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Verborragia presidencial

Nadie puede parar a AMLO en su forma de hablar. Si actuara más que hablara las cosas serían distintas. | José Luis Castillejos

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Escrito en OPINIÓN el

La verborrea presidencial de Andrés Manuel López Obrador no logra aquietar las aguas en varios estados del país donde siguen esperando acciones y no palabras de parte de quien ha prometido transformar a México.

Argumentarán sus defensores que aún es corto el tiempo y que tiene que enmendar lo que hicieron anteriores gobernantes y que no es su culpa el actual estado de cosas. Pero no es así.

AMLO es presidente de México desde el 1 de diciembre de 2018 y no puede seguirse quejando del pasado. Lo que interesa es trabajar en el presente y sembrar hacia el futuro.

Él ha optado, sin embargo, por el perdón, olvido y reconciliación para quienes lo respaldan y cárcel o destierro para los que no están de su lado.

La verborrea, según ABC, es un término que se utiliza para señalar un tipo de actitud de algunas personas que las lleva a hablar permanentemente, sin parar, sin hacer pausas casi para escuchar al otro.

Este tipo personas no controlan las cosas que dicen y no mantienen ni permiten un límite que permita interactuar con los demás. Algo así le pasa al actual presidente mexicano.

Esta actitud, según especialistas, es causada por ansiedad y la principal característica que ostenta es la abundancia de palabra en las alocuciones, enganchándose una idea con otra y otra, aun no habiendo una conexión entre las mismas.

La tendencia verborrágica de AMLO no le permite darse cuenta que siempre monopoliza la conversación. Sólo él y nadie más tiene la razón. Quien lo contradiga es enemigo de la Cuarta Transformación,

De acuerdo a la definición de ABC si se realiza un estudio del perfil del verborrágico, la principal característica que sobresaldrá es su ansiedad, o sea, se trata de una persona sumamente ansiosa.

Y añade: En muchas ocasiones detrás del verborrágico se encuentra una persona sumamente tímida, solitaria y pesimista que decide esconder esa realidad y en su lugar se demuestra totalmente opuesta: segura, efusiva y muy optimista. ¿Es parecido esto a la conducta que evidencia cotidianamente el jefe de Estado mexicano?

Lo cierto es que estamos frente a un problema de personalidades con un carácter ansioso y estresado ya que en ese sentido, la incontinencia para hablar (es decir, la falta de límites para hablar) busca en un modo paliar esa ansiedad generada por determinada situación o fenómeno.

López Obrador habla y habla y no aterriza nada y cuando las preguntas de los periodistas lo arrinconan las esquiva o descalifica a quien se las formula bajo el argumento que es prensa conservadora o “Fifí”.

Nadie puede parar a AMLO en su forma de hablar. Si actuara más que hablara las cosas serían distintas.

Sus desaciertos o desinformación de sus funcionarios que salen corriendo cuando se ponen las cosas difíciles como lo ocurrido en Culiacán revelan que no hay un horizonte.

López Obrador se escuda en su verborragia. Es su mecanismo de defensa.

Aseguran los expertos que hablar mucho no es para nada un símbolo de buena comunicación como muchos creen erróneamente el equipo de AMLO.

“Se puede hablar mucho como venimos diciendo y no decirse nada, ser una comunicación vacía porque solo habla una persona de lo que le importa y quiere y no le deja lugar a los otros”, precisa en un informe ABC.

¿Perdonar a los que han saqueado a México? ¿Olvidar el atropello, las miles de muertes por hambre o a manos del hampa de cuello y corbata y el crimen organizado? ¿Y reconciliarnos en medio de esta vorágine en la que los más necesitados son los que pagan los platos rotos y las costosas y millonarias propiedades de los ladrones metidos a políticos?

Esa pareciera ser la desatinada propuesta de AMLO al perdonar a ex gobernadores que son acusados de haber hecho, supuestamente, uso indebido de recursos en sus estados.

No, ¡Don Andrés Manuel! Los mexicanos no podemos perdonar ni reconciliarnos con quienes han quebrantado el orden, la paz y han sumido al país en la peor de las pobrezas mientras ellos se van cargados de dinero.

En el pasado y ahora más que nunca, la impunidad producto de la corrupción ha traído desprestigio y daño a la vida nacional.

Hoy, la democracia exige que los escandalosos casos de mal uso de los recursos públicos no queden impunes. Permitirlo es propiciar que vuelvan a ocurrir.