“Los sistemas de dominación actúan de manera interconectada, y cuando lo hacen, su forma de operar es mucho más densa, nociva y perversa”: Aura Cumes
Para negar derechos e implementar la desigualdad entre mujeres y hombres o entre las personas de distintas razas e incluso entre ricos y pobres no sólo se ha utilizado la violencia, también se ha echado mano de creencias religiosas, “usos y costumbres” y prejuicios aceptados como auténticas verdades incuestionables.
La antropóloga maya Aura Cumes cuenta que estudió para ser secretaria y, una vez terminados sus estudios, fue a solicitar empleo en una sucursal bancaria; los empleados del banco se burlaron de ella; diciéndole, además, que no estaban solicitando “sirvienta” sino una recepcionista. Esto fue un desafío con la compleja problemática que afrontan todas las mujeres de pueblos originarios en el mundo.
Hace apenas un poco más de medio siglo a las mujeres se nos descartó con ocurrencias como la debilidad de nuestro cuerpo y mente; e incluso para negarnos el voto, se usaron como razones nuestra supuesta susceptibilidad emocional o nuestro “fanatismo religioso''. Esto último, negando el hecho de que los líderes de las religiones son hombres y no permiten que las mujeres dirijan sus iglesias, pese a esto, se permitieron creer que las mujeres son las fanáticas religiosas. Estas creencias imperaban como leyes, con el fin de negar el acceso a los espacios de toma de decisión y al ejercicio de muchos de nuestros derechos. Si a toda esta serie, se suma el hecho de ser mujer indígena, entonces, podremos ver la discriminación estructural y analizar cómo los sistemas de opresión funcionan de manera interconectada, como diría Aura Cumes o cómo los diversos tipos de opresión por las que cualquier individuo se enfrenta, no solo según su sexo/género, sino también según otras razones de acuerdo con Kimberlé Crenshaw, a quien le debemos el término “interseccionalidad” y con el cual describió la opresiones simultáneas con las que se discrimina a las mujeres afrodescendientes en Estados Unidos.
Debemos establecer que los derechos están por encima de las costumbres, en situaciones como la ocurrida en Ocotequila, Guerrero, el pasado 2 de enero; comunidad nahua donde se les negó a las mujeres el derecho al voto. Ellas querían participar para elegir al comisario, el cual es la autoridad más inmediata y se encarga de tomar decisiones importantes que las afectan. Por consiguiente, el caso donde dirigentes del PRI y Morena pactaron que las mujeres no podían votar “por usos y costumbres” ya fue denunciado.
Aunque resulta un avance el hecho que las mujeres de la comunidad nahua se organizaron para denunciar este asunto, no podemos dejar de pasar por alto que ninguna costumbre puede estar por encima de los derechos humanos. Se ha reflexionado y avanzado en otras situaciones similares donde las costumbres atentan contra la integridad de las personas. Por eso es que existen varios movimientos feministas de mujeres de los pueblos originarios, donde el feminismo y el análisis de género les está proporcionando la metodología para instrumentar la lucha por el bienestar de las comunidades; ya que ellas no sólo deben luchar por los problemas del patriarcado, si no que además a su lucha se añaden los problemas heredados del colonialismo y el clasismo. En México, según el INEGI, la población de pueblos originarios representa el 13% de la población nacional, es decir 12.7 millones de personas y el 83% de los municipios que habitan se encuentran en zonas de pobreza. Esto agrava la situación de las mujeres de las comunidades. Cabe citar por último a Teresa Zapeta, directora ejecutiva del Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI): “Queremos que quede claro, donde pondremos nuestra fuerza y también donde estamos pidiendo al estado que responda a sus responsabilidades con nuestros derechos individuales y colectivos”.