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Vagones para mujeres en transporte público de la CDMX

… O de la incomprensión de políticas públicas necesarias, pero insuficientes

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Escrito en OPINIÓN el

©Inmujeres

La asignación de espacios exclusivos para mujeres en transportes públicos de la CDMX como lo son: el metro (Sistema de Transporte Colectivo), el metrobús (Sistema de Corredores de Transporte Público de Pasajeros) y la Red de Transporte de Pasajeros (RTP) siguen siendo motivo de controversia entre quienes consideran estas medidas como actos discriminatorios en contra de los hombres y como un mandato injusto y divisorio que genera desigualdad.

Los antecedentes de esta iniciativa datan de 1970, año en el que se asignaron dos vagones del metro para uso exclusivo de mujeres, menores de 12 años, personas con alguna discapacidad y de la tercera edad. Como puede comprenderse, estamos hablando de grupos vulnerables, esto significa que con esta iniciativa, no se buscaba dar una preferencia, sino brindar un espacio de seguridad y protección extra a grupos que han sido históricamente excluidos en muchos sentidos y que, de manera general, son discriminados y violentados en el transporte público. Una de las violencias que se da con mayor frecuencia en este ámbito, es el acoso sexual a mujeres y niñas.

La problemática del acoso sexual en el transporte público ha sido una constante que no disminuye ni con las políticas públicas que se han implementado para erradicarla, su incremento dio como resultado que en el año 2000 se actualizara la iniciativa de los vagones del metro sólo para mujeres y grupos vulnerables, estableciendo horarios oficiales en líneas del metro 1, 3, 7, 8, 9 y A, siendo estos de 6:00 a 10:00 hrs. y de 17:00 a 22:00 hrs., es decir, horarios pico. En 2007 se da un nuevo reajuste con el programa “Cero acoso”, se asigna un vagón más para mujeres en el metro y uno en las líneas de metrobús.

"Viajemos Seguras" sería el programa que se implementaría en el 2008 y que continúa hasta la fecha, hoy con el nombre “CDMX Ciudad Segura y amigable para mujeres y niñas”. Desde ese mismo año, RTP pone en marcha los autobuses rosas “Atenea” que son de uso exclusivo para dichos grupos. En abril de 2016, a raíz de las manifestaciones del #24a en contra de las violencias machistas, el gobierno de la CDMX reforzó todas estas medidas con la presencia de policías en dichos vagones, además de las multas y sanciones administrativas para aquellos hombres que no respeten los espacios asignados.

No debemos olvidar que la asignación de estos espacios no busca privilegiar a dichos grupos. En el caso de mujeres y niñas, se busca dar las condiciones para que puedan ejercer su derecho a viajar y movilizarse por la ciudad sintiéndose seguras, sin miedo al acoso sexual que viven siete de cada diez todos los días. Es decir, se busca que puedan abordar los transportes públicos con la misma seguridad y confianza que un hombre promedio, que no debe cuidarse del acoso sexual, ni modificar su forma de vestir para no sentirse en peligro si va a transportarse en metro. En este sentido, estamos hablando de una política de igualdad de derechos: que las mujeres tengan el mismo derecho a viajar y sentirse seguras que los hombres. Para ello se idearon estos espacios exclusivos para ellas y los grupos ya mencionados.

“¿En dónde está la igualdad en esta discriminación positiva?”, se preguntan hombres que se sienten excluidos de estos tres vagones y que entonces no quieren que las mujeres entren a “sus vagones”. Mujeres que no quieren sentirse víctimas critican también la medida. Es necesario entender que estas acciones surgieron como una medida que, en teoría, tenía que haber sido transitoria. Una medida preventiva provisional que tendría que ser reforzada por otras políticas que hagan que la población comprenda por qué acosar no está bien, que se entienda que ser acosada no debería ser normal. Eso requeriría iniciativas con perspectivas de género en muchos otros ámbitos.

La separación de vagones trata el problema del acoso sexual de una manera muy superficial, porque el verdadero conflicto se encuentra mucho más en lo profundo de nuestra sociedad y no puede solucionarse sólo con estas medidas. No obstante, debo confesar que yo sí prefiero viajar en esos vagones: aunque también muchas veces sea toda una aventura, no me siento expuesta, ni estoy a la defensiva, como cuando viajo en un vagón mixto (sí, son vagones mixtos, no de hombres).

No se trata de una política que quite algo a unos para dárselo a otros, o mejor dicho, otras. Se trata de acciones que intentan igualar o alcanzar el nivel de seguridad y confianza que tienen los hombres al viajar en el transporte. Esto no quiere decir que ellos nunca hayan sido tocados o acosados por otros hombres o mujeres, tampoco que las mujeres no acosen a hombres o a otras mujeres, pero hay que reconocer que eso sucede en mucha menor medida y que no se ha convertido en una problemática totalmente común y normalizada como el acoso sexual a mujeres y niñas.

Entonces, la separación de vagones es una política de igualdad porque reconoce las desigualdades históricas ya mencionadas y trata de nivelar esa ventaja de seguridad y confianza de la que gozan la gran mayoría de los hombres en el transporte público. Es decir, ellos no necesitan vagones especiales para no ser acosados porque generalmente no les pasa. Por otra parte, eso no significa que todos los hombres acosen a todas las mujeres, todo el tiempo, sólo es una medida para quienes sí lo hacen, lo cual quiere decir que si usted no es un hombre acosador, no debería sentirse ofendido por esta medida, únicamente habría que comprender que hay quienes sí lo hacen, que hay quienes sí viven este acoso a diario y estas son medidas de seguridad contra esas circunstancias, no de exclusión para usted.

Es verdad que esta medida puede llegar a normalizar la violencia que trata de erradicar al dar por hecho que las mujeres necesitan ser protegidas de los acosadores de una manera especial, y que los violentadores no pueden controlarse, de tal manera que sólo separándolos se soluciona, como si no fueran a hacerlo también en la calle o en sus casas y trabajos. Es por esta razón que hacía alusión, más arriba en este texto, a la necesidad de acompañar estas políticas de muchas otras que trabajen la desigualdad de género en otros ámbitos de la sociedad. Las resistencias a estas y otras medidas no muestran más que el rechazo al cambio de paradigma de las estructuras sociales que predominan. Ponen de manifiesto el miedo a perder beneficios y privilegios y la renuencia a ceder espacios que son desiguales desde que existen.

Tenemos derecho a viajar seguras y tranquilas. Los hombres también, por supuesto, pero ellos generalmente lo hacen todo el tiempo, manejan su espacio público de otra manera porque es algo construido socialmente de manera histórica. Estas acciones afirmativas que, se supone, son temporales, están encaminadas a emparejar dicha circunstancia.

Ciertamente, estas iniciativas siguen siendo insuficientes. En definitiva, no son LA solución ya que se enfocan más en la denuncia y el castigo que en la educación, la comprensión y la consciencia de por qué no se debe acosar a nadie, del respeto. Para esto hay mucho trabajo que realizar en otras esferas sociales, con la elaboración de otros programas y políticas con perspectiva de género que fomenten, ahora sí, la igualdad y el respeto entre todas las personas. Entonces sí, idealmente, no tendríamos que vivir separados. Pero para ello hay mucho trabajo personal y social que hacer, a nivel de reflexión, autocrítica y acción.

@AleCaligari