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Un organillero en Tuxtla

Jesús Aranza, el padre de Alexis tiene apenas 33 años y 14 de ellos dedicado a tocar el organillo.

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Escrito en OPINIÓN el

El joven Alexis Aranza Cruz, un organista de manivela, extendió su mano izquierda para solicitar algunas monedas en la avenida Central de Tuxtla Gutiérrez. Alzó la mirada y sus ojos capuchinos hurgaron el horizonte, hacia el macizo del Matumactzá para divisar las negras nubes y los goterones que se aproximaban.

 

Su mano derecha le daba la vuelta a la manivela del organillo y suspiró al escuchar la tonada de “La barca de oro”, que inmortalizara David Zaizar y que cientos de veces ha tocado desde su llegada del Estado de México, a Tuxtla, ubicada en la cordillera que se prolonga hacia Centroamérica desde la depresión central de Chiapas.

 

El caliente viento de la tarde golpea el rostro de Alexis quien pareciera gozar de su oficio de organillero. Quizás pronto porte el traje color crema como el que usó el general Francisco Villa y tomará con fuerza el trabajo de hace sonar las canciones como si se tocara con 27 violines y 24 flautas.

 

La tonada del “Yo ya me voy/ al puerto donde se halla/la barca de oro que debe conducirme. Yo ya me voy solo vengo a despedirme/ adiós mujer/adiós para siempre, adiós, hicieron suspirar al joven que pareciera implorar al creador con su mirada en alto y su tímida sonrisa.

 

Una hermosa jovencita que engalanaba la calle le sonrió y se perdió entre la multitud. Caía la tarde y la nostalgia. Él la siguió con la mirada y volvió extender su mano izquierda para que alguien le regalara una moneda a cambio de la música que prodigaba.

 

En la acera de enfrente del Museo de la Ciudad de Tuxtla Gutiérrez -ubicado en el centro de la capital de Chiapas, construido entre 1941 y 1942, de imponente estilo árabe y mudéjar-, el organillero y su vieja caja soltaban la música de “La barca de oro” que hablan del amor de un hombre decepcionado que le dice a su amada: No volverán mis ojos a mirarte, ni tus oídos escucharán mi canto. Voy a aumentar los mares con mi llanto. Adiós mujer… adiós para siempre, adiós

 

El cilindro u organillo “Harmonipan”, construido en Berlín por la casa Frati & Schoenhauser Alle 73” hace 108 años, tocado por el joven Alexis Aranza Cruz, es uno de los atractivos de la denominada “Ciudad de los Conejos”. Las melodías, reproducidas con un rodillo de madera con incrustaciones de metal que hace las veces de partitura, cautivan.

 

Esta caja musical dentro de la cual hay cientos de elementos trabajando en sincronía es una verdadera sorpresa. Este vetusto equipo tiene las canciones Cama de piedra, La barca de oro, Rancho alegre, María Elena, Creo estar soñando, Mañanitas, La golondrina.

 

Y con estas canciones siempre soñé, que tú vendrías a mí, y hoy que es así, me siento tan feliz.

 

Creo estar soñando, cuando tú me besas así. En esta otra melodía se habla de un amor que besa bien. Y es que si te miro bien, no me puedo contener. Y te beso sí, pero también, tengo miedo de perder, tu amor, o mi amor, no me dejes.

 

Creo estar soñando, cuando tú me besas así.

 

Y por supuesto no podía faltar Ofelina ni María Elena. La primera evocó tiempos idos y su mirada verde-gris quedó perdida en la nada, recordaba tal vez al padre ausente o al amor ido. Tuyo es mi corazón oh sol de mi querer, mujer de mi ilusión mi amor te consagré. Mi vida la embellece una esperanza azul, mi vida tiene un cielo que le diste tú. Tuyo es mi corazón oh sol de mi querer, mujer de mi ilusión tuyo es mi bien.

 

Jesús Aranza, el padre de Alexis tiene apenas 33 años y 14 de ellos dedicado a tocar el organillo. Vino a Tuxtla porque esta es mejor plaza que en el Distrito Federal o el Estado de México. Llegó por invitación de un compadre y esta es la segunda vez que viene a la capital chiapaneca, según cuenta al cronista.

 

“La gente acepta esta música, se porta bien y apoyan. Están desapareciendo los organilleros y sólo hay 43 en toda la República y de ellos 22 están en el Distrito Federal”, dice mientras extiende su gorra color caqui (café) de policía, similar a las que usó el divo de la música mexicana, Pedro Infante. Dentro de la gorra recolecta las monedas.

 

La canción más nueva que tiene el equipo data de hace nueve años. No de haber sido creada, sino colocada en el organillo, pero quien la programó ya murió y no dijo cómo se hacía, según narra Jesús.

 

“A veces organizamos fiestas nos contratan. Este equipo trae canciones más sentimentales. Tiene sólo 8 canciones. No hay forma de cambiarlas. Cada aparato tiene su rollo y es lo que se toca siempre”, indicó.

 

La música deja para vivir, pero también es un sueño y gusto, el de ir por el mundo llevando tradiciones mexicanas con las cuales Jesús provee de alimentos a su esposa y sus cuatro hijos, uno de los cuales lo acompaña en esta aventura.

 

Es parte de uno de esta música. Hay momento en que la gente pregunta, qué canción tocamos y uno debe poner atención porque la repetimos tanto que a veces se medio olvida, refiere este organillero.

 

Ya todo el corazón te lo entregué mujer, eres mi fe, eres mi Dios eres mi amor, se escucha en el organillo al pulseo de la manivela.

 

Ay, ay, corazón por qué no amas, suena en el organillo. La tarde cae sobre el frontis de la catedral que esta tarde lució triste, gris.

 

Por caja quiero un sarape,

por cruz mis dobles cananas

y escriban sobre mi tumba

mi último adiós con mil balas.

 

joseluiscastillejos@gmail.com

@jlcastillejos