesto a matar ¿cómo llegó a esto? Y la pregunta aún más grave: ¿cómo es que, como sociedad, hemos llegado a esto?... “¿Qué nos está pasando?” Es la pregunta que es cliché pero que es indispensable.

¿No es suficiente con el legajo cotidiano de muertes, de enfrentamientos, de agresiones de muerte, de injustos homicidios dolosos, de dolor y de heridas infringidas en el cuerpo de seres humanos y en el cuerpo social de México?

Una enorme carga de conciencia debe pesar ya en el ánimo de muchos en México que ven en esto un ejemplo de lo que no quieren que ocurra con sus hijos: esos pequeños desconocidos, para muchos que se aletargan y que viven otra vida puesta en sus aparatos electrónicos: Teléfonos, tabletas, computadoras y ese mundo que sorprende cada día más por su enorme capacidad de influencia social e individual: para bien, y para mal. Y los videojuegos: algunos buenos y educativos; otros, como se ve, extremadamente peligrosos.

Después el presidente López Obrador dice de forma escueta que lamenta lo ocurrido y envía condolencias a los familiares de las víctimas. Y pide que se fortalezcan los lazos familiares y que se haga lo necesario para evitar que tragedias como esta vuelvan a ocurrir… Hasta aquí lo ya sabido.

Pero ¿qué no sabemos de lo que pasó ahí? ¿Quién condujo la mente y la mano del pequeño José Ángel? ¿Cómo es que un niño de esta edad se hizo de estas armas de tan alto calibre una de ellas y de un grado de dificultad que haría imposible que así, simplemente, el niño decidiera usarla?

José Ángel es producto de una familia con problemas: el padre comerciante alejado del niño; la madre fallecida hace tiempo; los abuelos del pequeño haciéndose cargo de él, aunque les tranquiliza que el menor es buen estudiante y que pasa mucho tiempo viendo los ‘videojuegos’.

Y la sociedad mansa mientras el niño alimenta su soledad con ejemplos de tragedia y muerte. Ve en sus videojuegos la solución a su propia y urgente necesidad de ser parte de algo, de cualquier cosa, pero sentirse vivo, aunque sólo fuera para dar muerte. Y se viste para matar.

La televisión mexicana, en tanto, hace su propia apología del mundo criminal; el mundo de la violencia sin más explicaciones que el hecho mismo de que ahí se muestra el triunfo de malvados criminales frente a una sociedad que no los entiende pero que no les hace falta ser entendidos por nada y por nadie: el mundo entero a sus pies: riqueza, vida fácil, mujeres hermosas como parte importante del entramado de violencia y muerte… Y lo pueden ver todos-todos los días.

El 10 de enero se detuvo en la colonia La Nopalera, de Ciudad de México, a otro pequeño de catorce años. Es Alexis, de 14 años, hijo de Felipe de Jesús Pérez Luna, alias El Ojos, el finado líder del Cártel de Tláhuac. El menor fue detenido junto con otros cuatro adolescentes, quienes llevaban privada de su libertad a una mujer en una camioneta. La policía informó que “en el vehículo también se encontró droga y una réplica de subametralladora”.

Y muchos más casos de niños utilizados como sicarios porque las condenas para menores de edad pueden ser mínimas y, acaso, con el Nuevo Sistema Penal Acusatorio salgan inmediato.

Pero sigue ahí en el aire la pregunta: ¿Hasta qué punto hay en todo esto una muestra de la descomposición social que vivimos? o ¿hasta qué punto todo esto es una advertencia de lo que puede llegar a ser nuestro cuerpo social, en el que la edad para el crimen es lo de menos, con los peligros que esto significa para el futuro de la nación y para el futuro de todos?

Las luces de alerta están encendidas ya: Para el gobierno federal que insiste en que llegó a un acuerdo con Estados Unidos para parar, ya, el tráfico de armas hacia México en donde cada día hay más peligros, muchos más que en Estados Unidos en donde el uso del armamento está permitido para uso doméstico.

¿Y qué hacen los medios de información, sobre todo los electrónicos y digitales que hacen apología del crimen? ¿Y qué hacen los sesudos estudiosos del comportamiento humano en México que no advierten el grado de enfermedad en el que ya se vive aquí? ¿Y los gobernadores… y los legisladores… y los políticos que prometen la vida feliz… y todos nosotros que azorados vemos lo que pasa, ponemos las barbas a remojar y chitón? Eso es: Punto en boca, por desgracia.