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Un paseo por el pasado

La Ciudad de México tiene espacios capaces de transportarnos al pasado, como la Plaza de Santo Domingo y la Hostería de Santo Domingo. | Iván Lópezgallo*

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Escrito en OPINIÓN el

La Ciudad de México tiene espacios capaces de transportarnos al pasado. Uno de ellos es la Plaza de Santo Domingo, que aún parece albergar bajo sus amplios arcos a los evangelistas que esperaban a la gente para escribir las cartas que habrían de enviar tanto a sus familiares, amigos y amores, como a las autoridades. De acuerdo con “Los mexicanos pintados por sí mismos” el evangelista era “barbudo por arraquera, sucio por pobreza, hambriento por necesidad, gastada la vista, aniquilado el entendimiento, es el verdadero tipo de la paciencia. Es ignorante y vive de la ignorancia ajena, y esa ignorancia es su verdadera profesión; pero en medio de todo goza alguna independencia, es el secretario particular del público que no sabe escribir”, pues hay que recordar que durante el siglo XIX, el analfabetismo rondaba al 90% de la población.

Evangelista. Procedencia: “Los mexicanos pintados por sí mismos”

A media cuadra de esta plaza se encuentra el restaurante más antiguo de la Ciudad de México: la Hostería de Santo Domingo, que ocupa un predio que alguna vez fue parte del convento del mismo nombre, pero que los monjes vendieron para pagar las deudas que tenían por la compra de cera para elaborar velas.

Abrió sus puertas en 1860, por lo que no solo ha visto los sucesos que marcaron la historia de nuestro país en los últimos 160 años, sino que hizo las delicias de muchos de sus protagonistas, entre quienes podemos mencionar Miguel Lerdo de Tejada, Artemio del Valle Arispe, Carlos Chávez, Salvador Novo, Pedro Vargas, el Dr. Atl, Adolfo López Mateos, Ignacio López Tarso, Hugo Sánchez, José José, Cuauhtémoc Cárdenas, Jorge Campos, Carlos Monsiváis y Agustín Lara, de quien se dice que antes de morir pidió que le llevaran unos romeritos, ya que le encantaban.

Hostería de Santo Domingo. Procedencia: Internet

Entre los platillos que ofrece el viejo establecimiento –mismo que tiene la licencia de servicio número uno– destacan también las enfrijoladas, el pollo manchamanteles y los chiles en nogada, platillo que se dice fue creado como homenaje a Agustín de Iturbide y se pone de moda en septiembre; aunque lo más sabroso de visitarla no es solo disfrutar de una comida que ha cambiado muy poco en siglo y medio, sino observar una construcción del siglo XVI que a pesar del tiempo transcurrido ha sido poco modificada, ya que aunque hace algunos años se hizo una ampliación, se respetó el estilo del edificio original. 



Imágenes de la Plaza de Santo Domingo. Procedencia: Iván Lópezgallo

Otros atractivo de la Hostería son los murales que nos permiten ver la vida cotidiana en el México del siglo XIX, como nos muestra la imagen que precede a estas líneas. En ella vemos a un evangelista trabajando, a un soldado deteniendo a un hombre y a un niño jugando junto a un perro; imágenes que junto a la música de piano y violín, el ambiente a media luz, el edificio, la decoración y la comida nos harán sentir por un momento que tras el postre podremos tomar un carruaje para pasear por la Alameda, la Plaza de la Constitución o algún otro lugar de ese maravilloso México que ya no existe.

*Iván Lópezgallo

Estudió Historia en la UNAM. Es Lic. en Administración de Empresas, Lic. en Periodismo, Mtro. en Narrativa y Producción Digital y candidato a Dr. en Administración. Premio Nacional de Locución (2010) y Premio México de Periodismo (2010 y 2017). Catedrático universitario (instituto Mora, Universidad de la Comunicación y Universidad del Valle de México). Es autor del libro El camino de un guerrero. Vida y legado de Isaías Dueñas (Porrúa 2017) y colabora en revistas como Bicentenario y portales Digitales.