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Una reforma que no lo es

La no-reforma electoral, el documento, es solo un instrumento más para atacar y dividir. Lo mismo hubiera dado que fuera un discurso o una fotografía. | Ivonne Ortega

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Escrito en OPINIÓN el

El presidente Andrés Manuel López Obrador envió al Congreso lo que él llamó una iniciativa de reforma electoral, a la que dedicó una de sus conferencias de prensa matutinas, con exposición del director de Aduanas y el titular de la unidad de inteligencia financiera de la SHCP. En los hechos, el documento es todo, menos una reforma.

Vamos por partes

Después de su estrepitosa derrota legislativa con el rechazo de su reforma eléctrica tóxica, el titular del Ejecutivo instó a su partido y a sus seguidores al lanzamiento de una campaña de odio en contra de las diputadas y los diputados que votamos en contra, y aunque el TEPJF les conminó a cesar en estas actividades de linchamiento, en cada entidad federativa, Morena y sus seguidores siguen con esa campaña.

Es decir, legisladoras y legisladores de oposición, de quienes depende la aprobación o no de la llamada reforma electoral del presidente, siguen bajo cotidiano ataque orquestado por el mismo presidente, su partido y sus secuaces.

Por lo tanto, sabe que la oposición no votará a favor de esta nueva propuesta presidencial.

Lo ha mencionado incluso el presidente en su conferencia de prensa matutina: sabe que no pasará.

Desde esta consideración básica, cabe preguntarnos: si sabe que no pasará, que no cuenta con los votos necesarios, ¿por qué mandó el presidente su propuesta?

La respuesta es sencilla: porque no es una propuesta de reforma. 

Podemos llamarle de muchas formas al documento, pero un planteamiento serio de reformas no es. Sí es una declaración de intenciones, un mantra político llevado al extremo, un discurso político electoral para allegarse seguidores y seguir en campaña, seguir dejando a un lado al gobierno y sus responsabilidades y dedicarse de lleno a la propaganda, al protagonismo mediático.

¿Para qué molestarse en actuar para detener la lacerante violencia en un país donde el crimen organizado acampa y pasee a sus anchas, sin ser tocado ni con el pétalo de una rosa? ¿Por qué dedicarle tiempo al abastecimiento de medicamentos, a dar medicinas a los niños con cáncer? ¿Qué sentido tiene resolver el boquete social por la desaparición de las escuelas de tiempo completo? 

Todas estas acciones sólo entorpecen lo verdaderamente importante: hacer campaña, ganar elecciones, salir en las pantallas de todas las personas y sumar puntos de popularidad…

No, lo que el presidente envió al Congreso no es una propuesta de reforma electoral.

Tomó elementos vendibles en el encono social, como la reducción de financiamiento a partidos políticos, y los puso por escrito. Sabiendo que no tiene los votos necesarios, envió un documento para no ser aprobado y tomar esta derrota legislativa como bandera política para hacer campaña y para seguir polarizando a la sociedad.

Una bandera política que le urge, pues su linchamiento eléctrico no fue más allá de Morena y sus afines, rechazado por una mayoría de personas que no ven en la CFE a una institución generosa ni empática con la gente.

Así que ahora los instrumentos de propaganda del régimen estarán duro y dale para promover las “bondades” de la “reforma” que propone el “compañero presidente”. Pero se sabe, es evidente, que ni es una reforma, ni es para ser aprobada.

Vamos, ni siquiera es un globo sonda para tantear el terreno.

La no-reforma, el documento, es solo un instrumento más para atacar y dividir. Lo mismo hubiera dado que fuera un discurso, una fotografía o un meme.

Hay otras razones más de fondo para oponernos a lo medular del documento. Podemos analizarlo, ya con la conciencia previa de que no es una reforma ni el presidente la ha tomado en serio. 

Podemos analizarlas, discutirlas incluso. Pero reforma, reforma, no es.