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¿Una nueva normalidad política?

Mientras la pandemia sigue siendo un gran problema, la lucha por el poder vuelve a la normalidad. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

Poco a poco el país regresa a la “normalidad política”. Por lo que se ve, no se trata de una nueva normalidad. Los conflictos entre los partidos, las diferencias que resurgen entre los poderes de la Unión, los desacuerdos entre el gobierno federal y los gobiernos estatales, la confrontación del Poder Ejecutivo con medios, intelectuales y líderes de opinión, además de los plantones, bloqueos y movilizaciones son muy parecidos a como eran antes de la irrupción de la pandemia.

El país trata de recuperar, así, su agenda pública luego del tremendo golpe económico, político y social provocado por las crisis sanitaria, económica y de seguridad pública. Es un hecho que en las últimas semanas han pasado a segundo término en el interés de la sociedad las conferencias de medios del Dr. Hugo López-Gatell, el recuento diario de casos y muertes provocados por el covid-19, la insistente pero cada día más difícil recomendación de quedarse en casa y las medidas preventivas para evitar el contagio.

México tiene que seguir adelante. Si bien la vacuna no llegará tan pronto como quisiéramos, la lucha por el poder no puede esperar más tiempo una vez que ha iniciado de manera formal el proceso electoral 2021. Los llamados a la unidad y a la solidaridad se han quedado atrás para ser sustituidos de nuevo por la confrontación abierta y la división. Lo único que podría detener esta inercia es la tragedia ocasionada por algún desastre o que entremos en una etapa de ingobernabilidad. Pero ninguno de los dos escenarios es deseable.

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Hasta ahora, no hay novedad. Las estrategias políticas y comunicacionales son similares a las de 2019. El presidente Andrés Manuel López Obrador se mantiene en lo dicho, firme en casi todas las acciones y proyectos que comprometió en su campaña. La oposición al gobierno federal sigue debilitada a pesar del resurgimiento cauteloso de unos cuantos liderazgos y de las manifestaciones de descontento de algunos grupos económicos y sociales. 

La canalización del enojo, frustración y desencanto que ha provocado en algunos grupos de la sociedad la llamada #4T tampoco puede esperar. Los riesgos que enfrentaría el país si no se restablece el sistema de equilibrios y contrapesos son muy altos. 

No está mal que el jefe del Poder Ejecutivo se mantenga como un líder popular, a pesar de la caída de 25 puntos que tuvo desde el inicio de su gobierno. Tampoco que aún conserve una base de apoyo social fuerte. Pero la recuperación económica, el combate decidido a la pobreza, poner freno a la inseguridad y el combate a la corrupción tienen que asumirse pronto como un asunto de Estado. 

Consulta: La comunicación política en tiempos de pandemia: el impacto del covid-19. Revista Más Poder Local, España, Número 41, Abril 2020.

Bajo este principio, la lucha por el poder se tiene que intensificar. Sin descuidar por supuesto las prioridades sanitarias y económicas. Es lo más conveniente. Pero se tiene que hacer en un marco de civilidad, ética y apego a la legalidad. En las circunstancias actuales, las autoridades electorales no pueden ser sometidas o vulneradas. Las elecciones legítimas y transparentes siguen siendo la mejor opción para nuestro sistema político.

Las instituciones gubernamentales, autónomas y sociales deben cumplir a cabalidad con sus funciones. Ninguna tiene que ser rehén de personas o grupos con intereses oscuros. Ninguna debe impedir que la crítica, el desacuerdo, la información transparente y la reflexión impidan el avance de nuestra democracia. Para lograr el objetivo, hay que replantear el paradigma de las estrategias de comunicación. La confrontación debe ser entre adversarios, no más como enemigos porque no estamos en guerra.

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Las narrativas que promueven la polarización dificultan la construcción de los acuerdos, negociaciones y consensos. El discurso agresivo, que descalifica o incita a la violencia será un obstáculo para las complejas soluciones que se requieren. El ambiente crispado terminará dañando aún más el mal humor social que hoy prevalece en la mayoría de la población. 

Los medios de comunicación y las redes sociales tienen que ser, por lo tanto, espacios de libertad, debate, respeto y tolerancia, no obstante los obstáculos y malas prácticas que prevalecen en algunos de éstos. Se ha demostrado que es posible.

La incertidumbre que produce la posibilidad de un rebrote del coronavirus en el invierno, más el explicable mal estado de ánimo de los millones de personas desempleadas, más la frustración de quienes están viviendo en carne propia las expresiones más terribles de la inseguridad, más el hartazgo en la actividad política de aquéllas y aquéllos que tienen otras prioridades en sus vidas, como sobrevivir, permiten anticipar que fracasarán las estrategias de “más de lo mismo”.

En estos momentos no es posible asegurar que ya pasó lo peor de la pandemia y la crisis económica. En cualquier crisis se abren ventanas de oportunidad para algunos y se cierran para otros. Las elecciones 2021 estarán enmarcadas por el riesgo y la incertidumbre, pero no se vislumbra ningún escenario catastrófico. 

Lo mejor que nos podría suceder es que nuestro sistema político se transforme a fondo y con ello se reduzcan las inaceptables injusticias, inequidades y rezagos que hoy atraviesan por uno de sus peores momentos. 

Lo peor, es que los grupos de poder —unos de manera intencionada, otros por error y algunos más por omisión— nos mantengan en la inercia que dificulta la consolidación de un Estado en el que no fluyan adecuadamente las libertades, la pluralidad y los equilibrios que requiere la democracia moderna a la que aspira la gran mayoría.

Recomendación editorial: La era de la Perplejidad: Repensar el mundo que conocíamos. Madrid, BBVA, Open Mind, Penguin Random House Grupo Editorial, 2018.