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Una trayectoria en la zozobra: Olga Sánchez Cordero

Como Secretaria de Gobernación puede y debe asumir una posición pública, seria, comprometida; es lo menos que se esperaría. | Fausta Gantús*

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Escrito en OPINIÓN el

Señora Olga Sánchez Cordero, si tuviera la oportunidad de conversar un momento con usted le plantearía una sola pregunta, ¿permanece al frente de la Secretaría de Gobernación porque está convencida del proyecto de gobierno y satisfecha del rumbo que lleva el país, o cuáles son las razones de fondo que la hacen continuar en ese cargo? Y se lo preguntaría sinceramente porque estoy sorprendida del contraste entre su carrera profesional y su actuación en el gabinete. Como no he de tener esa oportunidad pues le hago la pregunta públicamente.

Sé que no tendré respuesta, lo que lamento porque en verdad quisiera conocer sus motivos, los personales, los íntimos, no los oficiales. Y es seguro que no voy a tenerla por varias razones, pero señalaré solo dos: porque a los funcionarios no les interesa dialogar con la ciudadanía; y, porque, me temo, no podría responderme francamente.

No tengo que decirle lo que sabe de sobra y es que a lo largo de su vida laboral y especialmente en sus veinte años como ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, construyó una carrera convincente y una reputación sólida. Se podía o no coincidir con sus posicionamientos y sus decisiones, pero se respetaban porque en sus argumentaciones, bien razonadas, asomaban sus convicciones.

Es usted la primera mujer que en México ocupa la Secretaría de Gobernación, tiene una oportunidad histórica de hacer la diferencia. Y, para mi desconcierto, lo que veo es a una OSC gris, tibia, timorata, medrosa, incapaz de un posicionamiento público firme, claro. Veo a una OSC que se calla ante la protesta de las mujeres por la violencia a la que viven expuestas y evita posicionarse sobre el tema de fondo y sobre el tratamiento dado al mismo por las autoridades. Que guarda silencio frente a declaraciones del mandatario sobre la interrupción legal del embarazo (tales como “no debemos abrir esos debates” o cuando afirma que “no es un tema prioritario”) o frente a las resoluciones de los legislativos locales como los de Zacatecas y Yucatán, entre otros, que rechazan el matrimonio igualitario negando así derechos básicos a la ciudadanía; o el de Tabasco que aprueba una Ley garrote o, peor aún, que tiene un desafortunado y controversial comentario sobre la Ley Bonilla aprobada por el de Baja California . Y no estoy sugiriendo que se entrometa en la vida de los estados violentando el principio de soberanía, pero como Secretaria de Gobernación puede y debe asumir una posición pública, seria, comprometida, es lo menos que se esperaría.

O qué decir de su desinterés en la defensa del estado laico, amenazado por los embates evangelistas apoyados desde Palacio Nacional. Qué pensar sobre una Secretaria de Gobernación que se abstiene de opinar sobre lo que está sucediendo con la ciencia y la educación en este país, desde la cartilla moral impuesta por la SEP acatando el mandato del ejecutivo nacional, hasta las medidas implementadas por el Conacyt; o en lo relativo al ataque a las universidades públicas, a la ciencia, a la investigación y a los académicos por parte de la máxima autoridad. E inquieta más que esa actitud sea la de una persona con un vasto desempeño en el mundo académico, así como en la investigación y en la reflexión crítica plasmada en un gran número de publicaciones y conferencias. En fin, la lista de asuntos complejos sobre los que resultaría no sólo conveniente sino obligado escuchar la postura de la Secretaria de Gobernación es larga, pero no me extenderé en ella.

Podría alguien no muy enterado decirme, quizá, que esas no son sus funciones de su cargo, pero entonces le sugeriría que vaya a revisar lo que consta en la misma página oficial de esa secretaría, y leyera con detenimiento el ¿qué hacemos?, así como la misión y visión de la misma. En esencia, resumo, son “atender el desarrollo político del país”, “contribuir a la gobernabilidad democrática y a la paz pública [cuidando que prevalezca] una buena relación [entre] el Gobierno Federal y la ciudadanía”, así como “garantizar la unidad y seguridad, [...] la convivencia armónica y el bienestar de las mexicanos y los mexicanos en un Estado de Derecho”.

¿Qué me autoriza a dirigirme a usted? El hecho de que la promesa de su presencia en el gabinete fue uno de los factores decisivos que inclinaron mi decisión electoral. No, yo no le voy a “aconsejar” que renuncie, quién soy yo para hacer tal cosa (aunque bien pensado si es la única acción posible para salvarse de la debacle y alertar a la ciudadanía, la ética ­–que no la moral– indicarían que habría que hacerlo). Yo le voy a solicitar como ciudadana, como mujer, como profesional, como persona que ha creído en usted, que ha tenido por usted un profundo respeto, que si va a estar en ese cargo lo haga con la misma convicción y la misma pasión con la que actuó en sus otros puestos. Lo haga para hacer la diferencia, para mostrar que se puede gobernar de otra manera, mejor.

*Fausta Gantús

Investigadora del Instituto Mora (CONACYT) y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Especialista en historia política, electoral, de la prensa y de las imágenes. Es autora de una importante obra publicada en México y el extranjero, entre la que destaca su libro Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la ciudad de México, 1876-1888. Ha coordinado varios libros sobre las elecciones en el México del siglo XIX.