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Venezuela: a la espera del final

Maduro ha roto con el pueblo. Lo ha condenado al hambre y la enfermedad, mientras habla de felicidad y futuro, y llama a votar | Miguel Henrique Otero

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Escrito en OPINIÓN el

Desde hace cuatro años, Venezuela vive en la inminencia de que el final del régimen se producirá en cualquier momento.

Esta sensación tiene un carácter universal. No es una prédica de políticos ni una estrategia de instituciones democráticas dentro y fuera de Venezuela. Ni tampoco es fruto de la propaganda: es el sentimiento que comparten millones de venezolanos, lo que incluye a dirigentes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), a la mayoría de los altos funcionarios del Poder Ejecutivo, a un número sorprendente entre la minoría parlamentaria del mismo PSUV de la Asamblea Nacional, a varios alcaldes y gobernadores que se declaran chavistas y profundamente anti-maduristas.

Todos contra todos


Sé lo que afirmo en este artículo: los que siguen comprometidos con la camarilla que asesina a venezolanos y destruye al país son cada día menos. El círculo se estrecha hora tras hora. El miedo crece. El impacto de las detenciones que se están produciendo en otros países, a las que sumarán más en las próximas semanas, es constante e intenso.

En el gobierno permea la desconfianza entre las distintas bandas. Sospechar de los demás y señalarlos es una actividad constante de los altos funcionarios. Las acusaciones que se formulan contra los hermanos Rodríguez, o contra Cabello, o contra El Aissami, o contra el Alto Mando Militar, o contra Bernal, o contra el clan Flores, son permanentes e insólitas. El tablero gubernamental tiene las características de un “todos contra todos”.

Crisis en todos los aspectos


Insisto en repetirlo: sé de lo que hablo. La inmensa mayoría de los funcionarios de gobierno están cansados. Hartos del fracaso. Hartos de la ruina. Hartos de los extremos alcanzados por la mentira. El que Maduro y su familia se nieguen a  reconocer la extrema pobreza y sufrimientos que padece Venezuela, y que hayan tomado la decisión, contrariando el más elemental sentido común, de convocar a unas elecciones contra natura, ha producido un resquebrajamiento interno mucho más acusado que cuando convocó a la Constituyente ilegal, ilegítima y fraudulenta. No solo los demócratas: también hay muchos chavistas que entienden que Maduro ha roto con el pueblo. Le ha dado la espalda. Lo ha condenado al hambre y la enfermedad, mientras habla de felicidad y futuro, y llama a votar.

En medio de una hiperinflación que continuará su escalada, llevando a los venezolanos a situaciones cada vez más extremas de hambre; de un severo bloqueo económico y financiero —que se hará cada vez más riguroso e implacable—; de caída de la producción petrolera —que ya no es posible ocultar y que visibiliza la destrucción de la infraestructura petrolera nacional—; de crisis del sistema de salud —que está empeorando a velocidad vertiginosa en todos sus indicadores—.

En medio de una realidad que deshumaniza a las personas; que las somete a condiciones humillantes de precariedad y escasez; en un mercado donde no hay medicamentos, ni energía eléctrica, ni telefonía, ni internet, ni transporte público, ni repuestos para automóviles, ni siquiera insumos para las personas que padecen enfermedades crónicas; en un país en el que lo único que abunda son los delincuentes libres en las calles y los presos políticos en las cárceles, el gobierno pretende legitimarse con una farsa electoral.

Cúcuta, núcleo de la tragedia venezolana

Una farsa


Farsa, en primer lugar, porque no lo legitimará a Maduro: ha sido convocada por la ilegal, ilegítima y fraudulenta ANC. Farsa, porque su resultado está previsto de antemano. Farsa, porque al día siguiente, los problemas de Venezuela serán los mismos y peores. Farsa, porque hagan lo que hagan, el sentimiento de que el régimen de Maduro debe acabarse y dar paso a un nuevo estado de cosas, no cambiará. Farsa, porque los electores serán obligados a votar. Farsa, porque el Consejo Nacional Electoral, organismo deslegitimado y tramposo, emitirá unos resultados que serán el hazmerreír del planeta entero.

Por el contrario, el rechazo se profundizará. Se intensificará. Potenciará el deseo de que Maduro y su banda abandonen el poder. Después del 20 de mayo, recuerden esto, la repulsa al régimen alcanzará cuotas inimaginables. Y ese sentimiento no será exclusivo de los demócratas. A él se unirán cada día más chavistas, incluyendo a los militares que hoy son el sostén del régimen, aquellos que cuentan sus salarios por el número de huevos que pueden comprar con lo que ganan: una docena, docena y media, dos docenas. Y ya.

@miguelhotero | @OpinionLSR | @lasillarota