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Una generación decisiva

Está pues en curso un cambio de época que deseamos sea mejor.

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Escrito en OPINIÓN el

 El primer sexto del siglo XXI parece confirmar el relevo generacional de toda una época de acomodos y arreglos vigentes tras la post-guerra, derivados de los acuerdos de Yalta en 1945 y precedidos por los acuerdos de Bretton Woods de 1944, que sentaron las bases de las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo y de la reunión de Malta de 1989, a pocas semanas de la caída del muro de Berlín, anunciando el fin del largo invierno de la llamada guerra fría y el renovado impulso a los bloques económicos y políticos de finales del siglo XX, hoy sometidos a un nuevo debate. 

 

En el acomodo empírico de las generaciones en bloques de quince años – según Ortega y Gasset y Julián Marías – suceden acontecimientos y personajes que, a manera de "generaciones decisivas", marcan puntos de inflexión en la historia hasta configurar una nueva época. Así sucedió, por ejemplo, luego del encuentro de Churchill, Stalin y Roosevelt en 1945; algo similar se interpretó de la reunión de Gorbachov y Bush en 1989, animada por Thatcher y Mitterrand, que dio carta de ciudadanía a la "perestroika". El discurso de Gorbachov en Malta dio cuenta de esto, "el mundo está saliendo de una época para entrar a otra. Estamos en el principio de un largo camino hacia una era pacífica y duradera. La amenaza con la fuerza y la desconfianza, la lucha ideológica y psicológica deben quedar como cosa del pasado". Bush respondió, "podemos tener en cuenta que una paz duradera y el transformar las relaciones Este-Oeste nos lleve a una época de cooperación de larga duración". 

 

Lo cierto es que, a 27 años de la reunión de Malta, no hemos arribado a la anhelada paz duradera ni a la proclamada cooperación que anunciaron los líderes de un mundo bipolar. Hoy, si bien se multiplican los foros de discusión y los tratados comerciales, también lo hacen los conflictos regionales con tendencias separatistas y/o aislacionistas; también aumentan las amenazas globales derivadas de la migración internacional en busca de oportunidades, el cambio climático, el narco-terrorismo, el lavado de activos, la corrupción, la trata de personas así como los vientos de autoritarismo y populismo en un mundo multipolar, terriblemente desigual, irritado e inter-conectado como nunca en la historia.

 

Hechos sorprendentes nos anuncian el advenimiento de una nueva época que no por ser nueva será necesariamente mejor. Mientras los líderes del G-20 se reúnen periódicamente para mantener la precaria estabilidad económica y seguridad internacional, en Europa los británicos votaron a favor del "Brexit"; los españoles batallan para formar gobierno ante fuertes tensiones populistas y la división de la izquierda histórica; los alemanes sufren derrotas electorales en medio de un debate irresoluble ante los flujos migratorios. Mientras tanto, los chinos avanzan en su expansión internacional consolidándose como la segunda economía global.

 

Estados Unidos vive uno de los procesos electorales más intensos de los últimos años y quizá el de mayor incertidumbre. Dos candidatos con baja popularidad debaten el futuro de la nación entre amenazas a la seguridad internacional por el populismo de Trump y el autoritarismo de mano suave de Hillary Clinton, en busca de mantener los privilegios para el país más poderoso del orbe. Por lo pronto, países amenazados como México ya se preparan para vivir una tormenta financiera según lo ha anunciado el titular del banco central de nuestro país. 

 

En Latinoamérica las cosas no son diferentes; burbujas de crecimiento se revientan y democracias frágiles se debilitan ante golpes legislativos como en Brasil y plebiscitos como en Bolivia en medio de escándalos de corrupción. Venezuela vive una de las mayores crisis sociales y políticas ante la cerrazón y el autoritarismo de Nicolás Maduro; y Colombia acaba de votar por el NO, contra todos los pronósticos en las encuestas, en el plebiscito de los acuerdos de paz firmados por el presidente Santos con las FARC, dejando claro que el anhelo de paz no se puede concretar de cualquier manera, sobre todo si los arreglos suponen concesiones excesivas a la guerrilla y un debilitamiento de las instituciones de seguridad y justicia colombianas.

 

México no es ajeno a este cambio; de hecho, lo vive intensamente. Luego de una larga transición a la democracia inacabada, de crisis económicas ante presiones internacionales, de pésimas decisiones de política económica del gobierno en turno y una crisis social acentuada por la desigualdad, la corrupción y la violencia se prepara para el proceso electoral de 2018. Todo indica que la proclama de cambio político se va a concretar, lo que aún es incierto es el rumbo que habrá de tomar así como el resultado de un debate no instalado entre los líderes de las fuerzas políticas que sostienen y representan: el autoritarismo regresivo y corrupto del PRI, el populismo mesiánico de Andrés Manuel López Obrador y de diversos sectores de la izquierda; así como el crecimiento y desarrollo humanista con orden y en las instituciones de Acción Nacional y de una buena parte de la sociedad mexicana, que se acaba de manifestar en las elecciones del pasado 5 de junio.

 

Está pues en curso un cambio de época que deseamos sea mejor. Ésta parece ser la misión de una "generación decisiva", como puede ser la nuestra, si asumimos nuestro papel ante el ocaso de los viejos paradigmas y si reconocemos el diálogo como "el único camino posible" tal como lo afirmó el Cardenal Jaime Ortega al papa Francisco a propósito de las largas jornadas y encuentros necesarios para lograr un verdadero cambio en Cuba. Diálogo franco y abierto que acerque a opositores para buscar solución a los conflictos con honestidad; que recupere e impulse la novedad advertida por el recientemente fallecido Shimón Peres, premio Nobel de la Paz, cuando se refería a las personas que están gobernando: "Y cuando empiezan a hablar entre sí, se sorprenden, pueden ser amigos. ¿Por qué debemos odiarnos unos a otros?"

 

 

@MarcoAdame 

@OpinionLSR