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¿#UnBuenPresidente?

El buen Presidente no puede apegarse siempre y en forma cabal a su discurso de campaña. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

Andrés Manuel López Obrador asumió diversos compromisos que parecen muy difíciles de cumplir. ¿Qué pasará si no cumple las grandes expectativas que despertó en la sociedad con su triunfo?

Prometer en campaña es una cosa, pero cumplir desde el gobierno es otra muy diferente. Esta realidad la conocen todos quienes han llegado al poder luego de un proceso electoral. Sin embargo, el virtual presidente de México asumió los riesgos de llevar la mayoría de sus promesas de campaña hasta las últimas consecuencias.

Acciones ¿factibles?

De entrada parece apropiado, porque la ciudadanía exige un cambio profundo. Sin embargo, muchas de las acciones que pretende poner en marcha durante su gobierno son deseables, pero no siempre serán factibles. Luego de revisar con mucho cuidado los anuncios más relevantes que hizo en materia económica y política —o lo relacionado con su seguridad personal— tendrán un alto grado de dificultad para concretarse.

Para alcanzar sus metas principales necesitará mucho dinero y más de seis años”.

En principio, motiva y entusiasma saber que el virtual Presidente está dispuesto a generar “un cambio real y profundo, radical”, arrancando “de raíz el régimen corrupto de injusticias y de privilegios”. La lucha frontal contra la pobreza, erradicar la impunidad y la corrupción, combatir la inseguridad y sacar al Ejército de las calles, replantear la Reforma Educativa y revisar la Reforma Energética son los compromisos principales que han generado las mayores expectativas en la sociedad, además de los cambios que ha planteado en torno al Poder Ejecutivo y la figura presidencial.

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Si lo consigue, se convertirá en uno de los mejores presidentes de México.

Pero si no satisface la esperanza que despertó en la población, su gobierno podría desembocar en una situación sin precedente en materia de legitimidad, apoyo social y gobernabilidad. El bono que recibió y el tiempo que tendrá para dar los primeros resultados son grandes. Lo que el nuevo Presidente debe comprender es que la gente vota por quien más confianza le inspira, pero que califica al gobernante por los resultados que logra.

“Manotazo” al sistema político

El mensaje del pasado domingo fue sorprendentemente claro. Por eso AMLO y Morena recibieron el mayor poder político en la historia de nuestro país. Al mismo tiempo, la ciudadanía dio un “manotazo” al sistema político. Puso un “hasta aquí” al modelo que no le ha ofrecido la seguridad que esperaba ni la calidad de vida a la que se comprometieron los últimos gobiernos. Tampoco quiere que la corrupción y la impunidad sigan creciendo. Dejó en claro que desconfía demasiado de los partidos, los legisladores y las autoridades en los tres niveles de gobierno.

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La gente exige un cambio radical y es posible

Pero éste no sucederá en unos cuantos meses. Ni siquiera en unos cuantos años. La experiencia nacional e internacional así lo demuestra. Si analizamos a fondo los antecedentes en la historia de la democracia moderna, se pueden entender los riesgos cuando se mantienen tan altas las expectativas y los resultados tardan en llegar o de plano no llegan. 

Gobernar con eficacia es también comunicar con eficacia

En los procesos de toma de decisiones es indispensable evaluar todas las alternativas posibles y hacer un análisis escrupuloso de los tiempos, los medios, los recursos disponibles y las negociaciones que se requieren para obtener el mejor resultado. En principio, es preciso estar consciente que no todo lo deseable es viable, ni que todo lo viable se puede concretar en algo factible.

Un buen presidente no puede hacer todo lo que piensa”.

Pero sí debe “pensar muy bien todo lo que diga” (Miguel Carbonell: Cualidades de un Presidente). Primero, porque el fortalecimiento del poder que representa es la condición más importante para mantener la confianza ciudadana. Segundo, porque tiene la responsabilidad de comprometerse a lo que es viable (todo aquello que, por sus circunstancias, tiene probabilidades de llevarse a cabo”). Y tercero, porque pasará a la historia por los hechos, resultados concretos y logros tangibles a los que se comprometió, es decir, todo lo que es factible.

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Pasada la euforia del triunfo, aún hay tiempo para corregir

Son varios los casos en los que se pueden realizar ajustes, tanto en la decisión como en la comunicación. Pongamos uno de los más sencillos: La seguridad personal del Presidente. Nadie duda que es deseable que pueda ir por las calles y carreteras como cualquier persona, pero no es viable ni factible por razones de seguridad. Tampoco es lo mejor que vuele en líneas comerciales. La logística podría afectar su agenda y su tiempo es muy valioso para el país. Por lo tanto, de nuevo, ni es viable ni factible.

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¿Y qué decir de su promesa de erradicar la corrupción? ¿Es deseable? Sí. ¿Es viable? Probablemente, pero las resistencias y los intereses de los grupos fácticos son muchos. Además la corrupción está en distintos niveles y para acabarla se necesita un cambio de cultura que permee en todos los sectores. ¿Es factible? Tal vez, pero no en forma completa ni la meta anunciada se puede alcanzar en seis años.

El buen Presidente no puede apegarse siempre y en forma cabal a su discurso de campaña”.

El sentido de realidad así lo exige y esto no tiene por qué afectar su credibilidad o congruencia. La corrupción es una epidemia que está arraigada en todas las democracias, incluidas las más avanzadas. ¿Se puede reducir hasta bajar el nivel de irritación que tiene la sociedad? Eso sí es posible. ¿Y si no cumple las altas expectativas que está generando? Cualquiera puede anticipar las consecuencias, pero no son las que más convienen a él, a su gobierno o al país.

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