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¿Una derrota decepcionante y amarga?

Las elecciones realizadas el domingo pasado en Alemania se convirtieron en el parteaguas más significativo en la vida política de Ángela Merkel. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

La derrota de la canciller alemana era previsible. Los resultados de elecciones anteriores y las encuestas de los últimos meses no dejaban lugar a duda. Ángela Merkel, la mujer más poderosa del mundo, estaba por enfrentar, el domingo pasado, la peor crisis política de su gestión.

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La situación económica —caracterizada por la austeridad presupuestaria— y la apertura de puertas a cientos de miles de inmigrantes le costaron la pérdida de confianza de la mayoría del electorado.

Manteniendo su estilo personal, Merkel sorprendió con su reacción. En sorpresiva rueda de medios, dijo que cederá la jefatura de su partido, que dejará la cancillería a más tardar en 2021, que no contempla postularse para ocupar un cargo en la Unión Europea tras las elecciones al Parlamento Europeo de mayo... Y que también se retirará de la política.

El conjunto de decisiones, dijo, lo tomó desde hace varios meses. Por un lado, porque no resistió la presión interna de su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU). Por el otro, por el revés que sufrió en las regiones de Baviera y Hesse.

El anuncio que hizo fue directo, breve y elocuente:

“Hoy es el día en el que se abre un nuevo capítulo” en mi vida, dijo. “Este es mi último mandato como canciller federal”. Agregó: “Soy responsable de todo, de los éxitos y los errores [...] Hoy, la imagen que ofrece el gobierno es inaceptable”. Y remató: “El resultado obtenido por el partido ha sido decepcionante y amargo”.

La pérdida fue de 11 puntos en relación con las elecciones de 2013.

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Como ha sucedido en varios países durante los últimos años (México incluido), la ciudadanía alemana confirmó en las urnas que está cansada de los grandes partidos, que les ha perdido la confianza y que ya no les creen. Pero a diferencia de otras experiencias, también se abre la posibilidad de que se adelanten las elecciones.

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Ante el difícil escenario, la incertidumbre no existe para ella. Sin embargo, los problemas para Alemania y toda la Unión Europea se incrementan con su derrota. Primero, porque adelantó el proceso de sucesión en su país, con altos niveles de riesgo. Segundo, porque la credibilidad y respeto que Ángela Merkel construyó en más de una década en Europa incrementará la tensión económica y política en la región, más si se consideran los bajos niveles de popularidad que enfrenta Emmanuel Macron, su homólogo en Francia. También por el futuro del brexit.

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A Merkel se le considera, además, la responsable del bloqueo actual de las reformas institucionales y económicas que planteó junto con el presidente de Francia. En consecuencia, de poco le están sirviendo hoy los 18 años de grandes logros que ha tenido al frente de un gobierno de centro-derecha, como presidenta del CDU desde el 2000 y canciller desde 2005. Con su derrota, Europa está ahora frente a una nueva encrucijada.

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Por si fuera poco, los analistas internacionales están seguros que las fallas en su #Estrategia de #ComunicaciónPolítica también contribuyeron a su debilitamiento. Se trata de una lección que no se puede menospreciar, ni en Alemania ni en el resto de los países democráticos. A pesar de todo, muchos quisieran que se recuperara.

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Pero eso hoy se ve como una misión imposible. En América Latina muchos deberían “poner las barbas a remojar” porque los grandes liderazgos no son eternos. Aún los de las y los grandes estadistas.

Se necesita mucho valor para reconocer abiertamente una derrota. Se requiere aún más para renunciar a las ventajas y posibilidades que se tienen cuando se ha sido un o una gran estadista. ¿A cuántos personajes recordamos en México que hayan asumido una actitud similar?

El apoyo ciudadano se puede perder en muy poco tiempo, sin importar la grandeza ni los logros del pasado. Por eso, en el nuevo ecosistema político y comunicacional la retórica no alcanza para mantenerse en el poder. Son los hechos y las acciones que afectan a la población las que determinan la permanencia de los líderes y lideresas, por muy carismáticos que sean.

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